Diario de León

«Hay muchas cosas que hacer. Hay suficiente dinero y lo que hay es que acertar con los proyectos»

La elección del escenario, el nivel 5 de la mina La Escondida, en pleno valle de Laciana, inquieta. Los ruidos de las entrañas de la tierra acompasan las respuestas de Ibán García del Blanco, eurodiputado socialista y leonés con raíces en esta misma comarca minera. La humedad y la corriente que llega desde lo más profundo de la galería condiciona pero no apaga el calor de una conversación en la que se combinan críticas a los ajenos y a los propios. Destaca sobre todo el consejo de mirar hacia adelante y dejar de buscar a los enemigos de León en cada esquina y, sobre todo, una idea por encima de todas, mirar al pasado, solo para conocer la historia. Es, dice el entrevistado, el momento de aprovechar las potencialidades de la provincia para alcanzar un futuro tan rico como el pasado. O más.

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En este escenario, en el nivel 5 de la Mina La Escondida, en pleno Valle de Laciana, en las entrañas de la tierra, es difícil empezar por otra cosa que no sea la minería. Al alcance de la mano está el carbón que hizo próspera esta zona de la provincia, ¿por qué no se ha defendido?

—Bueno, yo creo que se ha defendido. Creo que con una suerte desigual y con un final demasiado abrupto, sabiendo que había un horizonte y un final y todos los sabíamos y lo asumíamos. Pero lo peor es que ha sido demasiado celérico y sobre todo si lo vemos en relación a otros países de Europa que están sumidos en un proceso similar pero que lo han dilatado más. Evidentemente, no ha habido una transición suficiente en una explotación que ha durado un siglo, que ha dejado riqueza y también muchas vidas por el camino. Y esto lo sé de primera mano, por mis propias raíces. Ahora se necesita que pensemos en una alternativa para estas tierras.

—¿Cómo se asume compartir escaño en el Parlamento Europeo con un alemán o con un polaco que tendrá las minas abiertas más allá de 2030 y comprobar el desastre provocado por el cierre en esta comarca?

—Como digo, aquí se aceleraron demasiado los procesos, se tomaron decisiones muy temprano. Es verdad que en todos los casos hay matices y quizá el nuestro sea más comparable con el de Alemania y menos con Polonia, donde es más estratégico. Aquí se ha hecho demasiado rápido y, soy consciente de que esto es controvertido, y podíamos haber tenido minería muchos más años. Habríamos tenido más tiempo para planificar cuál podía haber sido la salida. Podría haberse encontrado una alternativa a la gente que se quiera quedar. Ahora hay una gran oportunidad.

—¿Políticos y sindicalistas pensaron solo en el presente de las prejubilaciones y en los votos que en el futuro de miles de personas, un futuro negro?

—Efectivamente, pero hay que ser constructivos, hay que pensar en positivo. Sobre todo los que estamos en política y también los representantes de los trabajadores. Ahora se ha movilizado una ingente cantidad de recursos, la mayor en la historia de la Unión Europea. Hay además programas específicos a los que nos podremos acoger y que son adicionales a otros territorios y tenemos que saber adaptarnos. Solo un matiz respecto a los votos: yo creo que se pensó en las personas, que tenían necesidades y se produjeron prejubilaciones al principio muy generosas y quizá no se pensó tanto en el futuro. Es un debe, porque produjo un éxodo.

—Como dice, estamos ante la mayor oportunidad de la historia de León para lograr arañar amaneceres al futuro, me refiero a los famosos 140.000 millones de euros del Fondo de Resiliencia de la UE, ¿seremos capaces de lograr que ese dinero se reparta según las necesidades y llegue a León una parte importante? Y Sobre todo, ¿seremos capaces de no tirarlo por la borda?

—Hay que saber que estos fondos están condicionados a unos objetivos determinados, muy relacionados con la sostenibilidad medioambiental, hasta el 36%, y otro 20% está condicionado a lo relacionado con la digitalización. Luego hay otros programas pero no todo cabe. Si alguien piensa que se podrán utilizar otra vez para asfaltar carreteras y hacer piscinas seguramente se equivoque. Precisamente, de lo que se trata es de generar economías productivas, basadas en las potencialidades endógenas de cada zona y que sea sostenible en el tiempo. Quizá haya algún proyecto grande, pero lo razonable es pensar en muchos proyectos pequeños. Hay muchas cosas que hacer. Hay suficiente dinero y lo que hay es que acertar con los proyectos.

—Desde los medios de comunicación, y seguro que muchos de los que nos leen piensan igual, se percibe la UE como un gran fabricante de dinero y de sueños y, sin embargo, la impresión es que los sueños son inalcanzables. Insisto: ¿qué estamos haciendo mal?

—Bueno, a la UE se le imputan muchas veces los errores que se cometen a nivel nacional. Esto no es un problema solo de España. En general cuando viene algún problema se le intenta imputar más arriba. En ese sentido, ha habido bastante injusticia con la imagen de la Unión. Ahora, sí se está imponiendo la otra visión y es porque hemos reaccionado de manera diferente al 2008, en la crisis financiera. Hemos tomado el camino exactamente contrario, el de movilizar mucha inversión y no dejar nadie atrás, para aprovechar y hacer nuestra energía más limpia. Incluso, y es muy importante en esta Pandemia, para ser más autónomos en el contexto internacional, en medicamentos, alimentación. En todo esto, León tiene muchas oportunidades.

—¿El Brexit ha debilitado mucho a la UE y eso es lo que ha motivado la pésima gestión de la pandemia y la compra de vacunas?

—Yo discrepo. Creo que ha sido todo lo buena que permitían las condiciones. Debemos pensar que tenemos una Unión que tiene un marco legislativo y un marco de competencias que está pensando para una dimensión menor de la que hemos vivido. La Unión ha funcionado muy bien, movilizando muchos recursos y muy rápido, tensionando mucho su propia arquitectura. Ha funcionado también muy bien invirtiendo toneladas de recursos en la investigación para que la vacuna llegara e hizo un planteamiento que parecía muy reaccionario pero lógico como era hacer una central de compras que ha funcionado. También, evidentemente, hemos podido testar las debilidades del modelo y llegar a muchas conclusiones que no estaban en el debate como es la Unión sanitaria. Respecto al Reino Unido, es una mala noticia para la UE, pero lo es mucho más para el Reino Unido.

—Ya sabe que tras el Brexit en León se acuñó el Lexit, ¿desde Bruselas como se ve ese juego de palabras y las connotaciones que tiene para León y para Castilla y León? ¿Se entiende en esa enorme comunidad de intereses el León solo?

—Este debate no trasciende tan lejos. Quizá lo que permita estar en Bruselas es ver esto con un poco más de perspectiva. Ya sé que molesta que diga lo que pienso en este terreno, pero lo hago con todo mi corazón y libertad. Creo que estamos demasiado centrados en cosas que impiden que veamos lo importante. Al final, esto puede ser una utopía o una pesadilla, depende de quien lo vea, pero está tan lejos, es un proyecto tan irrealizable que en el fondo lo único que hace es desviar la atención y generar planteamientos de resolución de problemas muy sencillos que realmente son muy complejos. Pienso que en el 83 debió tomarse otro camino, pero tantos años después reabrir este planteamiento, y en la situación en la que estamos, no es razonable. No sé si ahora el planteamiento es generar la comunidad más pobre de Europa entre León, Zamora y Salamanca, sin contar con Zamora y Salamanca.

—Supongo que la perspectiva europea convierte a León en un grano de arena en el desierto, ¿realmente desde lejos se nos ve igual que nos vemos desde León, como una provincia en su última estación?

—Esto es muy leonés, tenemos una perspectiva de las cosas a veces muy negra. Tenemos que ser más prácticos. Estamos en una situación muy difícil, pero no es algo que no compartan muchas regiones de la UE. En primer lugar, hay una inercia que es de carácter mundial, no solo Europeo, de concentración de recursos y población en las grandes zonas. En España pasa en Madrid y Barcelona, pero en Francia pasa igual con París. Nuestra crisis, la de León, es la crisis de todo el noroeste español. Es muy evidente, con problemas muy similares. Aquí, con la minería nos han «robado» el 30% de nuestra actividad, y eso es un terremoto. Pero el problema está diagnosticado a nivel europeo y se ha creado un fondo específico, que es el React, para las regiones con problemas de despoblación, que financia al 100% los proyectos.

—¿Nos hace falta un relato sobre lo que hemos sido para despertarnos o lo que realmente hace falta es ambición?

—En esto del Lexit entiendo que hay una sensación de identidad, que yo puedo compartir y que no es comprendida en el exterior. Entiendo que la deriva de la Comunidad Autónoma ha sido terrorífica para León, más por las políticas practicadas que por la estructura territorial. Pero, de verdad, tenemos que pasar página de una vez.

—¿Y todo esto no está rompiendo al PSOE de León?

—Yo creo que no. El PSOE de León siempre ha sido muy diverso en este terreno, con un debate muy intenso y espero que esto se dirima internamente porque para eso están los órganos y los debates.

—Vuelvo a la pregunta anterior, ¿el relato para despertar o la ambición?

—Probablemente tenemos que definitivamente hacer ese diagnóstico de lo que hemos sido y quizá hay que hacer ese último lamento de lo que pudo ser y a partir de este momento centrarnos solo en el futuro. Creo que a veces nos ensimismamos en nuestro pasado, pecamos de eso, y estamos muy orgullosos de nuestro pasado, pero nos quedamos viendo el rosetón de la Catedral y no vemos lo que pasa alrededor. Eso tiene que cambiar, porque el mundo se mueve muy deprisa.

—Hablando de relatos, León siempre ha sido cuna de grandes artistas, tanto de la pluma como del pincel y de otras artes. ¿La creación también hace aguas?

—Lo que ocurre es que hemos tenido una edad de oro en León con algunos literatos, que han formado la pléyade más extensa del país. Toda la generación de los Aparicio, Llamazares, Merino, Pereira…Hemos tenido unas plumas impresionantes y es difícil suplir ese hueco. Hay gente muy interesante ahora, gente que comienza ese camino y en quien se puede confiar. Yo he leído a leoneses de hoy muy interesantes.

—Muchos de los grandes escritores defienden León desde Madrid, como por su cargo le toca a usted ahora. Pero, ¿desde dónde se defiende mejor, desde León, desde Madrid, desde Bruselas?

—León se defiende desde muchas partes y cada uno desde su nivel. No hay que olvidar que las grandes decisiones se toman fundamentalmente en Bruselas y no somos muy conscientes de ello pero es así. Aproximadamente el 70% de la producción legislativa de España proviene del Parlamento Europeo, y evidentemente de Madrid, del Congreso de los Diputados. Lamentablemente ahora hay un proceso de recentralización del poder político y económico en Madrid y esto hay que empezar a corregirlo. En todo caso, debemos estar presentes en todas partes y lo digo con la experiencia propia. Quizá debamos buscar menos culpables y menos agravios y ser más cooperativos. Somos una tierra muy dura con nosotros mismos.

—Eso pasa en el resto de España también. No es fácil ser profeta en tu tierra…

—Es un carácter nuestro. Somos especialmente duros, pero eso nos prepara para competir en el exterior muy bien. En León tenemos que buscar menos culpables, pensar menos en el pasado y ser más prácticos y buscar alianzas.

—España es cuna de grandes escritores con un notable éxito de ventas, pero casi nadie lee, ¿el papel está condenado?

—Es una de los retos que tenemos como país. Es verdad que tenemos un índice de lectura muy bajo en relación al resto de la UE y, sobre todo, los hombres, porque las mujeres leen mucho más. Pensemos que tenemos, no solo los literatos, tenemos una industria literaria muy potente y con mucha presencia en el exterior, hegemónica todavía en Latinoamérica. Tiene que ser clave para nosotros, empezando por el análisis desde el punto de vista de la conformación social y del establecimiento de un espíritu crítico. Y más en este momento, que vemos las corrientes de bulos, de populismos. Necesitamos un espíritu crítico para interpretar la realidad. En nuestras prioridades tiene que estar el aumento del índice de lectura.

—¿Y la lectura reposada morirá a manos de los tuits?

—El papel tiene vida y la tendrá mucho tiempo. Yo soy de los que sigo leyendo en papel a pesar de viajar mucho. La experiencia física tiene algo de liturgia. Yo creo que no morirá a manos del tuit y tenemos que pensar en que no será así. Yo soy muy activo en redes, pero se puede compatibilizar perfectamente con una lectura reposada. Además, te hace ser más prudente a la hora de emitir análisis de la realidad, que veo que cada vez se hacen con menos análisis y más rápido. Eso es un problema de nuestra democracia. Al final, tomamos decisiones colectivas sobre información errónea.

—¿Realmente los jóvenes de hoy son los mejores preparados de nuestra historia o es un mantra al que nos aferramos por optimismo?

—Yo estoy seguro que el futuro será mejor que el pasado. Solo el matiz de que tenemos la generación más preparada académicamente, pero hay muchas más cosas. A veces en España, como tenemos un diferencial importante con Europa de titulados hemos elevado a los altares la titulación académica. Nos olvidamos que la preparación se conforma con otras muchas cosas. Y en ese sentido, animo a los jóvenes a no centrarse en tener un máster más sino a enfrentarse con la vida a todos los niveles, teniendo más inquietudes.

—Es usted socialista, patrono de la Fundación Pablo Iglesias y ex presidente de Acción Cultural Española, ¿la Cultura es patrimonio de la izquierda?

—No debería. Creo que no. Esa es mi visión, al contrario. La cultura está conformada por formas muy diferentes de ver la vida. En ese sentido, quien quiera patrimonializarla se equivoca.

—Pero parece que es así, la izquierda patrimonializa la Cultura y la derecha la Economía. Esa es la imagen de la sociedad, y además parece que los artistas de izquierda tardan poco en hacerse de derechas.

—Bueno, hay de todo.

—Se entiende mal un rojo, dicho con todos los respetos, por ejemplo, en un chalé de lujo en Galapagar.

—Insisto en que creo que hay de todo. Yo conozco mucha gente muy triunfadora en el ámbito cultural y muy relevante que sigue siendo de izquierdas y tiene esos valores. Es perfectamente compatible con vivir en un chalé, con el dinero de cada uno y ganado de forma honrada cada uno puede vivir como le parezca. No concibo que la sociedad que yo defiendo sea mendicante, y tengamos que vivir en el Emilio de Rousseau. Cada uno con su vida que haga de su capa un sayo. Yo concibo más bien una sociedad equilibrada, que atienda a la gente que tiene menos recursos o menos oportunidad o menos suerte, y que tengamos un sistema fiscal progresivo muy potente que redistribuya la riqueza. Si te da para el chalé después de pagar tus impuestos me parece muy bien.

—Esa es su visión y la mía, pero la sociedad no ve eso tan claro y lo que sí ven son incoherencias en los mensajes.

—Tampoco voy a defender a según quién que defiende determinados mensajes que luego son incompatibles con su forma de vida. No estoy para eso. Lo que sí digo es que en términos ideológicos no es incompatible ser de izquierda con tener una vida acomodada. Al contrario, aquí, reduciendo mucho y con el típico cliché, la diferencia entre ser de izquierdas y de derechas es que a mí me parece muy bien que cualquiera pueda hacer eso y hay alguna gente de derechas a los que le parece mal que los demás tengan un nivel de vida adecuado.

—Hablando de clichés, ¿usted prefiere acabar con los pobres o acabar con los ricos?

—Claro, por eso lo decía. Yo no tengo nada contra los ricos. Lo que quiero es que los ricos sigan creando riqueza y sobre todo que paguen sus impuestos de forma proporcional a su capacidad. Y contribuyan a los servicios que le da una sociedad que genera las condiciones para que ellos puedan ser ricos. Y que no se vayan a paraísos fiscales y no den lecciones de moralidad. Lo que ocurre es que la sociedad de hoy está tan polarizada que simplifica los mensajes. Tenemos que comprender más al de enfrente.

—No tenemos capacidad para ello.

—La empatía es una de las mayores virtudes y más escasas en estos momentos, porque la democracia se basa sobre todo en el acuerdo, es un sistema que permite que todos vivamos sin pegarnos, y que nos da a todos un margen para poder convivir.

—¿Qué tienen en común Pablo Iglesias, fundador del PSOE, y Pablo Iglesias, fundador de Podemos?

—Ambos son de izquierdas y comparten que hay cuestiones injustas que hay que ir mejorando y dando oportunidades a los que menos tienen. Lo comparte nuestro fundador y yo mismo. A partir de ahí, las recetas y los valores quizá pueden diferir. Y en mi caso hay muchas cosas en las que difiero del Pablo Iglesias actual. Pero eso es sano en democracia y enriquece.

—Pero es sana la confrontación de ideas, no es sana la confrontación de fuerzas y estamos viendo lo que pasa en Madrid y es peligroso ¿no cree? ¿Y no cree que la política española era más eficiente cuando no habían aparecido los regeneradores de la política?

—Hay que hacer un análisis crítico y pensar que se habían creado muchas dinámicas que no estaban bien y que el propio sistema llegó a un momento de colapso y por eso se generaron estos partidos. Lamentablemente algunos han sido un bluf y otros están en camino de convertirse en otra cosa. Echo de menos esa frescura que aportaron en un determinado momento, que, por cierto, también provocó cambios en los partidos tradicionales. Mi partido ha vivido una auténtica catarsis que estuvo a punto de hacerle implosionar. Y fue por el efecto de estos partidos. Mi visión es que mi partido es mejor ahora que en esos años. Entiendo que la derecha tiene que hacer también ese tránsito y no va a ser Pablo Casado el que lo haga. Está buscando su ser ante la competencia de los partidos que le rodean. Pero no confío mucho en Pablo Casado para eso. Aunque me gustó el de la moción de censura.

—¿Se tiene que ver de cerca el fracaso para darse cuenta de que hay que cambiar?

—Yo creo que sí. Somos estructuras muy grandes que manejamos mucho poder, en muchas instituciones muy complejas, con inercias e intereses creados, que a se ve la boca del lobo o a veces no acaba uno de reaccionar. Hay otros que creían en la muerte dulce. Yo no lo creía y por eso dejé la política en un momento y me fui al ostracismo con el Pedro Sánchez que se suponía que no iba a volver.

—Dejar la política es mucho decir.

—Sí. Yo me fui cuando el famoso Comité Federal del 1 de octubre y estuve en la empresa privada. Yo creo, de todos modos, que el PSOE no hubiera hecho su catarsis si no hubiera visto el abismo justo en el paso siguiente. Y volví porque me llamaron.

—La sociedad habla de la Política y los políticos con rabia, pero no se dan cuenta de que están más politizados que nunca…

—Y está bien que estén politizados, pero lo están en el mal sentido. Tenemos una politización más cercana al trincherismo que con el análisis de las ideas. Es una enfermedad que estamos viviendo todas las democracias liberales. Los responsables públicos tenemos que hacer mucha pedagogía y ser conscientes de los mensajes que lanzamos.

—Sea crítico, ¿Pedro Sánchez ha perdido la conexión con la ciudadanía?

—No lo creo. Sinceramente, no lo creo. Pedro Sánchez comete sus errores, como es inevitable, porque está lidiando una situación política endiablada, con una conformación de mayorías imposible y teniendo que romper algunos tabúes. Hay que asumir que hay que hacer de la necesidad virtud, porque de lo contrario estaríamos en un país ingobernable. Pero poco a poco va cumpliendo con todos los hitos que se plantea. Se están tomando decisiones muy importantes.

—¿La frase de «Tenemos el peor gobierno posible en el peor momento posible a qué le suena?

—Me suena al Rajoy de la época de la crisis minera. No creo que sea este el momento.

—Lo decía porque se lo hemos escuchado a todos los partidos hablando del resto de los partidos… ¿Nos toman el pelo?

—Es un momento muy complejo. Hay mucha competencia por el espacio y todos tendemos a la hipérbole. Pero tenemos que analizar que repitiendo esas cosas que decimos, esas hipérboles pierden su significado.

—Queda el vacío.

—No significan nada. Estamos todos los días con el peor día, la peor ley. Tenemos que bajar todos el pistón. Y todos tenemos que hacer ese análisis.

—Como responsable de Cultura en la Ejecutiva Federal no le pediría a sus compañeros que leyeran más.

—Siempre se lo pido. En redes soy de los que comparten libros y recomendaciones sobre lectura. Siempre es bueno que leamos más.

—El consejo del exvicepresidente del Gobierno es que veamos más series…

Buenos, hay series que están muy bien y forman mucho.

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