Diario de León

LAS CABEZADAS

La ofrenda está que arde este año

El tradicional enfrentamiento dialéctico entre el Cabildo de San Isidoro y el pueblo leonés, que acabó en tablas, llevó al concejal de Fiestas, Pedro Llamas, a vaticinar el incendio de la basílica y al capitular José Luis Olivares a pedir moralidad.

Los ediles leoneses realizan la reverencia de las Cabezadas al despedirse del Cabildo de San isidoro. MARCIANO PÉREZ

Los ediles leoneses realizan la reverencia de las Cabezadas al despedirse del Cabildo de San isidoro. MARCIANO PÉREZ

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P. INFIESTA | LEÓN
León

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Ni el tono apocalíptico del síndico municipal Pedro Llamas, que haciendo gala de su apellido se atrevió a vaticinar la destrucción antes de dos meses del templo de San Isidoro en un incendio, ni la amenaza de venir acompañado por 27 policías locales, surtieron ayer efecto para doblegar al Cabildo en su eterna disputa sobre la ofrenda que realiza el pueblo leonés y que, tras las palabras del concejal, siguen considerando obligatoria.

Llamas insistió en que los leoneses entregan un cirio y dos hachones de forma libre y voluntaria, en reconocimiento de la intervención divina que trajo lluvia para calmar la sed del campo leonés en 1158 tras sacar en rogativa los restos de San Isidoro a lo largo de dos millas.

El combate dialéctico, que se repite desde hace 861 años, cambió ayer de escenario al atrio, por las obras de la basílica, y de fecha, por coincidir con las elecciones. Llamas pidió al capitular de San Isidoro, José Luis Oliveros, que aprovechara el nuevo enclave en «una oportunidad única de admitir que el pueblo viene de forma libre», ya que para disponer de agua y «pantanos llenos ya tenemos a Fernando Salguero, que podría ser santo, ya que goza del poder divino». Oliveros, quien adelantó, que no iba a librar «una guerra ni una bastonada», señaló que «no hace falta hablar de pantanos, porque los leoneses reconocen que la intercesión de San Isidoro sigue siendo actual», y para conocer el tiempo ahora solo hace «falta ponerse delante del ordenador y te descubre qué calidad de día hará, aunque si éso no saliera bien, habría que rezar, y si es juntos (Cabildo y pueblo), mejor. Los hombres, tan débiles en memoria, llevamos 40 generaciones reconociéndolo». También apuntó que la moralidad es el precio de la civilización, y de hacer las cosas bien. «Por eso pedimos que hagan de buena gana el pago de ese cirio y los hachones».

El síndico encajó esa diatriba como si de la película de Forrest Gump se tratara. «Los curas son como las cajas de bombones, cuando las abres no sabes qué te va a salir y usted un poco de licor ya tiene». También recriminó al Cabildo no haber contribuido a la Capitalidad Gastronómica, «ya que tienen una barrica de mil años que no nos dan a probar y eso que con dos denominaciones de origen, la suya constituiría la tercera, pero no hay manera». Aún así, Llamas le regaló un nuevo bastón. «Olivares dijo que el suyo era «más humilde, pero servicial. Si el bastón no está, yo no soy. Es como David y Goliat, siendo yo David». Llamas matizó que ambos eran David, por lo pequeño. El representante del Cabildo aún tuvo palabras para las elecciones, «tiempo de esperanza y de ayudarnos».

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