Diario de León

Óscar Rodríguez, el cura sin pelos en la lengua: “La Iglesia ha estado meando fuera del tiesto en no pocas ocasiones”

Pertenece a la unidad pastoral de Matallana de Torío y es capellán del Hospital de León. Este religioso habla claro sobre su visión de la institución religiosa, por dónde pasa su renovación y la eterna búsqueda de la felicidad

El cura leonés Óscar Rodríguez. J. NOTARIO

El cura leonés Óscar Rodríguez. J. NOTARIO

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“La iglesia ha estado del lado de quien no debía. Se dedicaba demasiado a hablar, siempre en sitios privilegiados y sin posibilidad de réplica. Ha meado fuera del tiesto en no pocas ocasiones”. La respuesta es la de Óscar Rodríguez, cura de la unidad pastoral de Matallana de Torío y capellán del Hospital de León, a la pregunta de a qué se debe el descontento generalizado con la institución religiosa. Él lo tiene claro y compara su actitud con “esa manía de dar conferencias, ruedas de prensa o mítines sin derecho a preguntas”.

Rodríguez expone su punto de vista sobre la situación actual de la iglesia, donde cada vez hay menos vocación y una sangría alarmante de falta de vocaciones desde hace ya mucho. “La iglesia tiene que saber escuchar mucho mejor. No oír, que bien oye cuando quiere, como todos, sino saber escuchar, que no es lo mismo”, “Discernir los signos de los tiempos como dice el evangelio implica saber adaptarnos a las necesidades de la gente de hoy”, apunta.

“La iglesia tiene que saber escuchar mucho mejor. No oír, que bien oye cuando quiere, como todos, sino saber escuchar, que no es lo mismo”
 

Para él, el poder que tiene hoy la institución religiosa es “más del que debiera y menos del que le gustaría, me temo”. Y lo justifica: “Cuando los miembros de la Iglesia se mueven en las cúpulas de poder y buscan ejercerlo por distintos fines, apaga y vámonos. Iglesia muerta”. Esto dista del origen de la misma: estar al servicio de quien lo necesita, denunciar las injusticias, defender y ayudar a los débiles, a quienes les buscan desposeer de su hogar, de sus bienes o de su dignidad. En sus palabras: “De estar al lado de quien sufre, dando la mano a quien va a morir, de poner un plato todos los días a quien no lo tiene en comedores sociales... no de lamer el culo a los poderosos. Me temo que tanto la iglesia, como muchos de nuestros laicos, estamos muy clericalizados, existe mucho arribismo y los cargos, mas que entenderse como un servicio hacia los otros, se siguen viendo como un elemento de poder y estatus”. Y tiene una frase que encaja aquí a la perfección “Si quieres ver a Pedrín, dale un carguín”.

“Cuando los miembros de la Iglesia se mueven en las cúpulas de poder y buscan ejercerlo por distintos fines, apaga y vámonos. Iglesia muerta”
 

Este cura no tiene pelos en la lengua y así lo deja claro en esta entrevista en la que muestra abiertamente su postura sobre esta institución, a la que se vinculó en junio del año 2000. Su visión de futuro es, cuanto menos, peculiar: “Veo una Iglesia que integre e iguale el papel de la mujer en todos los ámbitos, teológico incluido, y se necesitará una gran reflexión para ello”. En la misma línea, se refiere a una institución, la que a él le gustaría “con orejas bien abiertas para escuchar, corazón esponjado para amar, brazos extendidos para acoger y pies dispuestos a acompañar, tarea muy diferente a dirigir”. Y con una actitud bien clara: la de acercarse “para acompañar en tantas soledades que afectan a nuestro mundo, de las que nadie está exento. Una iglesia que sepa defender a los más pequeños”.

Óscar Rodríguez es cura de la unidad pastoral de Matallana de Torío y capellán del Hospital de León. J. NOTARIO

Óscar Rodríguez es cura de la unidad pastoral de Matallana de Torío y capellán del Hospital de León. J. NOTARIO


En busca de respuestas

Y es que vivimos en un mundo que busca respuestas, que atraviesa un momento trascendental para muchas cosas, en el que existe un ansia generalizada por encontrar la felicidad, un asunto que para este cura es controvertido. “El problema de hoy es cómo se entiende esto. Estamos en la dictadura de la felicidad, en la que ésta deja de ser un camino y un proyecto de vida para entenderse como un fin inmediato, individualista, que se ancla en el ahora”. Y a este respecto también se muestra tajante, como suele hacer: “Creemos que esto se consigue con la marca más 'top', el sitio más 'cool' o la experiencia más 'high', una felicidad de sonrisas eternas, a borbotones, que veo con frecuencia en los tiktoker, facebookeros, instagramers, etcétera. Puñetas, te metes en el mundo digital y todos son felices. Da miedo preguntar a alguien si es infeliz por algo después de colgar un selfie porque puedes fenecer por ello”, señala, al tiempo que asegura que la felicidad para él es algo bien distinto: “Es una tarea de búsqueda que lleva toda una vida”.

“Estamos en la dictadura de la felicidad, en la que ésta deja de ser un camino y un proyecto de vida para entenderse como un fin inmediato, individualista”
 

Además, tal y como él lo entiende, hallar la felicidad conlleva un cambio de mentalidad, “de entender el mundo y de estar al lado de los más infelices. Parece una contradicción, pero las bienaventuranzas contraponen el ser al tener”. Por esto último, entiende que “la felicidad se consigue poco a poco, cuando somos capaces de ponernos a disposición de los otros y sentir en las dificultades y tristezas de la vida la compañía del Jefe” (así llama Óscar Rodríguez a Jesucristo).

Entiende Rodríguez que la Iglesia necesita adaptarse a los nuevos tiempos. “¿Como va a ayudar a caminar si no sabe cuáles son las inquietudes, las dudas y las necesidades de la gente?”. Por eso, reivindica que la institución “se adapte a las necesidades de la gente de hoy, sin que se use las viejas recetas manidas. En algunas cosas vamos tarde y tenemos que acelerar”, añade.

“Es necesaria una Iglesia que juzgue menos y perdone más”
 

Reivindica la pluralidad en las iglesias, “donde convivan los diversos carismas y se evite la uniformidad que difiere mucho de la unidad ansiada por Cristo” y apuesta por que la institución religiosa no haga proselitismo. “Cuando se pierde en estructuras de poder o busca tener influencia en ámbitos ajenos a lo que le es propio pierde la esencia del Evangelio y así nos va”.

Volver al origen

Bajo su punto de vista, la Iglesia tiene que volver al origen, al evangelio de Jesús y su misión, una comunidad a la que le hacen falta muchos cambios en su estructura, en su gobierno. “Cambios en la visión del mundo, del hombre, de la ecología, la sexualidad... sin perder la esencia del mensaje original, el del 'Jefe'”.

Entiende fundamental “una Iglesia que juzgue menos y perdone más, que entienda el pecado desde una moral de actitudes más que de actos y que sepa ser maternal” dentro de un mundo que él encuentra “demasiado emocional, donde lo que uno siente o quiere sentir empieza a distorsionar la realidad, donde lo empírico no tiene cabida y la construcción de la razón se relativiza y se empieza a imponer un pensamiento único, cada vez más dictatorial y menos disidente por no ir en contra de lo políticamente correcto”.

Somos pecadores”

Óscar Rodríguez no va de divo divino y asegura que, como seres humanos, siempre estamos en purga. Una purga de la que habló Benedicto XVI, quien predijo, antes de ser papa, que el cristianismo pasaría por una limpieza y que lo que quedase tras él iba a ser luz para el mundo.”Quienes formamos la Iglesia somos pecadores y no tenemos que tener miedo a decirlo y admitirlo. Servidor, el primero de todos”. ¿La solución? “Transformar, cambiar y purificar mucho en nuestras vidas para seguir más y mejor a Jesús, porque él no vino a salvar a los justos, sino a los pecadores”.

Y deja una reflexión final: “La Iglesia formada por hombres también es pecadora, no deja de ser una mera vidriera que tiene que limpiar bien sus vitrales y teñir de colorido con la luz que los atraviesa el mundo al que sirve. Los vitrales de colores son los carismas; los vidrios, las personas que formamos la Iglesia y el plomo que los une, 'El Jefe', Cristo”.

Termina con una frase en la que emana vocación. “Todavía nos queda mucha limpieza, ya que nuestros vidrios están muy sucios; pero el esfuerzo vale la pena. Aunque nos lleve toda una vida.

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