Diario de León

Álvaro Caballero | Periodista

«El periodista debe retratar la escena y no contaminarla»

Álvaro Caballero, ayer, retratado en la redacción de Diario de León después de conocer el premio

Álvaro Caballero, ayer, retratado en la redacción de Diario de León después de conocer el premio

León

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Salir a contar la nada. Una nada que daba miedo y un enemigo invisible en forma de virus al que casi no sabía uno ni cómo llamarlo. Periodismo en estado de alarma fue lo que hizo Álvaro Caballero. «Era salir a contar lo que había. No se trataba de inventar nada, sino de aplicar la regla básica del periodismo que manda salir, ver y contar lo que se encuentra. Esa nada estaba llena de historias que queríamos contar», relata. Luego, ahora, a veces llegan premios, como este Cossío.

En este trabajo bañado de incertidumbre, Caballero se quita la medalla de héroe o protagonista, aunque al salir de casa cada mañana ni se intuía lo que iba a pasar. «Sabían que iba a volver porque contaban con que los bares estaban cerrados», comenta con humor. «Tenía casi un uniforme que dejaba metido en una bolsa de plástico en la terraza. Cuando llegaba, sin tocar a nadie, me metía en el baño, me duchaba y desinfectaba todo lo que llevaba encima: la libreta, el bolígrafo, el móvil, las llaves... Luego, sólo había que sentarse y ordenar los testimonios», cuenta, al hilo del estresante tiempo que se vivió en cualquier sitio ante la necesidad de tomar precauciones sanitarias que no tenían guion previo.

cossios recibidos por  diario de leon

Si existe el periodista de raza, puede que Álvaro Caballero sea uno de los mejores exponentes, capaz de observar de lo local a lo universal con la curiosidad de quien tira con pasión del hilo de la noticia. Y en estas, él, siempre con los fotógrafos, rastreó ese León desierto con una intención clara: huir de ese protagonismo. ¿Cómo?: «No serlo, no juzgar, no colocarse por encima de lo que ve. La noticia no estaba en que hubiera un periodista en la calle con un fotógrafo: la noticia estaba en lo que veía, en la gente con la que hablaba, en lo que comprobaban en primera persona. Los protagonistas eran los ciudadanos. El periodista no debe contaminar la escena, sino retratarla», explica.

Y a fe que lo hizo, porque día sí, día también, sin ver ni siquiera el inicio del túnel, ahí estuvo. No era plato de buen gusto, pero sí un trabajo apasionante de un tiempo del que se sabía que iba a ser histórico. Él, tal vez otra cualidad, disparó a lo cotidiano: «A mí me gusta hablar con la gente. Salvo alguna excepción, cuando nos acercábamos a la gente a que nos contaran su historia, sin saber en la mayoría de los casos ni quiénes eran, se abrían por completo. La gente tenía necesidad de que la escucharan y de saber de los demás. No había tiempo para héroes, ni protagonistas. En un momento de crisis, cada uno hizo el trabajo que le tocaba, sin darse más importancia de la necesaria», asegura.

Reconocimiento

Toda esta labor aparece ahora reconocida y él mismo es el que se encarga de repartir el elogio con todo el periódico. «Los premios se comparten. Este, todavía más. Es un premio de todo el Diario de León, que es una casa muy grande en la que, en un momento muy delicado, todos ocupamos nuestro lugar en la cadena para cumplir con la obligación de informar. Para que yo saliera, otros tuvieron que hacer el trabajo de explicar las cifras, de recoger el resto de noticias, de romperse la cabeza para contrastar todo el torrente informativo que llegaba cada día, por múltiples canales, en muchos casos adulterado. No habría premio sin todos los demás, no sólo de la redacción, incluidos los corresponsales de los pueblos que tienen un papel indispensable en este periódico, sino también del área técnica, administración, del departamento comercial... Es un orgullo formar parte del Diario de León», dice y enumera así a sus compañeros del día a día.

Se dice que el periodista escribe para que le quieran. Otros afirman que para pagar facturas. Si la virtud está en el término medio, Álvaro da una buena pista: «El periodista escribe porque es parte de su profesión, como el panadero amasa para hacer pan. Luego, cada uno tendrá su para qué. Yo suelo desconfiar de los que se colocan como guardianes de la moral, de la verdad, de la democracia. Escribo para que se lea», asevera. También seguro que para encontrar en Boñar el tiempo perdido.

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