Diario de León

«Prefiero la lluvia, el frío me muele los huesos»

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León

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Desde el martes tiene donde dormir. Pero la semana anterior, no. La semana anterior durmió al raso, con apenas el cobijo del alero de un edificio público, «unos cartones, un saco de dormir y unas mantas que había por ahí, con un gorro puesto y cubierto hasta la cabeza». «A mí es que el frío me mata. Prefiero la lluvia. Pero el frío me muele los huesos. Todo el día de arriba para abajo y luego encima por la noche», concede uno de los indigentes que hace tiempo en el centro de día de Calor y Café, mientras uno de sus compañeros le riñe por no haber dicho nada. «Yo a la gente no le pregunto», zanja, después de que el amigo le insista en que hubiera tenido «un sitio» en su habitación.

Pero su habitación no es suya. «Es una casa en la que se han metido por ahí. Es lo que llamamos chupanos», aclara una de las profesionales que acostumbra a tratar a diario con el colectivo. «Donde mejor se está es en los cajeros, que tienen la calefacción», aclara el hombre, que a sus 56 años admite que está en un bucle «desde hace muchos años» en el que intercala los servicios sociales, las estancias en habitaciones de alquiler cuando le llega el subsidio y la calle.

Pero cada vez «hay menos cajeros porque los bancos los sacan fuera para que no se metan», como apunta Ana Belén Ferrero, de la Asociación Leonesa de Caridad,por cuyo comedor pasan a diario una media de 50 personas al desayuno, 110 a la comida y 80 por la noche. La solución en algunos casos es no dormir por las noches. «Hacen tiempo en la estación de autobuses, luego se van la de Renfe, donde les dejan estar si no se tumban, vuelven a donde los buses cuando reabre, a las nueve llegan a desayunar y cuando salen, se ponen a la abrigada, si hace sol mejor, para dormir hasta la hora de comer», describe la trabajadora social. «Al final, en muchos casos, se quitan el frío con la bebida, que no es excusable, pero es que sino morirían congelados», apunta.

Lo normal es que anden solos, como señalan desde Cruz Roja, que ha atendido en el último año a 311 personas en su programa de atención integral a las personas sin hogar. Aunque hay alguna pareja. «Tenemos un techo, aunque no contemos con paredes. Nos abrigamos bien en los sacos y las mantas. Al menos no nos cae la helada encima», apuntan, recogidos en una rinconada, con un alero de hormigón encima como todo cobijo. N les hace falta mirar el tiempo para hablar del frío.

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