Diario de León

Colegio de periodistas

«La prensa ha demostrado en la pandemia que es esencial»

El periodista del Diario Álvaro Caballero recibió un accésit del Premio Esencial por sus reportajes humanos del confinamiento

Álvaro Caballero recoge el premio del Colegio de Periodistas. DL

Álvaro Caballero recoge el premio del Colegio de Periodistas. DL

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El Colegio Profesional de Periodistas de Castilla y León eligió la Casa de las Conchas de Salamanca para entregar ayer los galardones de su Premio de Periodismo Esencial. El certamen ha puesto el foco en los trabajos periodísticos de calidad que se han desarrollado en la Comunidad desde el inicio de la pandemia del Covid-19 hasta la finalización del primer confinamiento.

El primer premio recayó en la serie de podcast Cuarentena, de la periodista salmantina Elena Martín, mientras que los dos accésits fueron para el periodista leonés Álvaro Caballero, del Diario de León, por su serie de reportajes publicados bajo el nombre de Puertas afuera, y para los Servicios Informativos de RTVCyL por sus dos programas en directo Más que palabras. Especial Coronavirus y Estado de alarma.

Puertas afuera está compuesta por 44 reportajes, en los que el lector encontró decenas de testimonios recogidos en la calle y que reproducían preocupaciones, desvelos y temores de más de 400 personas, cuyas vivencias representaban un drama sanitario, social y económico sin precedentes. El día a día de los consultorios rurales, la proeza de los profesionales que estuvieron en la primera fila, la pareja que aguantó 62 años y murió con dos horas de diferencia y el desgarro en los cementerios solitarios fueron algunos de los temas que el periodista del Diario de León plasmó en sus crónicas. 

Álvaro Caballero, destacó en su discurso que «en los peores tiempos para el negocio y los mejores para el periodismo, la prensa ha demostrado que debe ser esencial. No se trata de convertirse en protagonista, ni en actor de los hechos, sino en estar ahí para contarlo, sin más. Tuvimos el privilegio de poder estar ahí y encontramos cómo contarlo, por encima de las trabas y los intentos de convertir la información en un discurso uniforme: eso es lo esencial, esa es la clave de esta profesión».

Caballero contó que un profesor de cuarto de EGB le castigó —para evitar que hablara en clase— a leer el periódico. Con la sección de Deportes del Diario se enganchó a esta profesión. Repasó luego su paso por la Universidad Pontificia de Salamanca, donde aún no ha ido a recoger el título y cómo uno se hace periodista «a fuerza de intentarlo, de perseverar, de escribir, de salir, de ver, de escuchar y de no callar».

Durante la pandemia —explicó— «apostamos por las armas de la profesión y la esencia del oficio: un redactor y un fotógrafo en la calle —unos días Jesús F. Salvadores, otros Fernando Otero, Ramiro o Marciano. Nada nuevo: salir, preguntar a la gente y relatar lo que había. Caballero se siente un «privilegiado» por haber empezado a trabajar en este periódico desde que acabó la carrera. 

«Diario de León es mi casa. Una casa grande que, forzada por la pandemia, se disgregó en pequeñas células interconectadas, sin perder un solo día su compromiso con los lectores.

Yo no hubiera podido salir puertas afuera sin todos los demás. Sin toda la redacción, en la que hay redactores, maquetistas, infógrafos, documentalistas, personal del área técnica, que se fajó de una manera admirable para completar un producto de calidad; sin los corresponsales, que cumplieron con su papel indispensable para luchar contra la despoblación del mundo rural; sin los fotógrafos que me aguantaron y dieron una lección, otra más, de que para ver no basta mirar; sin los equipos de administración, desde José Luis en la puerta hasta el último comercial, que apuntalaron el periódico cuando apenas había ventas, pero crecía la demanda de los lectores, impenitentes en el peregrinaje a diario al quiosco y ávidos en los seguimientos desde sus hogares. Gracias a todos».

Caballero también agradeció a su familia que sufrió durante más de tres meses que una habitación se convirtiera en un espacio de esa redacción dispersa: a mi mujer, Inés, que da sentido a mi información, y a Martín y Mateo, que la sufren».

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