Diario de León

Héctor Rifá llegó con un año y con dieciocho se fue a estudiar a la Universidad de Barcelona

Rifá, el psicólogo de la «mujer salvaje», pasó su infancia y juventud en León

«El Padre Isla era una institución, allí estaba lo mejor y lo peor de cada casa», asegura

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Ana G. Merayo - león
León

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Comunicar con Pnong Peng resulta tan fácil como hablar con Madrid. Al otro lado del auricular una voz jovial, cálida, sin pretensiones, me acoge. Le digo que soy escritora y leonesa. La voz de mi interlocutor inmediatamente gana un punto de animación. ¡Ah, León! Y es que León es para Héctor Rifá su territorio más intimo, el más recóndito, el territorio más amable, el de la infancia, la adolescencia y la primera juventud. Territorio de cumbres, senderismo, montaña pelada y nieve en familia, al que Rifá llegó con apenas un año y se marchó con dieciocho para estudiar en la Universidad de Barcelona. Territorio de primeros pasos en las Discípulas y Bachillerato en el Padre Isla. «El Padre Isla era una institución, allí estaba lo mejor y lo peor de cada casa», me confía entre risas. Ha pasado veinticuatro horas en Ayadow, la comuna donde ahora reside Rochom Pnie, la joven camboyana que desapareció en 1986 cuando pastoreaba a la edad de 8 años con búfalos. Tras el largo viaje de regreso a Pnong Peng por una carretera hecha de tramos de tierra «con boquetes por los que podría caber una moto» -dice- la valoración empieza a cobrar cierta perspectiva. Los puntos positivos priman sobre el resto. «Si en un primer momento se desplazaba con tracción a cuatro patas, en la actualidad mantiene una posición completamente erecta y no hay duda de que es una mujer. En mi opinión, más que cualquier otra circunstancia, la muchacha estaba aterida, tremendamente aterida. Eso es lo que creo», añade Rifá. Héctor Rifá llegó en la tarde del martes a la localidad donde se encuentra la «mujer salvaje», tras un viaje de unos 700 kilómetros por carretera y cerca de 22 horas desde Phnom Penh, la capital del país. A su llegada a la pequeña casita de la localidad de Oyadaw, que es la capital del distrito del mismo nombre, el psicólogo se encontró a la madre espulgando el pelo de su supuesta hija, que estaba en cuclillas debajo de un árbol de anarcardos. Según el psicólogo leonés, además de las casi dos décadas que ha pasado en la jungla, hay que tener en cuenta que cuando era una niña la familia vivía en una aldea remota de la misma zona, pero hace algunos años se trasladaron a Oyadaw, la capital del distrito. «La muchacha estaba aterida, tremendamente aterida. Eso es lo que creo» HÉCTOR RIFÁ

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