Diario de León

A por la emancipación

Salir del nido, el sueño de papel de los jóvenes

Independizarse es una de las asignaturas pendientes de la población entre 16 y 29 años. El trabajo precario y la falta de oportunidades, factores más señalados

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«Si tengo expectativas de opositar, al menos me esperan cuatro años en casa, y eso si apruebo. En caso contrario nunca se sabe», relata con tono de incertidumbre Alejandro González. Para él uno de los retrasos de León de cara a la emancipación es la escasez de empleo, porque «la gente joven sólo trabaja de teleoperador o camarero, y ya ni si quiera se quedan en la ciudad», critica. La única salida que contempla es «el tema de logística», aunque a sus 22 años su esperanza se diluye entre sueños de papel.

Alex González, 22 años. Piensa opositar, así que aún le quedan unos años junto a sus padres. MARCIANO PÉREZ

Christian Fernández, de 23 años, lleva ya un año y medio trabajando en Puente Villarente, pero su nivel de ingresos tampoco le permite independizarse. «Emanciparte te hace madurar, ver la vida de otra forma, sin que te den todo hecho tus padres y valorando el esfuerzo que esto les supone. Y a mayores son responsabilidades: pagar luz, agua, internet...». Si él decidiera irse a un piso de alquiler «llegaría apuradísimo» a fin de mes, reconoce, porque quedarte en casa además de ser más cómodo «es una forma de no asumir riesgos».

Christian Fernández, 23 años, descarta independizarse porque sus ahorros mermarían MARCIANO PÉREZ 

Christian también lamenta que si saliera de casa no podría ahorrar para llevar a cabo sus planes de futuro. Aunque la mayoría de jóvenes de entre 16 y 29 años no pueden emanciparse, hay quien no tiene la necesidad de irse de casa, como el caso de Andrea Bayo, de 23 años. «Estoy muy cómoda, estudio y trabajo y puedo ahorrar dinero mientras colaboro en casa. Hasta que no encuentre el trabajo de mi vida no me voy a ir», revela certera. En el opuesto está Susan Fernandes, de 18 años, quien lleva siete meses independizada junto a su pareja. «Trabajar de camarera no es lo mejor del mundo, pero necesito dinero para pagar mi alquiler». El precio de la libertad lo establece cada cual. «No es tan complicado como lo pintan: si quieres libertad, piensas un plan, buscas un trabajo y a empezar». Y, ¿qué hay tras casi un año de emancipación? «Ha sido duro, sobre todo al principio... Sólo la fianza eran 800 euros, más los gastos. Pero merece la pena», sentencia.

Otro caso de éxito emancipador es el de Sofía Pardo, de 28 años. Mientras trabajaba en Reino Unido le surgió una oportunidad en Spain is More, en León, y ya lleva cuatro años en esta agencia de viajes. Gracias a dicha estabilidad ha podido instalarse hace unas semanas en su casa, comprada hace año y medio. «Me ayudaron mis padres con la mitad del dinero, pero yo ahorraba todos los meses la mitad de mi sueldo para poner mi parte», matiza. Ahora puede explicar el «orgullo» de haberlo conseguido y, a la par, el «estrés» que genera todo el abanico de responsabilidades que se le viene encima. «Al final, si quieres puedes», incide.

Sofía Pardo, 28 años, el ejemplo de que sí se puede. MARCIANO PÉREZ

Capitales de locos

Ser periodista en Madrid es sinónimo de precariedad. Así lleva varios años el leonés Hugo García, de 25 años, que ha conseguido trabajos temporales en medios como la revista Shangay Express. «Una habitación te puede costar 400 o 500 euros, y si buscas un estudio (cocina, habitación y baño) de 800 euros no baja», comenta al otro lado del teléfono. «Sin la ayuda de mis padres tendría que irme», lamenta, por la escasez de oportunidades que existen en su profesión, que considera «muy irregular». «Si soy optimista me gustaría encontrar un trabajo que me permita irme de casa». Misma realidad en Barcelona, dónde Elisa Herrero, leonesa de 22 años, vive desde hace dos años. «Cuando vivía en Gijón pagaba 160 euros por una habitación gigante al lado de la playa, sin embargo en Barcelona o Terrasa el precio del alquiler se dispara», admite. Ahora paga 1.100 euros por un piso compartido con otras tres personas. Lo único positivo de las grandes capitales es «el precio del transporte público, que para la gente joven es una ventaja», comenta. Y la gran dificultad «trabajar mientras estudias», considera Elisa, que espera «devolver pronto» el dinero que sus padres le han dejado estos años.

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