Diario de León

La segunda ola del virus y el confinamiento tumban al sector del turismo en León

Los hoteles se quedan sin clientes pese a que contaban con reservas del 80% para el puente, mientras la hostelería y el comercio actualizan sus previsiones hasta prever cifras de cierres de más del 50% y el 30%

Imagen de la plaza Mayor de León, ayer a mediodía, con las terrazas casi desiertas en mitad del puente del Pilar. JESÚS F. SALVADORES

Imagen de la plaza Mayor de León, ayer a mediodía, con las terrazas casi desiertas en mitad del puente del Pilar. JESÚS F. SALVADORES

León

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En toda la mañana la caja apenas deja el saldo de «una estampa de la Virgen de los Remedios». Acaba de dar la Berenguela la una de la tarde en el reloj de la Catedral. Frente a la torre en la que se cobija la campana, Eva Dos Ramos, encargada de la tienda de souvenirs JR, hace balance. «Esto es una ruina», concede. El análisis se enmarca en un entorno con hoteles cerrados, comercios vacíos y más de una docena de bares y restaurantes en pleno casco histórico que han bajado la trapa y dado vacaciones a los camareros . «Vamos horriblemente mal», apostilla Ana Alonso, dependienta de la tienda de al lado, Naura regalos, para resumir el resultado del puente del Pilar: el fin de semana largo que, sumado al precedente de San Froilán, daba aire para afrontar el erial de noviembre y llegar a las puertas de la Navidad, la Inmaculada mediante. Pero este año, el «salvavidas» se pierde en el horizonte del confinamiento perimetral, mientras la segunda ola del virus amenaza con tumbar la resistencia del sector turístico de la capital leonesa.

No queda mucha. La que se había acopiado con el «ligero repunte de julio y agosto», pese a la bajada de septiembre, terminó en el «desastre» de este puente, como sentencia Manuel García. El portavoz de la Unión Hotelera describe cómo «en 48 horas» desde el anuncio del confinamiento perimetral «se cancelaron las reservas que garantizaban el 80% de ocupación para el viernes, sábado y domingo». En cambio, se han quedado con apenas «un 5%» de las habitaciones ocupadas en su grupo, en el que sólo está abierto el Alfonso V y permanece cerrado el Conde Luna. «Hemos perdido la posibilidad de tener un puente medianamente normal, con ocupaciones decentes. Es un desastre, el remate de lo que venimos sufriendo en un año dramático», señala el representante del colectivo.

El puente se afrontaba como «un parche de un salvavidas, pero al menos permitía generar dinero», concede García. Sin estas entradas siquiera, «los gastos son grandes como para mantener establecimientos con unas pérdidas de ingresos del 75%», calcula el portavoz de un colectivo en el que ya hay «4 de los 14 establecimientos de la ciudad cerrados». «Cada uno tendrá que valorar su situación. Noviembre, diciembre, enero y febrero siempre son los más bajos. No hace falta ser adivino para prever que habrá algún cierre más en León», vaticina.

Las estimaciones en el comercio van parejas . Donde se hablaba de un 30% de cierres, después de los últimos acontecimientos ya se reconoce que se han quedado «cortos». «Serán más», admite el representa del sector en la Cámara de Comercio. José Manuel Alonso anota que «ha sido un impacto muy fuerte» que dejará sus consecuencias en los próximos meses. «Lo que sí pedimos es que no haya subidas y bajadas, idas y venidas, que no se den cierres perimetrales y cambios cada poco, que haya un consenso para no dejar a nadie atrás», solicita. En esa dirección van dirigidos «los bonos del consumo, de los que ya van vendidos alrededor de 600.000 euros y que se han alargado tanto en la cantidad como en el tiempo para llegar a las compras navideñas». Aunque «con los Erte hay menos capacidad del consumidor, que se une a las medidas restrictivas», señala el comerciante leonés.

La suma de los factores hacen que, a media mañana, Iván Domínguez reconozca que «no se ve ni gente pasar». No se trata de un local escondido. Ni mucho menos. A la entrada de la Calle Ancha, ocupa el local de la histórica sombrerería en el que ahora está el cartel de Daichi, el negocio familiar que trajeron de Veguellina de Órbigo cuando hace siete años se abrió la oportunidad del traspaso. Pero no hay clientes. Suelen «vender mucho a la gente de fuera, del País Vasco y Asturias, sobre todo», aunque el cierre perimetral hace imposible llegar a los ingresos que calculaban para el puente . «En estas fechas solemos estar mi madre, Beatriz Mielgo, y yo, que vengo los fines de semana y fiestas, pero con uno nos sobramos ahora», detalla.

El comercio tenía «muchas expectativas para este puente, porque es uno de los más fuertes, pero al final se ha quedado en nada», como expone Ester Martín. Desde detrás del mostrador de Patatas Marcos, en la Ancha, hace tiempo ante «la falta de turistas», aunque ahora van «tirando con la gente de aquí, que también se nota que está comprando más». «Hay que mirar a largo plazo, a un año o más, y entonces ya hacer análisis», mantiene, mientras despide a la proveedora que acaba de dejarle la mercancía. Cumplido el porte, Elena Tundidor sale con la carretilla por la vía principalis abajo con dos cajas llenas de Nicanores. «Se ha resentido muchísimo. Para nosotros era el puente que más gente traía porque estaba la feria en Boñar. Se vendía lo inimaginable. Pues ahora, cero», explica camino del siguiente encargo.

No hay problema para cruzarse sin guardar la distancia en el casco histórico . Apenas en el mercado de la plaza Mayor se acumula un poco más de gente. Aunque la cosa «esta así, así», como señala Luz María Menéndez mientras gira la muñeca. Hay «poca cosa, ni siquiera la mitad de lo que había», se lamenta, abalconada tras su puesto de flores del mercado de los sábados. «Teníamos mucha esperanza en que sería el salvavidas hasta las Navidades, pero no hay nada. Si no hay turistas se resiente, aunque sí que ve más gente de León porque como tampoco les dejan salir vienen a comprar», reseña.

No llegan para cumplir con el objetivo de hacer una caja que permitiera «sacar un poco la cabeza y llegar Navidad», como concede César Álvarez. «Aquí estamos, como si no hubiera puente», sentencia en la tienda de Embutidos Goyo, en la calle Santa Cruz, a la puerta de la plaza Mayor, sin las colas que se dan a menudo en estas fechas a media mañana. «Habrá que sobrevivir», zanja, colocado para la foto debajo de la bufanda de la Cultural que corona los estantes plagados de vinos, conservas y embutidos.

El horizonte de supervivencia se atisba lejos . Frente a la Catedral, Ana Alonso, de Naura Regalos, y Eva Dos Ramos, de souvenirs JR, inciden en que «el fin de semana pasado todavía hubo algo, pero este ni siquiera hay gente de León». Tenían «mucha esperanza en este puente para que, juntándolo un poco con lo de los Santos», les alcanzara «hasta Navidad, pero nada». «Ahora, que esto no cierre y nos manden para casa, como le pasa a los compañeros de los bares de alrededor, a los que han enviado de vacaciones después de cerrar».

Entre los locales que citan figuran los «5 de 12 totales que tiene el Grupo Glam, y otro más pendiente de cómo vayan las cosas», como confirma Javier Rodríguez. «Mañana mandaré a la mitad de los que me quedan al Erte», avisa. El 50% que envía a casa hace que del centenar de empleados se vayan a quedar en «poco más de veinte», calcula, a la vez que coloca las mesas de la terraza del Mamá Tere, en la plaza Mayor. «El sábado di once comidas y dos cenas. Hoy domingo tengo dos reservas. El año pasado, un día como este, tenía más de 50 comidas», recuerda, tras quejarse de que «la gente no quiere salir por miedo y porque no sabe muy bien lo que tiene que hacer». «Alguno me ha dicho que es que no pueden venir a los bares y no se trata de eso, sino de que a las diez se tienen que ir. No es sólo el ocio nocturno, sino todo lo que arrastra. Nos han cortado todo. Es la ruina total», analiza. A pesar de que se muestra «muy positivo» y espera que «esto sólo sean 15 días», prefiere «esperar a ver», más si cabe en octubre, cuando «además de la rentas vienen los impuestos».

Las cuentas tampoco le salen a José Cruz. El dueño de El Grifo, en la plaza del Grano, señala que pierde «un 45 % sin la gente de Madrid, País Vasco y los peregrinos, que son la clientela habitual», cifra, con la vista puesta en la ventana desde la que se ven cerradas las puertas del albergue de las Carbajalas. «Semana Santa, las fiestas, la Melonera, San Froilán y ahora, el Pilar. ¿Qué nos queda? ¿Quién nos ayuda? Necesitamos clientes porque tengo 12 nóminas que pagar», explica. Entre ellas se citan las que se ocupan de las «tres habitaciones» que tiene «en la parte de arriba». Cuando comenzó la pandemia, a mediados de marzo, «tenía el 100% de reservas para todos los fines de semana y fiestas del año». Ahora, «nada». En verano, «hubo un poco y este puente lo tenía completo, pero cuando decretaron el cierre perimetral todos los que habían reservado desde el miércoles hasta el lunes se borraron».«Por encima de la mascarilla nos llega ya el agua. Aquí no hay tanto músculo. Nos echan una ayuda o aquí cerramos más del 60%», advierte.

El auxilio se reclama también en la plaza de San Martín, donde Eduardo Aláiz atiende la terraza de La Comtienda en este «puente bastante flojeras» que «se ha convertido en un fin de semana malo». «Pero sólo lo que hay por la mañana porque por la noche casi nada; no trabajamos ni una hora», indica con la bandeja en la mano y apenas una docena de mesas con clientela en la zona. Más ocupación se ve en San Marcelo, que ha ganado foco con las últimas aperturas. «Hemos tenido gente, aunque no tanta como el año pasado y sólo de día», aclara Leticia González, desde detrás de la barra del Capricho, sin parar.

La radiografía completa la firma el presidente de los hosteleros. «Ruina total», titula Martín Méndez , que subraya que el cierre perimetral les ha «partido por la mitad». «Un sábado como este vendería 4.000 euros y ayer fueron 400. Tengo siete empleados que son 14.000 euros al mes, estoy vendiendo 8.000 euros. Pierdo entre 8.000 y 10.000 mensuales. ¿Cuánto tiempo puedo aguantar? Me sobran tres personas. Más del 50% de los empleados y de los negocios van a cerrar. Si León ya se moría antes... Es inasumible. Sólo nos queda rezar», se lamenta.

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