Diario de León

Un viaje de cinco siglos

Los últimos sefardíes de Egipto descienden de León y quieren ser españoles

Samy Arie descubre tras meses de investigación que sus antepasados judíos vivieron en la ciudad hace 500 años Ha pedido la nacionalidad

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León

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Samy Ibrahim quiere ser español. Y recuperar el apellido Arie. Lo borró su padre, Albert Jaque, de todos los documentos para esconder el origen judío de la familia en un país musulmán como Egipto. A él esa herencia le llevó a la cárcel. Pasó once años entre rejas, durante el régimen de Gamal Abdel Nasser.

Hasta hace poco, Samy apenas hablaba de todo eso. Ni si quiera en privado. Pero un día, revolviendo entre los recuerdos, encontró un «viejo pasaporte» de sus bisabuelos. Estaba expedido por el Consulado Español el 23 de junio de 1938. «Terminé en la embajada preguntando por ese documento y me dijeron que era un pasaporte especial porque mis abuelos estaban protegidos por la corona española como descendientes de judíos sefardíes. Eran apátridas y necesitaban ese salvoconducto para viajar», apunta este empresario de 48 años que dirige el negocio de exportación de frutas y verduras que fundó su abuelo en el país de los faraones.

A partir de ahí comenzó un viaje hacia sus raíces que termina en León, donde sitúa, hace quinientos años, el origen de la familia. «Los apellidos a menudo reflejaban de dónde venían los pueblos y descubrí que el mío, Arie, significa león. Entonces comencé a construir mi árbol genealógico y después de meses de investigación supe que procedían de esa parte de la península», subraya.

«Los Reyes Católicos los expulsaron de los reinos de Castilla y Aragón, como a todos los judíos, en 1492. Los Arie se fueron a Austria, de donde les echaron de nuevo. Tuvieron que trasladarse a un pequeño pueblo de Bulgaria llamado Samakov. Después de cuatro siglos terminaron en Estambul», revela Samy, que, junto a su padre y su hermano Hany, es uno de los nueve judíos egipcios que han solicitado la nacionalidad española que concede el Gobierno desde 2015 a los descendientes de los sefardíes.

«Mi hermano estaba muy entusiasmado con este tema y fue conmigo al Instituto Cervantes a estudiar el idioma español. Cuando terminamos los exámenes, presentamos los papeles para que nos dieran la ciudadanía y mi padre, de noventa años, también la pidió», cuenta desde El Cairo.

El tiempo que pasó entre legajos y fotos antiguas le sirvió para reconciliarse con su pasado. Hasta 2016 era solo Samy Ibrahim. Sabía de sus orígenes, pero también conocía «el sufrimiento» de sus familiares más cercanos. «Ni nos reconocían como judíos ni como musulmanes», lamenta el cairense, que durante prácticamente toda su vida mantuvo un perfil bajo respecto a este asunto. «Desvelar nuestra procedencia no era la mejor carta de presentación en una sociedad como la egipcia», justifica.

Desde El Cairo

Samy, Hany y ALbert son tres de los nueve judíos de Egipto que han solicitado la nacionalidad

Al Cairo llegaron los Arie en 1917, cuando el Imperio Otomano se apuntó a la guerra contra los aliados. Su abuelo era un pequeño burgués que se casó con una ashkenazí, nombre dado a los judíos que se asentaron en Europa Central y Oriental. Encontró el certificado de matrimonio firmado por el rabino que lo ofició. Él abrazó la nacionalidad, algo poco común en aquellos años. Eso le permitió continuar en Egipto. Miles de personas fueron condenadas a la diáspora.

Albert Arie, en el centro, junto a sus hijos HaNy t Samy (derecha). DL

«Yo nací en El Cairo en 1967, después de la Guerra de los Seis Días. Mi madre era musulmana y mi padre Albert, judío convertido. Se negó a salir del país y esa terquedad le costó la cárcel», expone. «Para evitar problemas cambió su nombre y así es como me convertí en Samy Ibrahim en lugar de Samy Arie», detalla este empresario, a quien le «gustaría mantener el apellido original en el pasaporte» cuando le otorguen la nacionalidad española.

Ya ha presentado todos los documentos que halló tras varios meses de pesquisas. Viajó hasta Madrid para iniciar los trámites de una nacionalidad que ha cambiado su percepción sobre España. «Antes lo veía como un bonito país, pero ahora lo siento como la tierra donde se encuentran mis orígenes», reconoce Samy, que ha podido contarle a sus tres hijos toda la historia del pueblo sefardí, que durante quince siglos contribuyó a la creación de lo que ahora es España y Portugal. Hasta el destierro.

Investigación

Un certificado de 1934 y un pasaporte  de cuatro años después le puso sobre la pista de sus orígenes

Todavía hoy son evidentes los vestigios de aquella época en la capital leonesa. Hay lápidas en el Museo de León y en la Catedral. De hecho, existen certezas de que ya en el siglo X se asentó en Puente Castro una comunidad sefardí bastante importante, que creció al amparo del Fuero de León y de la Ruta Jacobea.

«Lo que España ha hecho para reconciliarse con su pasado es algo muy civilizado. Solo espero que el país árabe haga lo mismo con los judíos que fueron expulsados en los años cuarenta y cincuenta. Hay que devolverles la ciudadanía», reclama Samy, que actualmente está muy involucrado con esta causa. «Comencé buscando mi identidad y mis orígenes y terminé preservando la herencia judía», celebra este comerciante del Cairo, vicepresidente de la oenegé Drop of Milk Egypt, que se «encarga de preservar esta herencia», presente en sinagogas y cementerios.

«Me gustaría plantear la definición de la palabra hogar. Esto es algo muy importante para un descendiente de judíos que quiere explicárselo a los jóvenes», concluye Samy, reconciliado con la herencia familiar a la que durante mucho tiempo dio la espalda. «Vuelvo a ser Samy Arie, de la ciudad de León», sentencia este licenciado en Comercio y Administración de Empresas.

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