Diario de León

Los vecinos de los okupas de Álvaro López Núñez denuncian desamparo del Ayuntamiento tras años de conflicto social

Aseguran que nadie del Ayuntamiento les hace caso tras cuatro años de conflicto y sufrimiento

Entrada al edificio okupado, en el número 44 de la calle Álvaro López Núñez, a poca distancia del colegio Maristas. RAMIRO

Entrada al edificio okupado, en el número 44 de la calle Álvaro López Núñez, a poca distancia del colegio Maristas. RAMIRO

León

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Los vecinos de los bloques anejos al número 44 de la calle Álvaro López Núñez no aguantan más. Sufren desde hace «cuatro años» un problema de convivencia «grave» que conocen perfectamente en el Ayuntamiento, pero que sigue sin solucionarse, a pesar de las reiteradas denuncias que han hecho los afectados.

Varios pisos de ese bloque, que a simple vista presenta un estado lamentable, continúan okupados, aunque los inquilinos son nuevos. «La cosa ha ido a peor desde que lo denunciamos en Diario de León en el mes de junio. Se fueron los que estaban antes del verano y han venido otros, más conflictivos. No se cortan. Tiran las papelinas con droga por la ventana y discuten a cualquier hora», revela una persona que lo sufre. Nadie se atreve a dar su nombre. La misma versión ofrece otra de las damnificadas. «Pasamos miedo. Las administraciones no nos hacen caso a pesar de que hay una concejala delegada de este barrio, Evelia Fernández», reprocha.

Tampoco han tomado ninguna decisión de calado en el consistorio, al que piden auxilio. Y eso que el 13 de septiembre trasladaron este conflicto al concejal de Participación Ciudadana, Nicanor Pastrana, durante la jornada ‘¿Por dónde empezamos a mejorar tu barrio?. «Tras las reuniones con el alcalde, subdelegado del Gobierno, representantes de las policía y la concejala del área, seguimos sufriendo los desmanes de los okupas y las consecuencias que ello conlleva», lamentan los propios vecinos, que piden al regidor José Antonio Diez que busque una solución a este asunto. «Aquí hay un problema de insalubridad importante y eso supone un riesgo. Alguien tiene que asumir sus responsabilidades», insisten.

La puerta de entrada al número 44 está completamente rota, sacada incluso de las bisagras. Hay cables enganchados por la fachada para que llegue la luz a los pisos de forma fraudulenta. «Y muchas peleas. Se ponen a discutir, venden droga y tenemos miedo», añaden los perjudicados. Algunos viven pared con pared. «Cualquiera se atreve a asomarse por la ventana. Si al final pasa algo, nos queman la casa, o se incendia por los enganches, nos agreden o insultan, quién se va a hacer cargo. Esto no es nuevo, llevan aquí cuatro años», asegura otro vecino mientras muestra un vídeo en el que se escucha perfectamente una de las discusiones entre los que okupan las casas. Se amenazan de muerte a grito limpio. «Nosotros también pagamos impuestos y no tenemos porqué aguantar todo esto. A dónde va nuestro dinero porque no hay ni un solo árbol, ni bancos, ni seguridad ciudadana», critican. Además la ocupación ilegal de este edificio deprecia los colindantes. Hay pisos que han perdido el 50% de su valor. «Aquí no quiere venir nadie. En toda la calle no hay nada de actividad comercial. Quién va a montar un negocio al lado de unos okupas», apunta el propietario de uno de los locales. «Necesitamos que nos escuchen y se resuelva este problema. Se pueden tapiar las casas si el dueño —el inmueble entero es de Bankia— no se hace cargo. Algo hay que hacer. No podemos seguir así, sin dormir la mitad de las noches, asustados», revelan los afectados. La entidad financiera ha denunciado el allanamiento, pero la justicia todavía no se ha pronunciado.

Mientras tanto, los vecinos de Álvaro López Núñez, reclaman más presencia policial y que los «legisladores hagan su trabajo». No entienden cómo se puede proteger a unos okupas que infringen las normas más básicas de convivencia y tienen atemorizado al barrio. «Antes había niños pequeños, ahora creemos que no. Son mucho más conflictivos que los otros. Nosotros también tenemos hijos y por esta calle cruzan cada día cientos de chavales para ir al colegio. ¿Están los padres al corriente de que pasan por donde puede caer una jeringuilla?», pregunta una de las vecinas, harta de las voces y los conflictos. «Si fuera una familia que necesita ayuda yo misma les llevaría comida, pero esto no tiene nada que ver», concluye.

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