Diario de León

Mini. 60 años… de pasión al volante

Pequeño por fuera… ‘grande’ por dentro, sobre todo en experiencia —por disfrute— de conducción. mini

Pequeño por fuera… ‘grande’ por dentro, sobre todo en experiencia —por disfrute— de conducción. mini

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León

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Una historia… de tradiciones. Para los aficionados al automóvil, con habilidades manuales, ‘aquel’ local del suburbio londinense de Surbiton debía ser todo un paraíso: chatarra por doquier, piezas de coches, neumáticos… y un padre entregado a la ‘tornillería’ de motos y coches.

Y en medio… un tal John (John Newton Cooper, 1923 / 2000), sentando las bases de una extraordinaria carrera como ingeniero de coches de carreras allí mismo, entre esas cuatro paredes, recién finalizada la II Guerra Mundial: «ayer un hombre, hoy una leyenda», no sólo asociada a grandes éxitos en la Fórmula 1, también a las ‘preparaciones’ más deportivas de Mini.

Un par de años después del lanzamiento, en 1959, del utilitario, el empeño de John Cooper daría como resultado una drástica versión: el ágil y dinámico Mini Cooper; seis décadas después, y un montón de emociones más tarde… la leyenda continúa en clave de máxima diversión al volante, en conexión con el auténtico espíritu deportivo.

El deseo de correr se despertó, en Gran Bretaña, poco después de la guerra: se marcaron pistas en todo el país y se celebraron —disputaron— infinidad de competiciones; John tenía el talento, y la disposición para dejar huella en el mundillo de las carreras fundando en 1946, con sólo 23 años y junto a su padre Charles, la «Cooper Car Company», empresa constructora de monoplazas de Fórmula 2 y Fórmula 3.

Aquel inventivo espíritu del retoño, culminaría con el desembarco en la Fórmula 1 y sus primeras victorias en 1958; en 1959 y 1960, Jack Brabham se ceñiría, con Cooper, la corona mundial de la máxima especialidad; ‘item más’: el —entonces— revolucionario concepto de motor central tomaría carta de naturaleza en los Gran Premios de F1, donde Cooper se mantendría activo hasta finales de los años 60, con una nutrida nómina de figuras: Sir Stirling Moss, Bruce McLaren, Maurice Trintignant y Jochen Rindt, además de Brabham.

Aunque sus innovadores monoplazas de F1 hace ya tiempo que son historia, la influencia de John Cooper en la experiencia de conducción deportiva en modelos de serie… sigue hoy tan viva.

Mientras John dejaba huella en la F1, otro histórico, el ingeniero Sir Slec Issigonis desarrollaba un nuevo coche pequeño para la «British Motor Corporation»: en poco más de 3 metros de largo, el Mini clásico ofrecía un ‘panorámico’ interior para 4 ocupantes, merced a la disposición transversal del motor tetracilíndrico (34 CV) y con la caja de cambios justo debajo, abanderando la tracción delantera; así, el pionero Mini sentaba las bases del diseño de los coches pequeños, un innovador concepto —en su día— que hot continúa plenamente vigente.

A renglón seguido, Cooper ‘reconocía’ inmediatamente el potencial deportivo del Mini; es verdad que ambos ingenieros se conocían desde hacía tiempo por las carreras, aunque no es menos cierto que se necesitó mucha persuasión para elevar el ‘temperamento deportivo’ del Mini.

Consecuencia: John convencería a la —¿reacia?— dirección de BMC para la fabricación inicial de un millar de unidades con motor ‘transformado’: escasamente 1.0 litros de cilindrada y 55 CV, suficientes para alcanzar una punta, nada desdeñable en la época, de 135 por hora; a la vez que el preparador también aportaba un cambio de «relación cerrada», un mejor guiado de la palanca de cambios, frenos de disco delanteros y neumáticos más anchos y, eso también, carrocería roja con techo blanco… «la» histórica seña de identidad que ha llegado hasta nuestros días.

Desde hace 60 años, el espíritu de Mini, asociado al de John Cooper, sigue tan vigente… como siempre. MINI

Pequeño por fuera… ‘grande’ por dentro, sobre todo en experiencia —por disfrute— de conducción. MINI

Las eufóricas reacciones no se hicieron esperar: Cooper e Issigonis, aumentaron a 1.071 centímetros cúbicos la capacidad motorística, cuya potencia subía a unos redondos 70 CV, mientras ‘la pastilla de jabón’ recibía otras importantes modificaciones en la dirección, el chasis y las suspensiones, sentando así las bases de la —más que aplaudida— «sensación de karting» en la conducción de nuestro protagonista.

También las célebres juntas homocinéticas redujeron la influencia —por ‘tirones’— de la tracción delantera en la dirección (lo de ‘asistida’ era todavía un sueño), a la vez que un bastidor secundario, que sujetaba las ruedas traseras, contribuía a mejorar la estabilidad direccional, como la suspensión de goma y los pequeños amortiguadores telescópicos, que aseguraban una respuesta ‘fina’ y un progresivo funcionamiento de los muelles.

El Mini Cooper multiplicaba su popularidad, además de sus éxitos deportivos, para acabar convirtiéndose… en leyenda: Rauno Aaltonen, uno de aquellos ‘finlandeses voladores’, ganaba la categoría en el Rallye de Montecarlo 1963 y, en las siguientes temporadas (1964, 1965 y 1967) el Mini Cooper S ganaba —arrasaba— en el Montecarlo; sólo entonces —¡que lástima!— las ‘pastillas de jabón’ abrocharían su exitosa aventura en los rallyes.

Un poso, que quedaría en la calle… y en el corazón de los incondicionales: montones de ‘fans’ que, entre 1961 y 71, cultivaron la diversión —su pasión— al volante: el nombre de John Cooper quedaba, para siempre, indisolublemente ligado a Mini; los ‘kits’ de transformación firmados por Cooper hicieron furos en los años 70 y 80 mientas, en 1990, el Mini Cooper volvía al catálogo de modelos: tetracilíndrico de 1.300 centímetros cúbicos (61 CV) alojado bajo un corto capó delantero; así, los aficionados, volverían a ‘serpentear’ por las carreteras de too el mundo. Esta versión, ya con 63 CV, se fabricaría hasta el otoño del 2000 cuando, el sucesor, llamaba a la puerta.

A principios de 1994, con la adquisición del «Grupo Rover» por la germana BMW, el Mini conocería —y conoce— una nueva vida: valores clásicos combinados con la modernidad del XXI, en 2001, el Mini volvía a rodar.

Producido en la localidad inglesa de Oxford —¡menuda cátedra!—, rendía 115 CV (1.6 litros de cilindrada), podía alcanzar los 197 por hora de punta, y ‘sprintar’ de cero a cien en 9,2 segundos.

Al año siguiente, en el otoño de 2001, llegaba el Cooper S (163 CV) y en noviembre de 2006, la revisión evolutiva «del Original al Original»: Cooper de 120 CV y Cooper S de 175 CV para, un par de años después, contar en catálogo con el gasóleo Cooper D (110 CV) y Cooper SD (170 CV).

A principios de 2007, el Grupo BMW adquiría los derechos de marca de «John Cooper Garages» y, como resultado del acuerdo, la marca «John Cooper Works» ya es, desde 2008, parte integrante de la marca Mini.

Ahora, la diversidad de «diversión al volante» se plasma —la plasma Mini—, con la denominación Cooper firmemente anclada a su ADN, en el tricilíndrico de 136 CV (también en una versión Cooper SE totalmente eléctrica) y, tan fiel a la tradición como muestran sus raíces, ‘la bomba’ Mini John Cooper Works GP: 306 CV alojados en un tetracilíndrico turboalimentado de gasolina… ¡pues eso!

Así, el apellido Cooper, el de John Newton, continúa llevando el incombustible espíritu de su fundador a los confines del mundo… desde hace 60 años.

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