Diario de León

Porsche. El carné… de Ferry

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Con apenas 16 años, Ferry Posche, único hijo varón del ‘patriarca’ Ferdinand, obtuvo un permiso especial en Suttgart conducir vehículos a motor, a pesar de que, en Alemania, la legalidad exigía haber cumplido los 18. Ferry, cumplía así un sueño largamente ‘acariciado’… desde su infancia.

Nacido el 19 de septiembre de 1909 en Wiener Neustadt (Austria), solía pasear de niño por la fábrica de Austro-Daimler, de la que su padre Ferdinand era Director Técnico: “Mi padre me llevaba con él a todas partes”, significa Ferry en su autobiografía; sin saberlo, aquel joven estaba convirtiéndose en todo un aprendiz que ‘mareaba’ a los ingenieros -dicho sea en el mejor de los sentidos-, asimilando cada vez mejor los debates que escuchaba en la oficina de la compañía. Ni siquiera hubo que enseñarle a interpretar los diseños técnicos… los aprendía de manera natural en sus visitas a la planta productiva.

Más allá del ámbito puramente laboral, al autodidacta Ferry Porsche le encantaba conducir, y aprovechaba la mínima oportunidad para moverse en coche. Con apenas once años, recibiría, como regalo de Navidad,, l primero de ellos: “el coche cabrio”, porque sus padres siempre le habían dicho -a su ‘insistente’ hijo-, que se olvidara de tener un coche… sólo conseguiría una cabra con un remolque para montarse.

Sin embargo, la pieza única que Ferdinand, ya entonces Director General de Austro-Daimler, manda construir para su hijo en 1920, dispone de un motor de cuatro tiempos, con 3,5 CV y un cambio de 2 velocidades.

A renglón seguido, el retoño no solamente aprendió a dominarlo, incluso lo perfeccionó: compensó la ausencia de diferencial, montó bujías de competición y hasta perfeccionó el coeficiente de fricción del embrague.

A igual que su hermana Louise, cinco años mayor que él, Ferry participaría en carreras infantiles; en Austria, no se necesitaba carné ni permiso alguno para ‘pilotar’ en aquellas carreras.

Pero… al mudarse a Stuttgart, en 1923, Ferry se dio cuenta que las autoridades alemanas no contemplaban, ni por asomo, que un niño de 13 años pudiese conducir un coche; así que, sólo tuvo que esperar hasta cumplir los 16 para conseguir la ansiada libertad y ponerse al volante de forma legal… gracias a la expedición de un permiso especial.

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