Diario de León

Porsche y Sascha. Victorioso centenario en la Targa Florio

«Muchos alardearon de grandes motores en la Targa Florio, pero el Sascha de 598 kilos y 50 CV era un modelo extremadamente ágil»

Sascha… adelantado a su tiempo.

Sascha… adelantado a su tiempo.

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León

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JAVIER FERNÁNDEZ

Competición… antes de la producción. Se cumplen cien años desde que Ferdinand Porsche, entonces Jefe de Desarrollo y Producción de Austro-Daimler, se sirviese de las carreras para demostrar la eficacia de sus ideas: el Austro-Daimler ADS R —Sascha— ganaba (2 de abril de 1922), frente a una nutrida competencia en su categoría, la Targa Florio en las endiabladas rutas sicilianas.

Con el Sascha, Ferdinand, que entonces tenía 46 años, depositaba su confianza en el principio de la buena relación peso/potencia; una máxima que, hasta el día de hoy, siguen manteniendo fielmente los automóviles de Stuttgart-Zuffenhausen.

Ahora, un siglo después, el equipo del Museo y Patrimonio de Porsche, ha llevado a cabo la impecable restauración del histórico coche.

En 1921, Ferdinand conoció al conde Alexander Joseph von Kolowrat-Krakowsky, apodado ‘Sascha’; un entusiasta de las carreras y socio entonces de Austro-Daimler, la empresa para la que trabajaba Ferdinand; ambos, Porsche y Klowrat, hablaron sobre la realidad de una visión compartida: un automóvil pequeño, a precio bajo y con gran volumen de producción.

Superadas las iniciales reticencias del Consejo de Dirección de Austro-Daimler, la firme creencia de Ferdinand en su proyecto, llevaría a Kolowrat, magnate de la industria cinematográfica, a la financiación del ‘sueño’: un pequeño automóvil animado por un cuatro cilindros (doble árbol de levas en cabeza) refrigerado por agua de 1.100 centímetros cúbicos y, paralelamente, un biplaza de carreras (50 CV), con solamente 598 kilos de ‘romana’ ADS R… Sascha. La posición extremadamente retrasada del motor, propiciaba una distribución del 53% del peso sobre le tren delantero y el 47% restante sobre el trasero que, con los dos depósitos de gasolina llenos, y los dos ocupantes a bordo, daba como resultado un coche de lo más equilibrado; con el segundo ‘baquet’ reservado al mecánico, algo habitual en la época. Las piezas de repuesto y las herramientas se guardaban en una caja de madera situada detrás de los asientos, mientras las ruedas de repuesto se fijaban a ambos lados de la carrocería.

A pesar de las desavenencias finales, los 17 exitosos años que Ferdinand estuvo en la Austro-Daimler, supusieron para él un excelente trampolín para que, a finales de abril de 1923, se uniese a Daimler en Stutttgart.

Mientras trabajaba en su proyecto de automóvil pequeño, Porsche conocería a quienes, años después, serían sus primeros empleados: Otto Zadnik y Kart Rabe su sucesor, este último, en Austro-Daimler. En 1931, junto con su yerno Antón Piëch y el ex piloto —metido a empresario— empresario Adolf Rosenberg, fundaría una oficina de ingeniería con la que mantendría la costumbre de probar los coches en las carreras antes de que pasasen a la cadena de producción en serie, con especial importancia en su más querido escenario… la Targa Florio.

De hecho, lo que el padre Ferdinand comenzó hace un siglo, su hijo Ferry lo continuaría con la fundación de la icónica marca que luce orgullosamente el apellido familiar; así que, desde ‘la noche de los tiempos’, el fabricante ha sido un asistente habitual en la exigente prueba siciliana: 11 victorias absolutas convertían a Porsche en la marca con más éxitos allí. En 1956, Humberto Maglioli ‘inauguraba el marcador’ al volante del 550 A Spyder, evocando la victoria firmada por el equipo dirigido por Ferdinand y el conde Kolowrat en 1922, enarbolando fielmente ‘sus’ principios: superar a competidores con mecánicas de mayor cilindrada.

Siglo mediante y un puñado de victorias después, una pequeña placa de latón en su tablero de instrumentos, daba fe de que ‘aquel’ coche de carreras que venían formando parte de la exposición del Museo Porsche, se había restaurado en junio de 1975 por alumnos del taller de formación de la marca: «Investigamos un poco y descubrimos que el Sascha llegó aquí a finales de la década de 1950 y fue reparado con los medios de entonces», comenta Kuno Werner, supervisor del Museo Porsche.

El pasado 2021, Werner y su equipo se propusieron un objetivo: restaurar el Sascha a tiempo para el primer centenario de la primera victoria, reconstruyendo fielmente la estrella de La Targa para que pudiese circular de nuevo. Por si fuera pequeño el reto, el responsable del ambicioso proyecto encargó la restauración del vehículo más antiguo del Museo Porsche… a su empleado más joven; así que, el escasamente treintañero Jan Heidak (28, para ser exactos) se puso manos a la obra con el concurso de antiguos especialistas, ya jubilados y más que familiarizados con las antañonas prácticas automovilísticas que, dicho sea de paso, se mostraron encantados con el encargo de compartir sus conocimientos y, eso también, transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones.

Durante medio año, el equipo dedicaría sus esfuerzos a la suspensión de eje rígido, los frenos y el motor, definiendo la categoría del pequeño tetracilíndrico que, con un diámetro de 68,3 mm. y una carrera de 75,0 mm. tenía que ser tan ágil como deportivo.

Después de todo, el Austro-Daimler ADS R ‘Sascha’, contenía muchos de los genes que acabarían por convertirse en la base de Porsche…la construcción ligera.

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