Diario de León
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Los cuatro prototipos ADS R, se terminaron sólo uso días antes de la Targa Florio de 1922, incluso hubo que esperar a que sus carrocerías de aluminio estuviesen pintados (originariamente en rojo… para que no los robasen en Italia) para subirlos al tren.

Para diferenciarlos en la distancia, algo habitual —incluso hoy— en las carreras, Klowrat los decoró con símbolos de naipes: corazones para su propio ‘Sascha’; diamantes para el entonces piloto Alfred Neubauer (sí, ese mismo, el después celebérrimo director deportivo de las ‘Flechas Plateadas’); picas para Fritz Kuhn y tréboles para Lambert Pöcher.

El conde Kolowrat no sólo pilotó y dirigió, también financió la ‘aventura’; más tarde, los cuatro pilotos calificarían La Targa como «una carrera extraña por rutas endiabladas».

Los coches tomaban la salida a intervalos de dos minutos, con lo que los participantes nunca sabían contra quién competían.

Objetivo: completar cuatro vueltas —108 kilómetros cada una— a la isla de Sicilia; después de 432 kilómetros, 6.000 curvas y pendientes de hasta el 12,5%... el primer Austro-Daimler firmaría la decimonovena posición en la clasificación general, a una media de solamente 8 Km./h inferior a la de los coches más rápidos y con motores mucho más potentes. La prensa italiana elogiaba al pequeño y resistente coche (144 por hora de punta… ¡en 1922!), tildándolo como… «la revelación de la Targa Florio».

Tras ese sonado triunfo en su categoría, el Sascha se anotaría otras 42 victorias en 52 carreras, bajo la atenta mirada de Ferry Porsche.

Dos años después del debut en La Targa, el propio Ferdinand Porsche correría la prueba siciliana con Daimler lo que, entre otras cosas, le valdría el título de Doctor Honoris Causa, que todavía hoy se conserva en el nombre de la empresa.

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