Diario de León

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León

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Si Gottlieb Daimler y Karl Benz nunca llegaron a conocerse personalmente (Daimler tenía diez años más que Benz), sí que sus esfuerzos correrían paralelos, durante cuarenta años, en la concepción y perfeccionamiento del automóvil lo que los llevaría —también paralelamente— a la consecución de metas tecnológicas y dinámicas impensables para la época.

Habida cuenta que a mediados de los años veinte —del XX... claro— se contabilizaban casi noventa fábricas de automóviles en Alemania, con un abanico productivo que rondaba 150 modelos distintos, en 1924 la Daimler y la Benz acabarían cerrando un acuerdo de colaboración técnica que cuajaría con tres de las más acreditadas firmas del momento: Ferdinand Porsche, Fritz Nallinger y Hans Nibel; aunque también es verdad que el Dr. Porsche no duraría mucho en el proyecto, sólo un par de años, dejando a Nibel al mando de la nave.

Así, el 28 de julio de 1926, aquella colaboración alcanzaría el grado de... fusión: había nacido la Daimler-Benz AG, cuyo santo y seña, desde entonces y para siempre, sería la marca Mercedes-Benz.

Tres décadas después de aquel año 1930 en el que la gama del nuevo fabricante se estructuraba en sólo tres modelos: «Stuttgart», «Mannheim» y «Nürburg» —imposible más históricos enclaves automovilísticos—, los sesenta conocerían la llegada del Buque Insignia por antonomasia, el icónico 600, saltaba a la palestra como heredero por vía directa de aquel originario Gran Mercedes de los años treinta.

Era 1963, el majestuoso V8 de 6,3 litros y 250 CV, tomaba posesión de una carrocería, «Normal» o «Pullman» (batalla larga, «paso alargado» se decía entonces) con, además, suspensiones neumáticas para, como fácilmente puede suponerse, acentuar la confortabilidad de sus ocupantes. Un poderoso morro, cuya generosa calandra de radiador venía rematada por la imprescindible estrella de tres puntas, faros verticales así de grandes y los cerquillos cromados en los pasos de rueda, han quedado como referentes estéticos en la icónica representación del lujo, y la exclusividad, en las propuestas de Mercedes: jefes de estado, altos mandatarios, personalidades mundiales se han convertido -y convierten- en ocasionales usuarios de un MB 600 en algún momento de su trayectoria; sin olvidar las versiones papales que han formado en el parque móvil con placa «CV 1»… Città Vaticano.

Y la historia continúa, con el nuevo S 600… como «artista invitado».

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