Diario de León

Acercamiento a humanos, turismo y cambio climático, en la agenda

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El oso pardo cantábrico, especie emblemática y representativa de la naturaleza de las montañas cantábricas, está protegido por la legislación española desde el año 1973, incluido como especie en peligro de extinción en el Catálogo Español de Especies Amenazadas. También está protegido por la legislación europea, que lo incluye en la Directiva Hábitats como una especie prioritaria cuya conservación supone una especial responsabilidad.  

En Castilla y León la especie cuenta con plan de recuperación desde el año 1990. Trascurridos casi 30 años desde la aprobación de este documento, parece que la tendencia regresiva no sólo se ha detenido sino que empieza a dar buenos resultados, como son la ocupación casi total de la Cordillera Cantábrica por ejemplares, el intercambio genético entre población oriental y occidental, así como el notable aumento en la fracción reproductora de osas con crías cada año.  

Estos datos constatan que el Plan de Recuperación del Oso Pardo en Castilla y León ha cumplido con la finalidad de incrementar el número de ejemplares, evitar el aislamiento de núcleos de población y favorecer la recolonización de nuevos territorios. Pero ahora, tres décadas después, los retos y las necesidades que plantea la especie son otros, como la puesta en marcha de protocolos que recojan las pautas de intervención en el caso de osos habituados a la presencia de personas o a la comida de origen humano, como el reciente caso ocurrido en Villablino, donde se ha detectado la presencia de un oso a las afueras de la localidad, que se ha habituado a buscar comida en los contenedores de basura, causando cierta alarma entre los vecinos.  

También se plantea la necesidad de regular una nueva actividad derivada de la imagen atractiva del oso y del aumento poblacional: el turismo de avistamiento de osos. Con una demanda creciente, el turismo de observación tiene indudables efectos positivos para la economía de los territorios oseros, pero tiene que ser específicamente regulado para evitar que se convierta en un problema de conservación.  

Los efectos del cambio climático pueden llegar a alterar las fuentes de alimentación de la especie, lo que puede suponer la progresiva desaparición de especies de plantas críticas para la alimentación y refugio de los osos.

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