Diario de León

Antonio Bodega, 90 años, maestro de tente nube

El ritual de espantar al renubero con el toque manual de campanas sigue vivo en Fresno de la Vega con la unión de jóvenes y mayores

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Antonio Bodega, maestro del toque manual de campanas, volvió a hacer hablar los bronces de Fresno de la Vega para cumplir con la tradición de tente nube. A sus 90 años subió otro 31 de enero al campanario de la iglesia de San Miguel Arcángel junto con sus jóvenes discípulos, Héctor de Paz y Diego García Carpintero, sus nietas y otros vecinos a los que no arredró ni la helada ni la altura.

«Las campanas tienen que sonar como si fueran la letra», decía el nonagenario campanero a sus pupilos para que perfeccionen su técnica. Sin prisa pero sin pausa. La letra es la letanía o conjuro con el que se pretende espantar al renubero que fabrica la piedra, el granizo y todos los males que amenazan al campo.

«Tente nube, tente tú, que Dios puede más que tú/ Tente nube, tente ya que Dios puede más que el diablo». Una letra que se repite en numerosos puntos de la geografía con variaciones como la que se ha recogido en Cantabria: «Tente nube, tente nu, que Dios puede más que tú. Si eres agua, ven acá, si eres piedra, vete allá, siete leguas de mi pueblo y otras tantas más allá...»

El toque exacto

«Las campanas tienen que sonar a tente nube como si fuera la letra, sin prisa pero sin pausa»

Esta tradición milenaria forma parte del amplio repertorio de toques civiles y religiosos de las campanas, cuando eran el ‘medio de comunicación de masas’ de los pueblos para marcar las horas, los ritos de paso, las fiestas y la toma de decisiones en la vida comunitaria.

Fresno de la Vega, pueblo agrícola y hortelano, que se distingue por su pimiento morrón con IGP, es una de las localidades donde se conserva la tradición que ha llegado a través de personas como Antonio Bodega y que han aprendido algunos jóvenes de forma espontánea, pues hasta ahora ninguna institución local se ha interesado por promover una escuela para preservar el legado. La reciente declaración de Patrimonio Mundial Inmaterial de la Unesco para el toque manual de campanas ha animado a los jóvenes estudiantes de bachillerato que han cogido gusto a esta tradición.

El toque de tente nube es uno de los que se conservan de forma genuina en esta población hortícola de la margen izquierda del Esla. La tradición mandaba subir a los campanarios a los jóvenes la noche del 31 de enero al 1 de febrero, día de Santa Brígida y San Severo, para que el sonido de los bronces llegara a las nubes e impidiera que piedra, granizo y otros males asediaran y aniquilaran las cosechas.

Antonio Bodega sube a tocar las campanas desde que llegó de la mili y se hizo sacristán. Ambos oficios ya los desempeñó su padre, pero era de los hijos más pequeños y nunca le subió a la torre de San Miguel Arcángel. Recuerda que antiguamente para subir al campanario había que hacerlo «a brincos» porque no existían las escaleras, así que ahora le parece muy cómodo y sin mérito alcanzar la torre con sus 90, casi 91 años, encima. «He subido con lluvia, con viento, de todas las maneras...» y también en 2021, el segundo año del covid, cuando adelantaron el toque de tente nube para ajustarse al horario del toque de queda.

En estos días que marcan el meridiano del invierno, tradiciones antiquísimas mantienen su eco en la modernidad. El refranero es testigo de la importancia que se ha dado en la tradición a estos primeros días de febrero: «El primero brigidero (o renubero), el segundo candelario y el tercero gargantero» en alusión a los santos que los bautizan: Santa Brígida, las Candelas y San Blas, patrón de la garganta.

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