Diario de León

El Camino Francés en una etapa

El bañezano Piru Llamazares pedaleó más de 700 kilómetros, desde Roncesvalles a la plaza del Obradoiro en 36 horas. Los cambios de temperatura, el sueño o el cansancio no le privaron de realizar la gesta

Andrés Turienzo posa con su bicicleta en la plaza Mayor de La Bañeza. RAMIRO

Andrés Turienzo posa con su bicicleta en la plaza Mayor de La Bañeza. RAMIRO

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León

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rafa reyes | redacción

Los deportistas siempre buscan nuevos retos. Andrés Turienzo Llamazares, o Piru, como le conocen sus amigos, volvió a dejar a todos impresionados con su nueva hazaña: recorrer en bicicleta 752,3 kilómetros, desde Roncesvalles hasta Santiago, en menos de 36 horas. El bañezano no estuvo solo. Sus dos amigos, Mali y Pol, le acompañaron como coche de apoyo durante todo el viaje, atentos a cualquier imprevisto técnico que pudiera surgir.

«Fue mucho más difícil de lo que pensaba», dice Piru, que se subió al sillín a las 07.00 horas de la mañana del 9 de agosto. Y es que todo se complicó nada más empezar, cuando a los 20 kilómetros, la niebla y el asfalto, mojado, le hicieron caer. «En ese momento pensé en mis dos amigos, no les podía decir que teníamos que volver a casa. Pero por suerte todo quedó en raspones, así que continué pedaleando». Ya en Pamplona, sus fieles escuderos le curaron las heridas para seguir con la travesía. A medida que avanzaban las horas se fue encontrando mejor. Primero Logroño, y después Burgos, fueron las paradas en las que Piru repuso fuerzas para poner rumbo a León. Durante este tramo, llano pero con viento de costado, el ciclista cogió su punto de velocidad, en parte gracias a los innumerables mensajes que recibía a través de Facebook. «Cada mensaje que me leían era un chute de energía para seguir adelante». La cantidad de vídeos que Mali y Pol subían a las redes sociales hicieron que La Bañeza se volcara con su vecino. Cierto es que uno de los momentos de más emoción fue la llegada a Hospital de Órbigo. «Esperaba a mi madre, su arroz con pollo, y algún amigo, pero cuando vi toda la gente que había ahí esperándome a la 01.00 de la madrugada, compañeros de trabajo, amigos de Villoria, de mi peña los Mojaos, la familia... Fue muy especial ver tanto apoyo», cuenta emocionado. De hecho, Adri, amigo de Piru, decidió subirse a la furgoneta. Pero no fue el único. Jesús también se unió a la expedición para seguir animándole hasta Santiago.

Tras la parada, continuaron la encrucijada. Era media noche y tocaba encarar los puertos. El primero lo aguantó bien gracias a «las canciones de Georgie Dann que ponían desde la furgoneta» pero el tramo decisivo era, sin lugar a dudas, O Cebreiro. «Sabía que si conseguía subirlo, lo tenía hecho». Los 2 grados de temperatura no ayudaron, pero cuanto peor lo pasaba más encima estaban sus amigos. «Yo estaba encima de la bici, pero los que pedaleaban eran ellos», admite Piru, refiriéndose a sus cuatro amigos que no dejaban de alentarle ni un solo instante.

Ya de día, una vez O Cebreiro es coronado, Sarria era el lugar elegido para hacer una pequeña parada. El cuerpo no solo empezaba a acusar el cansancio y el sueño, sino también los cambios de temperatura, ya que oscilaban 31 grados. Pero ya se vislumbraba la meta y a Piru se le venían a la mente «un cúmulo de sensaciones». La llegada a la plaza del Obradoiro, el 11 de agosto a las 18:30, supuso un «momento indescriptible», refleja el bañezano, que solo quería «abrazarse a sus fieles escuderos».

No es la primera vez que Andrés Turienzo se lanza así a la aventura. Hace poco, con motivo de una boda en Córdoba, fue hasta la ciudad andaluza en bici, concretamente en 6 etapas. ¿Cual será su próximo reto?

El joven bañezano, a su llegada a la plaza del Obradoiro. RAMIRO

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