Diario de León
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El cierre de la central térmica de La Robla no estaba previsto por Naturgy en el anterior escenario energético, aunque la incertidumbre gubernamental lo ha mantenido en el aire durante meses. En realidad, sin apoyo estatal, la decisión parecía clara. El propio argumentario de cierre de la empresa lo aclara. Durante los últimos cinco años la central térmica ha funcionado un promedio de 2.780 horas, muy por debajo de lo previsto para esta central. Sólo entre 2000 y 2004 funcionó una media de 6.450 horas.

El funcionamiento actual de esta térmica «no ha sido ni será necesario para cubrir ninguna contingencia, ni en la red de transporte ni en la distribución». Y no sólo existe suficiente potencia instalada en la zona sino que tampoco es necesaria en la red peninsular, donde se prevé un incremento de las renovables y un respaldo que no proviene del carbón. En este entorno La Robla tiene una antigüedad de 47 y 34 años en cada uno de sus grupos, y su tecnología, su ubicación en el interior y la existencia de alternativas medioambientalmente más sostenibles provocan que la planta de La Robla ya no sea necesaria.

A ello hay que añadir el escenario energético actual, con un precio del CO2 elevado, un coste de la materia prima alto y una fiscalidad que penaliza a carbón, lo que hace que no sea competitiva. A lo que se añade la ausencia de mecanismos de pagos por capacidad, unas mayores exigencias en el proceso de descarbonización y la falta de ayudas del Gobierno. Todo ello suma «razones para el cierre». Como lo son que la térmica no cubra actualmente sus costes con la venta de electricidad en el mercado, a lo que se suma la necesaria inversión para cumplir la directiva medioambiental europea si se quiere seguir funcionando.

Una suma de factores que ha llevado a solicitar el cierre y que ahora presenta su plan de desmantelamiento, según señala la empresa con la fórmula que genera menor impacto ambiental.

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