Diario de León

Productos de la tierra

El Itacyl, en busca de variedades en su arca de Noé

CyL cuenta con 33 leguminosas registradas y el instituto trabaja para su innovación

La IGP de la Alubia de La Bañeza-León fue posible gracias al Itacyl. JESÚS F. SALVADORES

La IGP de la Alubia de La Bañeza-León fue posible gracias al Itacyl. JESÚS F. SALVADORES

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León

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Desnudos sobre una placa de Petri, desprovistos del calor que ofrece el puchero y sin viajes en cuchara a la vista pero con una característica invisible que los hace únicos: la genética. Así se presentan los garbanzos en los laboratorios del banco de semillas del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl), un particular arca de Noé donde también se busca la innovación.

En sus estanterías descansan miles de simientes de cereales, leguminosas, vides, frutales, hortícolas y aromáticas que son no solo objeto de estudio en el laboratorio, sino también de catas para comprobar su aclimatación tanto al terreno como a los paladares de la zona.

Así, el banco de germoplasma del Itacyl «lo que principalmente conserva son variedades tradicionales del territorio, que se han obtenido por los agricultores y están adaptadas al lugar de cultivo y, lo que es más importante, a los gustos del consumidor de la zona», señala Carmen Asensio, de la unidad de herbáceos del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León.

En la actualidad, se cultivan apenas 150 de las 300.000 especies de plantas fanerógamas —que producen semillas— conocidas, mientras que la mayor parte de la población vive de no más de 12 de ellas. Si a esto se añade que para los principales cultivos se ha desarrollado un número limitado de variedades mejoradas que ha desplazado, por sus ventajas tecnológicas a las tradicionales, la reducción de diversidad es notable. Esto es lo que se conoce, según indica el Itacyl, como erosión genética.

Sin embargo, conscientes de esta pérdida irremediable de diversidad, abordaron el problema de la conservación ‘ex situ’, en bancos de germoplasma, pero también ‘in situ’, a través de la protección de las áreas, los ecosistemas y los hábitats donde las plantas de interés han desarrollado sus características, lo que permite la evolución de las especies y las variedades.

En este sentido, uno de los trabajos que hizo el Itacyl hace unos años fue la selección, dentro de las tradicionales, de variedades que mantienen «exactamente las mismas características que las tradicionales», pero que, a la vez, tienen la ventaja de ser homogéneas, de manera que cualquier Indicación Geográfica Protegida (IGP) puede producir un producto de calidad y, sobre todo, «controlar su trazabilidad desde la semilla hasta la venta del grano de consumo de los sacos de legumbre de que llegan al lineal del supermercado».

En total, son 33 las variedades de leguminosas registradas: seis de garbanzo (Cuaiz, Duratón, Garabito, Pirón, Urbel y Tauritón); cinco de guisante proteaginoso (Cabestrón, Chicarrón, Luna, Viriato y Ucero); 18 de judía (Cotorrón, Tañoga, Almonga, Bolita, Cabramocha, Carazo, Cárdeno, Cavadilla, Corcal, Oracada, Orvillo, Morala, Rincada, Sestil, Sillar, Socueto, Tremeya y Trigaza); dos de lenteja (Agueda y Guareña) y dos de alverjón (Gario y Oberón).

Y es que, Castilla y León es la comunidad autónoma española que cuenta con mayor número de legumbres amparadas bajo una figura de calidad con protección europea, todas ellas Indicación Geográfica Protegida (IGP), son cinco: Judías del Barco de Avila, Lenteja de la Armuña, Garbanzo de Fuentesaúco, Lenteja Pardina de Tierra de Campos y Alubia de La Bañeza-León.

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