Diario de León

ARTE U OFICIO

En las manos del herrador de caballos

El berciano Jonathan Carvalha lleva 14 años dedicándose al herraje con su fragua “ambulante” y reivindica el reconocimiento de un oficio milenario

Jonathan Carvalho, herrador de caballos.

Jonathan Carvalho, herrador de caballos.

Publicado por
Vanesa Silván
León

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Un oficio o un arte, según se mire. Lo que si está claro es que cada vez son menos los que dominan la técnica tradicional del herraje, fruto de los cambios en el mundo rural. Y es que desde hace décadas burros, mulas, vacas, bueyes y caballos han dejado de utilizarse como animales de tracción en el campo, Incluso también era frecuente su uso para tirar de los vagones de carbón en las minas, que a comienzos del siglo pasado contaban con un herrador propio. Uno de esos últimos herradores es el berciano Jonathan Carvalha, que recorre cada rincón de León y Galicia con su fragua “ambulante” para hacer “revisión, equilibrado y mantenimiento” de los cascos de decenas de caballos cada año.

“Mi trabajo consiste en quitar las herraduras viejas, recortar y aplomar el casco, como si fuera el equilibrado de las ruedas de un coche para que el caballo pise bien, y después forjar la herradura y adaptarla al animal, para que el casco no sufra desgaste”, explica Carvalha, que equipara también su oficio a lo que podría ser un “podólogo equino”. Y es que con sólo 34 años recién cumplidos, este joven lleva ya 14 años ejerciendo como profesional, de la mano de su “pasión” por el mundo ecuestre. “Toda la vida, desde pequeño siempre hemos tenido caballos en casa y ahí fue donde me picó ese gusanillo, me entró ese veneno”, añade.

“Empecé ayudando cuando venían a herrar los caballos de casa, de pinche, porque antes se sujetaban los caballos entre dos personas, que es la manera francesa, la que teníamos antes aquí en España y ahora se impone la inglesa, una sola persona sujeta el pie del caballo con sus piernas y lo hierra al mismo tiempo”, cuenta Carvalha, que se queja de que en España, a diferencia de otros países europeos como Francia, Inglaterra o Alemania, no esté catalogada esta profesión dentro de las enseñanzas de Formación Profesional. En su opinión, la formación y las prácticas son necesarias, para conocer en profundidad al caballo como especie y su anatomía.

Así, hizo las maletas para aprender en Madrid y después completar su formación en diferentes 'clinics' por toda la geografía española y en el extranjero, en países como Alemania u Holanda, de la mano de grandes maestros del herraje. Una pasión que se ha convertido en su medio y su modo de vida. “Incluso si me cojo unas vacaciones, busco caballos, no puedo estar dos o tres días sin ellos, haces amigos en el sector del caballo y para mi, por ejemplo, ir a un 'clinic' es como unas vacaciones”, confiesa el herrador, que además es el vicepresidente de la Asociación de Herradores de Castilla y León (Ahecal), que cuenta con 23 miembros -no hay más de 60 profesionales en toda la Comunidad-.

El herrador más famoso

Esta asociación organiza el Concurso de Forja y Herraje de Castilla y León, que se celebrará el 23 y 24 de junio en el Mercado de Ganados de la capital leonesa y que puntúa para el concurso nacional. Una cita que contará con la asistencia del que posiblemente sea el herrador más famoso del mundo, Grant Moon, como miembro del jurado. Seis veces campeón del mundo de forja –World Champion Blacksmith- , este inglés de Gales ha practicado el herraje en más de 36 países y ofrece 'clinics' por todo el mundo porque, como él mismo confiesa, su mayor satisfacción profesional es “tener la oportunidad de compartir mis conocimientos con la siguiente generación de herradores”. El otro representante internacional será el holandés Douwe Dokter.

“Es una de las tres pruebas que se realizan en España y los que queden en los tres primeros puestos del cómputo general, junto a los concursos de Andalucía y Cataluña, irán al Campeonato de Europa en representación de España”, puntualiza Jonathan Carvalha, que lleva compitiendo seis años. El certamen incluye un total de cinco pruebas para cada categoría -open, intermedia y promoción, de mayor a menor experiencia, respectivamente-. “Estos concursos son una cosa que hemos copiado de Centroeuropa y Estados Unidos, donde lleva haciéndose desde hace muchos años, mientras que en España sólo desde hace unos 15 años”, cuenta el herrador, que reconoce que antes ganaban siempre los catalanes, que eran los que tenían escuela de formación, “y en los últimos cuatro o cinco años está ganando Madrid y gente de Andalucía, está más extendido”.

De una prueba preparada, que consiste en herrar dos herraduras conocidas con anterioridad, a una prueba sorpresa para hacer dos herraduras que se darán a conocer el día antes de la prueba, pasando por el 'speed forging', que es una prueba de velocidad. El concurso se completa con la prueba de 'ojo de águila', que consiste en forjar una herradura adecuada a un casco que se muestra al participante durante tan sólo diez segundos -no se puede ni tocar ni medir el casco-, y la prueba de herraje, en la que deberán hacer dos herraduras -para una mano y pie contrario- adecuadas para el caballo y herrarlo con ellas. “En unas hay que herrar partiendo de una pletina de hierro que te dan y en otras hay que forjar herraduras de cierta dificultad que ya te dan de antemano”, puntualiza.

El origen de un oficio

La necesidad de herrar a los caballos surgió hace miles de años, coincidiendo con su domesticación. “El caballo en la naturaleza no llevaba herraduras, solo se desplazaba para comer y siempre sobre terreno blando, entonces nosotros empezamos a montarlos y a obligarlos a andar por superficies duras y a saltar, acentuando su desgaste”, explica Carvalha. Se cree que el caballo fue domesticado desde el 3.000 a.C. y que en el 1.500 a.C. ya se utilizaba como animal de trabajo, ya sea mediante carga, arrastre o monta. El equino es fuerte, ágil, inteligente y con buen temperamento para la convivencia diaria, pero tiene un inconveniente: sus cascos fallan.

De la piel al hierro, fueron muy diversas las formas que a lo largo de los siglos se emplearon para proteger el casco del caballo. Así, a pesar que las técnicas y los materiales han cambiado, la esencia del trabajo sigue siendo la misma, un trabajo manual y artesanal al que cada herrador da su toque personal. Jonathan Carvalha lleva en su furgoneta todo lo necesario para su oficio, desde la fragua a las tenazas de corte, pasando por el yunque, la biseladora, escofinas y clavos. Las herramientas necesarias para el herraje, que puede realizarse según diferentes técnicas, aunque en la actualidad se ha impuesto la manera inglesa. “La forma francesa se herraba entre dos, uno sujeta el caballo y el otro trabaja, mientras que en la escuela inglesa lo hace todo la misma persona, con las piernas sujeta y trabaja a la vez”, aclara.

El primer paso en el proceso de herraje de un caballo es retirar la herradura vieja -más o menos cada dos meses porque, aunque no se monte el caballo, el crecimiento de la “uña” desplaza la herradura o va perdiendo aplomo-. A continuación con las tenazas se corta la parte de “suela muerta” y con una escofina se da forma y nivela, adaptándolo a la pisada del equino, para después proceder a colocar la nueva herradura, que es elegida en función del tamaño del animal y adaptada mediante su forjado, para finalmente ser fijada al casco con clavos. “Hay bastantes fabricantes, aunque siguen siendo los fabricantes holandeses los que dominan el mercado, hay tres o cuatro casas conocidas y grandes que se dedican solo a vender artículos de herraje en España”, apostilla.

Un oficio en peligro de extinción pero que sigue siendo necesario, especialmente en el caso de los caballos de deporte, que son utilizados por ejemplo en saltos o en doma clásica o vaquera. En su peregrinación por la provincia y también Galicia, Carvalha tiene como principales clientes centros hípicos, como Marialba en León o El Trotón de Ponferrada, además de otros particulares. La crisis se ha dejado sentir también en este sector, aunque en esta zona menos que otros lugares como Madrid, Cataluña o Andalucía, porque “nunca ha sido una zona muy aficionada al caballo”, puntualiza este herrador, cuyas manos seguirán intentando forjar su futuro a hierro y fuego.

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