Diario de León

Emprendimiento rural sin límites

La miel como recurso para conseguir ingresos extra

Belén Blanco y su familia se dedican a la apicultura durante gran parte de su tiempo libre compaginándolo como pueden con sus trabajos

Belén Blanco posando junto a un panel con cientos de abejas. DL

Belén Blanco posando junto a un panel con cientos de abejas. DL

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Claro ejemplo de que si se quiere, se puede. Una muestra de que los límites sólo existen para los que quieren. Una faceta que demuestran a la perfección Belén Blanco Castro y su familia que desde hace varios años dedican su tiempo libre a la apicultura adaptándose como pueden a sus distintas labores profesionales.

Afincados en la localidad de Lagunas de Somoza, poco a poco han sabido sacarse unos ‘ahorrillos’ con un pequeño proyecto de emprendimiento rural que de forma paulatina con el paso de los años ha ido creciendo a base de la recolección de la miel que producen sus abejas. Muestra de ello, es que de las 300 colmenas con las contaban en 2012, actualmente las has triplicado hasta alcanzar la cifra de 900 colmenas que tienen repartidas por 15 puntos diferentes de la provincia (desde la propia Maragatería, la Cepeda, el valle del Jamuz o La Robla, entre otros lugares).

Una titularidad para dedicarse a la apicultura en los ratos libres que ostenta Víctor Blanco Castro, de 25 años, que principalmente es empleado en la autopista del Huerna. Asimismo, cuenta con el apoyo de su hermana, la citada Belén, de 27 años, opositora de Educación Secundaria y que durante el pasado curso escolar ejerció como profesora interina en el instituto de Cistierna —aunque actualmente se encuentra sin plaza y se dedica a preparar la oposición—. Asimismo, cuentan con la ayuda tanto de su madre y de su padre y de otro tío para sacar adelante todo el trabajo.

A base de vacunas

Belén es alérgica a la picadura de abeja y se inocula veneno para poder desarrollar la actividad

Unas labores de preparación, que tal y como explicó a este periódico la propia Belén en sus instalaciones de Valdespino de Somoza —que anteriormente eran unas naves de conejos y que han adaptado para la recolección de la miel— comienzan a principios de primavera colocando los paneles en las colmenas. Un proceso en el que, para facilitar la labor a las abejas, colocan unas láminas de cera en los paneles para ahorrarles siete días de trabajo a las abejas. Unas láminas que van estirando y llenando con la miel y ponen en lo que se llaman opérculos, una especie de celdillas que hacen dos funciones: que no se caiga la miel y permitir a la abejas moverse evitando que se queden pegadas con la cera y la miel.

Una dulce locura

Un cuidado día a día de las abejas que, por lo general, Belén intenta evitar y que delega en su hermano o en su padre para que acudan a los colmenares para ver que las abejas están en buen estado. El principal motivo de ello es su alergia a la picadura de abeja que le obliga a ponerse inyecciones con veneno de abeja una vez al mes para que su vida no corra peligro, ya que según relata: «la primera vez que me picaron sobreviví de milagro».

Una ‘dulce locura’ de trabajar con abejas para recolectar la miel —con algunas pocas sobrevolando en la nave mientras la realización de este reportaje— que no muchos entienden pero que Belén vive como algo normal pese al riesgo que conlleva.

No obstante, principalmente Belén se enfoca, junto a su madre, en la extracción de la miel de los paneles y en el llenado de los botes de miel para su posterior comercialización. Un proceso que comienza en agosto y que prevén finalizar en las próximas semanas con una producción que rondará los 12.000 kilos de los 900 colmenares, «que no es muy buena si se tiene en cuenta que en 2012 con 300 colmenas sacamos 17.000 kilos», señala.

Una comercialización de la ‘Miel Víctor Blanco Castro’ que realizan en gran parte por el boca a boca en toda la comarca de la Maragatería y que por el momento ven como el mejor sistema de venta porque sigue dando sus frutos con creces.

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