Diario de León

Pasión por el mastín leonés y las merinas

La Fundación Vista Linda otorga el octavo premio al Ganadero Emprendedor a este trashumante a caballo entre Abelgas y el Órbigo

Gregorio Fidalgo con Saúl y el rebaño a su paso por Carrizo. ALEGRE

Gregorio Fidalgo con Saúl y el rebaño a su paso por Carrizo. ALEGRE

León

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La Fundación Vista Linda, de Australia y Nueva Zelanda, ha otorgado el octavo premio al Ganadero Emprendedor a Gregorio Fidalgo Tejedor dentro de la Fiesta del Pastor. Tremendo, como bautizó a uno de los dos primeros mastines que tuvo con 18 años, Goyo es natural de Abelgas, tiene 61 años de edad, es el segundo de ocho hermanos y, desde muy pequeño, mostró una gran pasión por el pastoreo y las merinas, en especial, por las de raza negra, ahora en peligro de extinción, de las que posee un excelente hatajo de 500 ovejas.

Además de merinero, es un gran criador de mastines con el afijo ‘de Abelgas’, y sus ejemplares han destacado en diferentes concursos de la raza y están repartidos por todo el mundo, en países como: Finlandia, Dinamarca, Alemania, República Checa, Rusia, Francia, Argentina, Chile o EE UU.

Ha participado activamente en diferentes largometrajes y documentales, como Barbacana. La huella del lobo , del director Arturo Menor (2018). Más recientemente, junto a José Morán y Luisma Fernández en el documental checo El cordero y el lobo . «De mastines solo hay dos clases: el que vale y el que no vale», asegura. Fidalgo defiende la valía del mastín leonés: «El carácter de guarda que tiene el mastín leonés no lo tiene ningún otro. Da igual lo que pese».

El valor que los ganaderos leoneses han dado a esta raza para defender a sus rebaños del lobo ha definido su genio, que ha afinado al no perder la costumbre «porque aquí no se ha extinguido el lobo, como en muchos lugares de Europa». «En la época de la guerra había muy pocos perros porque si no había para comer para la gente, menos para ellos. Y cuando salían de vecera (la guarda del rebaño común por turnos) a quien le tocaba tenía que alimentar el mastín», relata Fidalgo, que conoció la costumbre en su pueblo de la Montaña de Luna.

Por eso reivindica que las subvenciones sean para apoyar a la gente que toma medidas contra el lobo, animal del que dice «no estoy a favor ni en contra pero si es una especie que está creada no tiene que extinguirse». «Lo que no se puede es echar al monte a las ovejas, las vacas o las cabras solas. El ganado hay que defenderlo y pastorearlo. Todos los ganaderos que suben a la montaña llevan diez, doce mastines y los valora. Pero hay quien no los valora», subraya.

Gregorio Fidalgo, que comparte la titularidad del rebaño de 1.300 merinas blancas y negras con Violeta Alegre, su esposa, desde que se creó esta figura, empezó «marchando de casa», dice con su humor montañés, «en busca de otros horizontes». Pero el ganado y el pastoreo tiraba de él. Primero hizo el curso de auxiliar de veterinaria en Huesca y tras la mili, se ajustó como pastor con Domitilo, otro ganadero trasterminante. Después pasó al rebaño de Agurstín Darío Suárez (padre de Agustín y Darío, que siguen la saga). Al cabo de los años, ya casado, formó rebaño propio y se convirtió en pastor trasterminante, entre la Montaña de Luna y los páramos de San Pelayo.

Verdugo bautizó al segundo de aquella de pareja de mastines que trajo del otro lado de Peña Ubiña. Gregorio no es verdugo de nadie, pero afila la lengua como pocas personas saben y es reivindicativo hasta la médula, aunque dice que los años le han ablandado. También forma parte de diferentes asociaciones profesionales, como la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Merino y el grupo Ortros, para la cría y manejo responsable del perro Mastín. En la larga saga familiar de Anastasio y Teodosia, su padre y su madre, Ignacio Fidalgo también ejerció el pastoreo para más tarde fundar, junto a su socio Agustín Suárez, ‘Esquiladores Montaña de León’, referente en España, que actualmente ya pela cerca de millón de ovejas anuales.

Gregorio y Violeta (Ganadera Emprendedora en 2014) criaron a dos hijas, Yaiza y Marta, entre Veguellina de Órbigo y los puertos de Abelgas. Ahora son abuelos de Saúl, que ya conoce bien el ganado y los perros y cabalga con la tradición de la trashumancia a pie. ¿Habrá relevo?

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