Diario de León

Picos de Europa cumple un año desde el fin de la caza sin sus ingresos y sin compensaciones

El Parque Nacional equilibra con controles poblacionales al jabalí mientras asiste al crecimiento exponencial del lobo

Imagen de la última cacería en Picos de Europa, el pasado 4 de diciembre de 2020. FERNADO OTERO

Imagen de la última cacería en Picos de Europa, el pasado 4 de diciembre de 2020. FERNADO OTERO

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Cistierna

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El Parque Nacional de Picos de Europa cumple su primer año como espacio libre de caza después de que el pasado 4 de diciembre de 2020 entrara en vigor la Ley de Parques Nacionales de 2014. De este modo, después de una moratoria de seis años, los valles de Valdeón y Sajambre se despidieron definitivamente de la caza deportiva y tratan de adaptarse a la ausencia de esta actividad que durante los meses de otoño e invierno dejaba cuantiosos beneficios económicos en la zona, tanto en conceptos de derechos caza, como en la subasta de piezas, restaurantes, hoteles, gasolineras, etc. Los ayuntamientos y las juntas vecinales, propietarias de los derechos cinegéticos en la zona, iniciaron después de la prohibición las negociaciones con Parques Nacionales para fijar una indemnización que compense la pérdida de esos ingresos en la zona, negociación que se encuentra en estos momentos con las espadas en alto por la diferencia de criterios para fijar las compensaciones.

Al otro lado de la moneda se encuentra la situación ambiental en la que queda este espacio natural, ya que la caza ejercía como controlador poblacional de las distintas especies. «Lo que más nos preocupa es controlar la población de jabalí, que es la que más daño puede hacer, y también la de lobos, pero en este caso no podemos hacer nada», explica el director de la vertiente leonesa del Parque Nacional de Picos de Europa, Mariano Torre. En el caso del jabalí, la proliferación de la especie causa numerosos problemas, ya que arrasan con los cultivos, y suponen una amenaza para los llamados prados de siega, autenticas ‘joyas’ de la biodiversidad del parque, y con un alto grado de protección ambiental.

Además, según explica Torre, el jabalí es un competidor natural por la comida del oso pardo, ya que come todo tipo de frutos secos, arándanos, bellotas y castañas imprescindibles para asegurar la energía que el oso necesita para afrontar el invierno. «Por la vertiente leonesa hemos notado la presencia de varios osos pero no tenemos constancia de que ninguna osa con crías esté asentada aquí, y ese es uno de nuestros objetivos, fijar población, por lo que el jabalí es un problema», matiza el director.

Para poner freno a su crecimiento el parque realiza controles poblaciones aprobados por la Comisión de Gestión, que coinciden con la temporada de caza realizada entre octubre y febrero. «Venimos realizando dos a la semana, por lo que llevamos unos 25 controles, y en cada una se abaten entre cero y diez ejemplares», explica Torre que añade que para la realización de estas batidas cuentan con la participación de cazadores locales, que van acompañados por dos o tres guardas del parque. «Estamos contentos con el resultado, es gente que se conoce bien el terreno, cumplen estrictamente las normas y colaboran para controlar una especie que causa muchos daños», concreta Torre.

No es el caso del lobo, cuya población está creciendo exponencialmente en el parque, sin que se pueda hacer nada al respecto, ya que su reciente inclusión por parte del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre) impide cualquier tipo de control poblacional. «Según las condiciones de la orden ministerial cumplir los requisitos para hacer controles poblacionales es impensable ya que supondría cambiar por completo la forma del manejo de los ganaderos de esta zona, lo que supondría su desaparición», asegura el director.

«Esto supone realmente un problema ya que la población se ha incrementado y está transitando lugares donde antes no se había detectado su presencia», explica Torre.

En concreto se refiere a una mandada que desde hace años habita en Vegabaño y que el los últimos meses ha duplicado su número de miembros, lo que hace que se desplace con mayor asiduidad a Cordillanes. «Lo que antes eran ataques esporádicos ahora son habituales, y cada vez más dentro del pueblo», lamenta Torre, que estima que los daños al ganado se han incrementado ya casi un 20% respecto al año pasado. En este sentido, asegura que con los controles poblacionales que siempre se hicieron en el parque «no sólo se frenaban los ataques al ganado sino que se ayudaba a que la población creciera y se hiciera más estables ahora vamos camino a que se desborde y se tire por tierra un trabajo de años».

Por lo que se refiere al resto de las especies, corzos, zorros, rebecos o cabras, las poblaciones están más o menos estables, aunque no se descantan controles en algunos casos.

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