Diario de León

ECONOMÍA Y MEDIOAMBIENTE

«Proteger al lobo sí, pero sin abandonar al ganadero cuando sufre sus ataques»

Andoni Canela recoge en ‘Durmiendo con lobos’ sus veinte años de seguimiento de esta especie. Su cámara ha sido testigo de su cara a cara con el lobo con el que compartió sus mejores momentos en Riaño. Ahora prepara un segundo libro para narrar el viaje de 15 meses que realizó por todo el mundo con su pareja Meritxel y sus dos hijos Unai y Amaia para captar especies salvajes

Andoni Canela (izda.) es uno de los mejores fotógrafos del mundo. En la foto, presentado su libro junto a José Luis García Lorenzo

Andoni Canela (izda.) es uno de los mejores fotógrafos del mundo. En la foto, presentado su libro junto a José Luis García Lorenzo

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MARÍA CARNERO | LEÓN
León

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—¿Qué consideración tiene el lobo en los distintos países donde los ha fotografiado en los últimos 20 años?

—Lo que es curioso es que en todos los países existe conflicto entre el lobo y el ganado. Ocurre en Estados Unidos, en Noruega, en Suecia y en otros muchos países. Lo que cambia es la manera de gestionar estos conflictos, ya que en otros países han encontrado modelos más o menos efectivos.

—¿Ha percibido en estos países admiración por el lobo?

—Lo que está ocurriendo en estos países, como también pasa en Zamora o en Riaño, es que la presencia del lobo genera expectación, y atrae a mucha gente. Miles de personas de toda Europa vienen a estas zonas a ver a lobo, lo que la convierte en una especie atractiva y que simboliza la naturaleza salvaje y bien conservada.

—Usted que conoce bien la estructura de una manada, ¿que ocurre cuando uno de sus miembros desaparece de repente por un control poblacional o de la caza?

—Hay varios estudios en Estados Unidos, y los datos así lo demuestran, que indican que una manada estructurada y fuerte puede cazar presas silvestres con mucha efectividad, como ciervos, corzos o jabalíes. Concretamente en León con la fauna silvestre que hay sobrarían presas. Pero si matas a dos o tres lobos de esa manada, el grupo no es tan fuerte y se desestructura por lo que tiende a ir a la presa fácil, que es el ganado, a pesar de que saben que tiene más riesgos por la cercanía por el hombre. Lo que hay que hacer es buscar una mayor protección del ganado e indemnizaciones justas para el ganadero.

—¿Que opina de esos sectores conservacionistas que defienden el lobo a ultranza por encima de otros intereses?

—Comparto gran parte de sus opiniones, como que el lobo pueda llegar a ser una especie protegida y que la caza deportiva desaparezca, pero también entiendo que el sector más afectado por el lobo, que es la ganadería, en algunos casos concretos deberíamos tener el respeto de creerlos, así como ellos tienen que reconocer que el lobo no es el gran problema de la ganadería, ni mucho menos. La clave es buscar medidas de protección entre todos, porque si le pones las cosas difíciles al lobo cesan sus ataques. Respecto a los controles, se deben hacer con mucho cuidado para no desestructurar las manadas, no se puede hacer libremente porque el efecto puede ser contraproducente. Protección del lobo sí, pero sin abandonar al ganadero cuando tenga un ataque.

—¿Ha estado alguna vez cara a cara con el lobo?

— Sí, he estado cerca. Han sido encuentros muy sorpresivos. El más cercano, iba con mi hijo Unai, de once años, nos pasó a dos metros. Lo vimos de refilón y desapareció. Otro par de veces, cuando hacía fotos, lo he tenido a 40 ó 50 metros, hemos cruzado la mirada, aguantó unos segundos y se marchó.

—¿Tuvo miedo?

—(Se lo piensa en silencio...) No. Sí he respirado hondo, pero miedo no. Da mucho más respeto cuando los escuchas aullar por la noche, los sientes cerca.

—Ha estado 15 meses recorriendo España, Estados Unidos, Chile, Australia, Tailanda y Namibia con su familia fotografiando especies de todo tipo. ¿Cómo ha sido la experiencia?

— Hemos vivido momentos increíbles en cada país. Son sitios con una naturaleza muy intensa. Abrir la tienda de campaña y ver los elefantes es algo único. Lo mismo que ver un puma cazar un guanaco, o los elefantes en el desierto junto a mi hija Amaia de cuatro años.

—Después de 15 meses en los que el aula de sus hijos ha sido la naturaleza ¿Cómo ha sido la vuelta a la rutina?

—La peque no lo ha notado tanto. El niño al principio estaba muy contento de volver pero al cabo de un tiempo estaba de bajón y un poco aburrido en el cole, y ahora vuelve a la normalidad. Cuando vamos a los Pirineos, donde hemos vivido un tiempo, dejamos a las chicas en casa con el fuego y él y yo nos vamos a dormir a dos mil metros con la tienda de campaña. Le encanta ir a buscar rebecos y buitres. Para ellos ha sido una gran experiencia porque Unai ha tenido la oportunidad de ir al colegio tres meses en Estados Unidos, otros tantos en Australia, por lo que se ha podido meter en la cultura de estos países.

—¿Ha podido plasmar toda su admiración por la especie en ’Durmiendo con lobos’?

—Después de doce libros hechos con distintas editoriales, este lo he editado yo solo. En él narro esa búsqueda del lobo de una manera más personal. Juan Carlos Blanco aporta una valiosa parte científica. Es un texto brillante y muy ameno que explica a la perfección la situación actual y mundial del lobo, escrita en Español y en Inglés, dada la creciente demanda extranjera. Estoy muy contento, porque ya se ha agotado la primera edición de los mil ejemplares virtuales, y vamos por la segunda.

—¿Cómo ve la zona de Riaño?

—Es una zona que para los naturalistas y para los amantes de la naturaleza lo tiene todo, además de unos paisajes increíbles. No tiene nada que envidiar al parque nacional, que para mí es más de postal. La gente de fuera se queda impresionada con esta zona, que junto a la Culebra es el mejor sitio del mundo para ver lobos.

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