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MEMORIA HISTÓRICA

La última estampa de Guzmán Álvarez

Los restos del padre del autor de ‘El habla de Babia y Laciana’ son trasladados por sus nietos desde Francia, donde murió exiliado.

Guzmán Álvarez ante la tumba de su padre en Laval (Francia)

Publicado por
ANA GAITERO | LEÓN
León

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La última estampa de Guzmán Álvarez se escribirá mañana en Quintanilla de Babia cuando, por fin, los restos de su padre Enrique descansen junto a Rosa, su madre, y dos de sus hermanos, Rosario y Manolo. Los nietos, hijos e hijas de José María Guzmán e Isabel decidieron abrir la tumba del abuelo en Laval (Francia) donde murió exiliado. Enrique Álvarez, natural de La Riera, huyó en 1936 de Babia tras ser paseado un amigo. Su hijo le seguiría dos días después. Un capítulo amargo y silenciado muchos años que Guzmán Álvarez reabrió para las inéditas ‘Nuevas Estampas de Babia’.

Guzmán Álvarez (La Riera. Babia. 1910 — Bilthoven. Holanda. 2004) nunca llegó a publicar la ‘Carta a mi padre’ en las Nuevas Estampas de Babia que escribía los veranos cuando regresaba de Holanda a su tierra natal. Fue hace cuatro años cuando su sobrino José Sierra Álvarez, hermano del pintor Manuel Sierra, y Víctor del Reguero, del club Xeitu, publicaron Guzmán Álvarez. Media vida de una vida demediada en Gritsándana, con la carta al padre como leit motiv y epílogo y un video-resumen de la película Cuentame papá de Ricardo Álvarez, uno de los hijos de Guzmán, «que enlaza el exilio y la muerte de Enrique con el silencio de mi padre».

Fue al final de su vida, antes de que el alzhéimer impusiera el olvido total en su mente, cuando Guzmán Álvarez se reencontró con el amargo capítulo de la Guerra Civil, el exilio de su padre, las penurias que su madre pasaba en Babia y su propia estancia en los penales de San Marcos, en León, y Burgos, de donde salió libre en 1941, a los 31 años.

«Poco hablaba de aquellos años. En cambio escribía», comenta José Sierra Álvarez en el citado libro. «En rigor debió hacerlo ya antes (en el propio penal o inmediatamente después). Lo hacía en un francés trabajosamente trazado con lápiz de tinta azul sobre papel de retrete cosido con hilo blanco».

Adieu, titula uno de aquellos borradores, escritos en la penintenciaría de Burgos repleta de presos castigados por el franquismo. Es la despedida a un compañero que sale de la prisión. «... Y cuando marches para Francia, dale un abrazo de nuestra parte, dale un abrazo a la tierra en que cantan a la libertad».

Francia había sido el destino involuntario de su padre, donde murió en 1940. El país vecino fue también el destino elegido por Guzmán Álvarez cuando terminó los estudios de Filología, que quiso hacer a pesar de que ya tenía el título de maestro y había ejercido en escuelas como las de Armunia y Asturias.

«Conocería allí, en el París de la Cité Universitaire y las caves de la margen izquierda, a quien habría de convertirse en su mujer, la holandesa Elisabeth van der Feltz. Y con ella y con sus hijos reconstruiría finalmente su vida en Utrecht», escribe José Sierra Álvarez.

Guzmán Álvarez se dedicó a la investigación literaria en Holanda y eligió Babia, la casa familiar de Cabrillanes que aún se conserva, para su faceta narrativa. Allí, en la galería ahora sin las vistas de su querida montaña, debió escribir la Carta a mi padre: «Se te ensombreció el alma Papá. Tuviste que aceptar la huida con otros compañeros en una camioneta salvadora que os trasladó al otro lado de la cordillera».

Enrique Álvarez

Enrique Álvarez Alonso, aquel joven de La Riera cuya boda con Rosa Pérez Alonso, de Quintanilla de Babia, mereció reseña en La Democracia, dejó su tierra rumbo a Asturias, Cataluá y finalmente Francia, cuando estalló la guerra tras ser paseado un amigo suyo. Su hijo Guzmán le siguió dos días después hasta Asturias. Allí se despidieron para siempre. «Nos separamos en el embarcadero. No volvimos a vernos».

En aquel corredor, debió leer Guzmán Álvarez las cartas que su padre escribió a su madre, Rosa, hasta que la muerte le sobrevino en 1940. «Estoy martirizado pensando en la suerte de Man (‘Man soy yo’). Hacía poco más de un mes que nos habíamos separado. Y añade: «Contéstame y dime si Pepe sigue en León, si Lolo está en el frente de Segovia, si Isabel está con Rosario (en Valladolid), etc. etc. No me ocultes nada», escribió desde Lezigan el 18-11-1937.

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