Diario de León

El Páramo

Una vida tras la barra del bar

Tomás Grande se retira tras más de treinta años poniendo copas y cafés en Pobladura, pero también en Santa María, Laguna y Benavente

Tomás, tras la barra del bar de Pobladura de Pelayo García que ha regentado los últimos 11 años. MEDINA

Tomás, tras la barra del bar de Pobladura de Pelayo García que ha regentado los últimos 11 años. MEDINA

León

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Prácticamente no hay nadie en toda la comarca del Páramo que no conozca a Tomás, el ‘melenas’ de Pobladura de Pelayo García. Más de treinta años lleva poniendo copas y cafés. Ahora le toca descansar, cumplidos los 65 años.

Tomás Grande González nació el 14 de abril de 1955. Como cualquier niño de su época, desde muy temprana edad le tocó arrimar el hombro en las duras tareas del campo. Demasiado pronto perdió a su padre y siendo muy joven decidió ir a Ibiza donde trabajó en la construcción. Pero el pueblo le tiraba y surgió, casi por casualidad, la oportunidad de coger uno de los bares, el de Quico, que dejaba su dueño. Y, sin apenas experiencia, animado por algún amigo, se decidió a embarcarse en esa nueva aventura que ha durado 32 años.

En ese local estuvo 14 ó 15 años, «no recuerdo exactamente». Desde la barra ha visto la evolución de los pueblos en estas tres últimas décadas desde una posición privilegiada. «Eran otros tiempos. Aquellos años se vendía más en cualquier noche que ahora en una semana. Es que había mucha juventud. Y la gran mayoría se dedicaba a la agricultura y en invierno aguantaban hasta altas horas porque tenían poco que hacer. Ahora es al contrario. Hay poca juventud y encima la mayoría no trabaja en el campo y al día siguiente tienen que madrugar».

Dejó Pobladura para coger un pub de copas en Benavente, donde estuvo un año. De ahí a Santa María del Páramo donde tuvo una discoteca donde actuaron algunos de los mejores DJs de España y Europa. Siguió metido en la noche con otro pub, La Curva, en Laguna de Negrillos, otros 3 ó 4 años. Y finalmente volvió a su Pobladura donde ha estado otros 11 años hasta que le ha llegado su jubilación, donde lamenta tener que haber cerrado el bar casi por la puerta de atrás. Esperaba dejarlo después de las fiestas del Corpus a principios de junio, pero el Estado de Alarma por la pandemia del coronavirus ha precipitado los acontecimientos.

Siempre fiel a su larga melena, «no me cortó el pelo por mucho dinero que me ofrezcan», dice muchas veces, y su barba, cada vez más blanca, reflejo inexorable del paso del tiempo. Tomás deja el bar, pero mantiene una lista interminable de amigos. Con un corazón tan grande como su apellido, buena gente, amante de la música de Triana y Medina Azahara, siempre dispuesto a colaborar en cualquier fiesta o actividad, con una mano especial para los niños y un espíritu siempre joven. Los ojos se le vidrian cada vez que recuerda a su madre, Vicenta, su gran apoyo hasta que la edad y la salud se lo permitió. Siempre con la sonrisa en la cara, esperado en cualquier fiesta de la comarca con su clásico Renault 18 azul.

Ahora le toca el merecido descanso, pero promete celebrar una gran fiesta de despedida «cuando todo esto pase». Tomás ya no pondrá más copas. A partir de ahora estará al otro lado de la barra y será él quien diga «pon otra ronda».

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