El mundo del ilusionismo

«Quiero que estés atento». Ésa es la frase que abre la última película de Christopher Nolan ( Memento ), y con ella el director parece invitarnos no sólo a descubrir los secretos del propio filme sino también a reflexionar sobre el cine, que, no lo olvidemos, nació muy cerca de las barracas de feria. En este sentido, resulta tentador descubrir a Nolan desdoblado en sus protagonistas, dos magos entrelazados en una obsesiva y mutua historia de venganza que oculta una no menos obsesiva relación con el público y con el poder que da el saberse forjador de ilusiones. Como explica Michael Caine, todo truco de magia tiene tres pasos: la presentación, la actuación y el prestigio. En el primero, el mago nos enseña los elementos que va a manejar, bien conocidos para el espectador. Pero este relato, heredero de la tradición fantástica victoriana, parece más inocente de lo que es en realidad, ya que la referencia al propio oficio de cineasta no es difícil de encontrar. La actuación, es decir, el modo en que el mago dirige la atención del público hacia la pirueta, hacia ese momento de estupor, también tiene su reflejo metaficcional en El truco final : toda la película es una sucesión de giros argumentales in crescendo, a los que un deslumbrante reparto dota de credibilidad, desde el dúo Jackman-Bale hasta el soberbio -como siempre- Caine y la fascinante aparición de Bowie. Llevándonos de la mano en un juego que mantiene toda nuestra atención, Nolan vela y desvela a un tiempo con ambigüedad calculada. Así, cuando llegamos al prestigio, a la reaparición del mago ante la atónita audiencia, hemos descubierto parcialmente el secreto -porque siempre hay una solución- y, sin embargo, como todo espectador que observa a un mago, preferimos ignorarlo. Pagamos para creernos ilusiones, porque la verdadera magia no existe, ¿o sí? «EL TRUCO FINAL»: EE.UU., 2006. Director: Christopher Nolan. Intérpretes: Hugh Jackman, Christian Bale, Michael Caine, Scarlett Johansson, David Bowie. Duración: 128 minutos.