Diario de León

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HOy agoniza en el concejo de Valdelugueros pero Fue el epicentro de una comarca cargada de privilegios gracias a su heroína

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León

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Adscrito desde siglos al Concejo de Valdelugueros, encajado en el corazón de la histórica Hermandad de los Argüellos, agoniza sin remedio uno de los pueblos que un día fue el epicentro de toda una comarca cargada de privilegios y exenciones fiscales gracias a la liberación conseguida por su hija más distinguida: La valerosa Dama de Arintero. Hoy, en contraste con el ritmo impuesto por la sociedad de consumo concentrada en las ciudades, el lugar de Arintero ofrece los privilegios más permanentes, los que la Naturaleza puede otorgar: la paz bucólica de un entorno cuajado de múltiples perspectivas sugerentes y la envidiada situación de un marco circundado por altos picachos en conexión con uno de los más atractivos valles colaterales del río Curueño. En vísperas de su Santo Patrono, Santiago Apóstol, le dedicamos nuestro Retablo con el sentimiento y respeto que nos merecen ciertas parcelas de la Montaña leonesa.

Si nos remontamos al Arintero de hace alrededor de 85 años, según los padrones municipales de habitantes, podemos recrear la población allí establecida en base a 96 almas que reflejan los documentos de los años veinte. Pero como el común de la mayoría de los pueblos -”sobre todo en la Montaña-” Arintero ha sufrido una merma paulatina y continuada que el año 1950 determina una población de 45 habitantes, hasta llegar al último censo oficial, a nuestro alcance, el del año 2005, que establece el número de doce habitantes, cuatro mujeres y ocho varones, que durante el invierno bajan -”los que pueden-”a Boñar o León, en busca de mejor clima.

Y decimos bajar, porque Arintero está muy arriba. Nada menos que a 1.320 metros sobre el nivel del mar, precisamente la misma cota que alcanza el puerto de Pajares, de manera que puede uno imaginarse los inviernos nevadizos en aquellas alturas. Parece ser, y algunos autores como el padre Maximiliano G. Flórez lo aseguran, que el nombre de este bello lugar está relacionado con la plata: «Argentero», pero no en el sentido de que por allí se encuentre este noble mineral, sino porque el reflejo del sol en sus calizas montañas le da un aspecto plateado que produce esta ilusión.

La Dama de Arintero

Sería imperdonable pasar por alto la hermosa leyenda que recorre la montaña central leonesa protagonizada por la heroína que dio fama y renombre a su pueblo de Arintero. Muchas son las versiones que recoge la literatura romanceada en distintos puntos de la montaña, y hasta fuera de la provincia de León. Todos ellos presentan una constante: la tristeza de un padre que sólo tiene siete hijas y ningún varón que le pueda liberar de servir al Rey -”Fernando el Católico-” en la guerra que sostiene en la ciudad de Toro contra el monarca portugués casado con la aspirante al trono español, Juana La Beltraneja.

Pero el señor de Arintero, aunque a pesar suyo, recibe la incondicional ayuda de su hija Juana, que según la leyenda se dirigió a su padre de esta manera: «Calle usted, mi padre, calle/ no eche, no, esa maldición/ si tiene usted siete hijas/ Jesucristo de las dio./ Cómpreme armas y caballo,/ que a la guerra me voy yo./ Cómpreme una chaquetilla/ de una tela de algodón/ para apretar los mis pechos/ al lado del corazón...»

Y de esta manera, nuestra brava montañesa se alista con la milicia real haciéndose llamar «El Caballero Oliveros», hasta que en uno de sus muchos arrojos frente al enemigo, se le desabrocha el jubón y quedan al descubierto sus atributos de mujer ante el asombro de sus compañeros de armas, que hacen llegar el suceso a oídos del Rey Fernando, quien llama a la joven Juana a su presencia, y a pesar de su visible sofoco, le dice: «...Oliveros, no me mientas/ que yo sé por lo que es/ que valiente como un hombre/ tú eres una mujer...»

Otra de las constantes que se dan en todas las versiones, es la de los privilegios que el rey concede a Juana por su demostrado valor y servicio a la Corona: «...Toma esas concesiones/ y vete para tu casa/ que jamás servirá al Rey/ ninguno de la tu raza/.// Poseeréis todos los montes/ y no pagaréis portazgo/ y allí tú disfrutarás/ con títulos nobiliarios»-.

Pero donde ya no se ponen de acuerdo las versiones consultadas, es en el final de la Dama de Arintero, que unos la dan un trágico desenlace con la muerte violenta en el pueblo de La Cándana, a manos de unos soldados enviados por los propios Reyes Católicos, mientras que otros, más coherentes, rechazan plenamente esta violencia por no ajustarse, ni mucho menos, al estilo mesurado y ecléctico de Isabel y Fernando, monarcas que se distinguieron siempre por la delicadeza con que trataron a sus súbditos, especialmente a los que les sirvieron con honradez y entrega.

Nosotros, por nuestra parte, intrigados por la raigambre popular de esta leyenda, hemos podido observar que en el entorno de las «siete leguas», que dice el romance que abarcan que abarcan las concesiones reales, se encuentran varios escudos de armas, en piedra, de la Dama, localizados en los pueblos de Valdecastillo, La Cándana, Cerecedo, Boñar y el propio Arintero.

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