Diario de León

Armstrong: el peso de dar un gran paso para la humanidad

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La poca notoriedad de Michael Collins contrasta con la fama de Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna. Sin embargo, esta conversión de humano a figura histórica nunca fue del agrado del astronauta.

El inevitable reconocimiento y consecuente ensalzamiento de su figura le convirtió en un símbolo de la nación estadounidense. Él optó por alejarse de todo aquello y retomar su condición humana, ejerciendo como profesor en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Cincinnati.

Su carácter introvertido le hizo detestar ser una celebridad, más aún teniendo en cuenta las situaciones que esta le generaba.

«No es que lleve mal la fama, es que considero que no la merezco» dijo en una entrevista a la web CNET News.

Tuvo que demandar a su propio barbero, en 2005, tras conocer que había vendido un mechón de su pelo por 2.600 dólares. Era el reclamo principal de las convenciones espaciales a las que asistía, y le abrumaba el simple hecho de que la gente le pidiera un autógrafo o una foto.

Siempre se mantuvo distante con los medios y apenas concedió entrevistas que testimoniaran qué supuso para él convertirse en el primer hombre que pisó la Luna.

De los tres integrantes de la expedición Apolo XI, Armstrong es el único que no sigue con vida. En 2012, tras una cirugía en la que se le colocó un ‘bypass’ vascular, su estado de salud fue empeorando progresivamente hasta fallecer solo tres semanas después de la intervención.

La misión Apolo XI fue un hito sin precedentes y, sus protagonistas, Armstrong, Aldrin y Collins, se convirtieron en héroes dignos de epopeya griega. Sin embargo, no fue sencillo sobrellevar esa condición impuesta de superhombres.

Armstrong, el gran nombre de los tres hombres, nunca supo lidiar con su popularidad e importancia histórica. Buzz Aldrin, el hombre que le dio nombre al astronauta más famoso de la gran pantalla, Buzz Lightyear, se sumergió en un alcoholismo galopante que a punto estuvo de arruinar su vida por completo. Y Collins, el nombre ignorado por la historia, el único que podía haber digerido la experiencia del Apolo XI como algo frustrante, por paradójico que resulte, fue también el único que supo asimilar y valorar haber formado parte de un hito memorable.

Los tres astronautas consumaron una hazaña histórica, dejaron la huella de la humanidad en la Luna. Lo que la historia ignora es que la Luna también dejó su huella en estos tres hombres.

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