Diario de León
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Año de nieves, año de bienes». Según el refranero popular, este inicio de 2018 trae buenos augurios, pues ya han sido dos las nevadas que se han registrado en la provincia en los escasos veinte días con los que cuenta el año. La primera llegó con los Reyes Magos y la segunda, una semana después. Desde el Grupo de Investigación de Física de la Atmósfera de la Universidad de León explican que ambas pueden pasar a formar parte del registro de nevadas históricas en la provincia por la cantidad de nieve registrada.

Diciembre y enero son, estadísticamente, los meses más ‘nevadizos’ y casi todos los años cae una buena. Para recordar son las de 2015 y 2016, sobre todo la primera. De la primera quedan para el recuerdo las imágenes en las que la nieve se atrincheraba —y de qué manera— en los pueblos de la montaña, sepultando señales de tráfico y creando muros blancos que impedían el paso en pueblos como Pendilla de Arbás o Millaró de la Tercia. Sin luz e incomunicados durante cuatro días estuvieron en Soto de Sajambre y las máquinas quitanieves no pudieron en algunos lugares con la nieve acumulada, con lo que se hicieron necesarias fresadoras que tardaron días en llegar, mientras que en San Glorio un alud de ocho metros arrastró árboles y piedras. La fauna salvaje y el ganado precisó la ayuda de agentes y vecinos para poder sobrevivir a la invasión blanca de aquel año. En 2016, la nieve llegó en febrero, cerró cinco carreteras y dejó a casi mil alumnos en casa, si bien esta vez no hubo mayores problemas para volver a la normalidad.

Pero los más mayores dicen que ahora no nieva como antes —«y menos mal», añaden algunos—. «Llevamos años con poca nieve y a destiempo», aseguran los que han visto mucho de esto. El caso es que en pleno siglo XXI la nieve sigue complicando la vida normal en muchos pueblos de montaña. Como ocurría entonces.

Algunos recuerdan la ‘nevadona’ del año 46. Enrique Alonso Pérez escribía en Diario de León que tuvieron que subir a los tejados para quitar la nieve y evitar que se hundiesen por el peso. «En lugar de tirarla hacia abajo teníamos que impulsar la pala hacia arriba porque el nivel era más alto que las casas. Hicimos túneles para comunicarnos entre los vecinos y cuando más nos asustamos fue al ver a la pobre señora Antonia, que en gloria esté, dando patadas a las puertas y tratando de abrir las ventanas porque se ahogaba. Luego nos dijo la practicanta que había sido un ataque de claustrofobia, pero nosotros no sabíamos ni que existía esa enfermedad», recuerda.

Algunas anécdotas

Otros cuentan que, tras una gran nevada, en Casares una señora se encontró un día con su casa completamente cubierta de nieve, tanto que fueron a abrirle paso en la puerta de su casa y ella estaba acostada creyendo que era de noche cuando, en realidad, no había transcurrido el medio día y ella estaba totalmente a oscuras.

Un leonés es atendido tras ser rescatado po rla Guardia Civil de su aldea en Los Ancares. CÉSAR ANDRÉS DELGADO / ARCHIVO HISTÓRICO DIARIO DE LEÓN

Y más anécdotas. En Cubillas de Arbas, para pasar de una casa a otra tenían que hacer túneles y, en una ocasión, se hundió uno de ellos y mató a un chico. En Villamanín, cuando aún no habían llegado las quitanieves, los vecinos tenían que espalar a mano durante semanas para poder pasar de un pueblo a otro y conseguir así alimento y bebida. Y hasta en Busdongo llegó la nive, una vez espalada, hasta los cables de teléfono.

Para no olividar fue también la nevada de 1954, que se puede observar en un vídeo del No-do. Los copos volvieron a sepultar decenas de pueblos. En las imágenes de RTVE se puede ver un tren de socorro habilitado para la ocasión en La Pola de Gordón en el que se llevaba el material necesario para volver a encarrilar las máquinas que habían quedado fuera de juego entre Asturias y León tras el temporal. «Sigue cayendo la nieve con dureza inexorable», relataba el locutor mientras mostraba el recorrido de la locomotora durante el que se veían espesores de nieve que alcanzaban los dos metros.

Y así se suceden las anécdotas entre los de más edad, que son quienes recuerdan aquellas nevadas que han quedado para los anales de la historia.

«Estamos con la nieve hasta el cuello», apuntaba un montañés allá por el año 72 después de la ininterrumpida serie de nevadas que, durante un mes, fueron amontonando la nieve, que llegó a alcanzar los dos metros de altura. Mucho más que hasta el cuello. Menos mal que los montañeses manejaban, en su mayoría, el esquí.

En la imagen a la izquierda de estas líneas, el doctor Alcoba ausculta a un paciente leonés después de un arriesgado viaje en helicóptero hasta una aldea de Los Ancares que estaba incomunicada por la nieve. Fue en invierno de 1976.

Así se las gastaba antes la nieve en la provincia, que en 2008 recuperó el promedio de nevadas que había en los años 50: cinco días por mes, después de que la presencia de las borrascas invernales se hubiese reducido a 1,2 días por mes durante le década de los noventa. Este dato se fue desplomando a medida que avanzaba el siglo XX. En la provincia, la media de días de nevadas al mes se situó en 3,7 durante los setenta, bajo en los ochenta a 3,2 y se mantuvo así del 90 al 99, cuando la media ponderada apenas superó el día de nieve al mes. Ahora nieva menos. El tiempo está raro, dicen. El mismo que ha traído la sequía a buena parte del panorama nacional que ahora, tras las últimas precipitaciones, respira un poco más aliviado. No siempre llueve a gusto de todos. Las precipitaciones registradas desde principios de año han supuesto un alivio relativo, pero no completo. Los embalses, que comienzan a subir su nivel, no llegan a la mitad de su capacidad total y están un 20% más vacíos que el año pasado por estas fechas, según datos de la agencia de noticias Colpisa. Ante esta situación, las personas que más pendientes están del cielo advierten de que las lluvias y nevadas de las últimas semanas no palían los efectos de la sequía. Y en eso coinciden meteorólogos y agricultores. Ya lo dijo esta semana un leonés, Belarmino Ferrero, de Alija del Infantado. «Este año, de llover, muy poquitín». Comentaba hace unos días a Diario de León que las cabañuelas «nunca me han fallado» y este año dicen que vendrá seco.

A falta de contabilizar el aporte hídrico de la nieve caída, las últimas lluvias «vienen a paliar la sequía», apunta la portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), Ana Casals, «pero no acaban con el déficit de precipitaciones».

Que ahora nieva, pero no como antes. Que la nieve se acaba convirtiendo en agua, pero mucha hace falta todavía. Y que aquellas ‘nevadonas’ de antes poco tienen que ver con las de ahora. Al menos de momento.

Un coche atrapado por la nieve rumbo a Caín. El frío extremo de aquel invierno de 1976 dejó a los niños sin colegio, levantó paredones de nieve y cubrió León de un gran manto blanco. CÉSAR ANDRÉS DELGADO / ARCHIVO HISTÓRICO DIARIO DE LEÓN

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