Diario de León

Luis San Martín. Espumosos San Martín. Santa María del Páramo

«Con diez años ya hacía gaseosa»

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Luis San Martín encarna la historia de una vida ligada a la fabricación de gaseosas. A penas había cumplido diez años cuando su padre, Braulio San Martín, le enseñó el oficio. El mismo que ha mantenido vivo en el Páramo y que continúa regentando junto a su hermano José y su mujer Beni.

«Recuerdo que primero iba con una bici y un carro cargado de cajas de madera, de las antiguas, llenas de botellas, recorriendo Santa María y todos los pueblos de la zona. Lo malo era cuando hacía viento que nos tocaba bajarnos y tirar de la bici y el carro. ¡Cómo pesaba aquello!», bromea Luis, que pese a los años y la decadencia del sector no pierde la ocasión para enseñar cada paso en la fabricación de este producto.

Hoy las bicis y las furgonetas han dejado paso a dos camiones que ya nada tienen que ver con aquellos vehículos casi de fabricación propia para llevar los pedidos. «Daba igual verano que invierno, antes se bebía mucha gaseosa». Hoy parece que el consumo se ha reducido porque ha crecido el de cerveza y el de agua mineral. «Antes llenábamos a diario, hoy una vez al mes», explica el mayor de los San Martín, «aunque antaño también se fabricaba más lento y teníamos menos botellas para llenar», subraya. En esta factoría ya automatizada, salvo la elaboración del jarabe, la base del producto, y el cerrado de tapón mecánico que sigue siendo manual, pueden producir hasta 6.000 botellas de medio litro a la hora o 3.000 de litro, pero no sólo de gaseosa, también son autores de un refresco de naranja, limón, cola y manzana. «Pero poco a poco», continúa un sosegado Luis.

Antes de llegar a las máquinas, cuando este paramés comenzó en la fábrica, todo era manual. «Mi madre lavaba las botellas a mano», cuenta, «y mi padre llevaba pedidos a Zotes. Salía de casa a las siete de la mañana y no volvía hasta las ocho de la tarde». Algo que se repetía todos los días y se intensificaba en las vísperas de fiestas. «Una vez repartí por el Corpus 135 cajas de 24 botellas en un día», comenta. Esto hoy parece impensable terminar sólo con una bici y un carretillo.

La historia de esta fábrica se remonta más de un siglo, y tras pasar por varias manos en 1957 la adquirió Braulio San Martín. «Cuando mi padre la compró era un momento álgido, se vendía mucha gaseosa y así fue como empezamos a trabajarla», argumenta Luis. Una factoría llena de recuerdos almacenados en cajas y botellas de refrescos, donde todavía hay mucho espacio para seguir guardando las páginas de esta forma de vivir.

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