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Irina Degay / Heba Helmy.
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Muchas celebridades como Shakira y Beyonce han reconocido el poder de esta técnica y la utilizan exitosamente para transmitir emociones al público.

«Hoy en día la danza de vientre es muy popular por todo el mundo, especialmente en EE.UU., Brasil y otros países de América Latina, en diversos países europeos, lo mismo que en China y Corea. Y eso sin mencionar los países árabes de donde viene», cuenta Samara Aziza, bailarina de la danza del vientre que viaja por todo el mundo como embajadora española de esta especialidad, impartiendo clases y shows. Samara lleva practicando la danza oriental a nivel profesional catorce años y da clases en su escuela en Madrid. «Si la bailarina no sabe dirigirse al público con sus emociones, su sonrisa y la fluidez de su cuerpo en el escenario, es como si no hubiera bailado», reconoce por su parte Aziza. El camino al estrellato para muchas de ellas, como Aziza, no ha sido un paseo, y más en países de fuerte conservadurismo como Egipto. Esta danzarina, casada con un oficial de la policía, nunca ha conseguido el respaldo de su propia familia musulmana, que todavía la rechaza por su profesión. Tampoco lo tuvo fácil cuando empezó su carrera bailando en un hotel de cinco estrellas en Alejandría, donde Aziza se encontró con una audiencia predominantemente masculina y muy conservadora, que le miraba mal y nunca sonreía durante su espectáculo.

La joven, que baila en bodas y fiestas privadas, echa la culpa de esta mala fama a las películas egipcias «porque presentan a las bailarinas como mujeres traidoras y que roban a los maridos de otras mujeres». Por eso, su sueño es «cambiar la imagen distorsionada que tiene el mundo árabe del baile oriental y recuperar el brillo que tenía este arte durante su época de oro, a mediados del siglo pasado».

Es distinto memorizar una canción y bailarla entera con pasos aprendidos que dejar que el cuerpo se mueva con sensualidad dejándose llevar por los ritmos. Por ello, el método de enseñanza de Aziza consiste «en traducir las canciones árabes a los idiomas de las estudiantes para que puedan expresar las emociones que transmite este baile».

«Lo mejor de esta danza es que de ella pueden disfrutar las mujeres de cualquier edad» continúa Samara. «Los movimientos son muy naturales, no requieren ejercicios físicos duros. Todo el mundo puede practicarla, por lo menos, a nivel amateur. Y su precio es accesible», añade la bailarina.

Una plástica impresionante, trajes hermosos, movimientos femeninos e incluso algo eróticos le han garantizado a esta danza oriental éxito y supervivencia, mientras que sus raíces se encuentran en siglos antiguos.

Y para bailar es imprescindible una indumentaria que muestre la feminidad de la danzarina: un tipo de ropa que tiene sus propias modas, diseñadores y mercados. En un callejón del famoso zoco cairota de Jan el Jalili se encuentra Mahmud Abdel Gafar, de 60 años, uno de los primeros comerciantes que empezó a diseñar, fabricar y exportar trajes de baile «baladi» al extranjero. «Cuanto más sexy es el traje, más solicitado está», reconoce.

Pero aunque la danza del vientre se asocia con las mujeres, verla bailar por un hombre produce asombro y admiración al mismo tiempo, ya que no es casual observar el lado más sensible de un hombre fuerte. Sin embargo, gracias a la pasión y la magia que transmiten en sus «shows», los bailarines orientales no se quedan sin público.

«Muchas alumnas vienen a mis clases por prescripción médica», comenta por su parte Samara. “Ayuda a las pacientes que tienen dificultades con quedarse embarazadas a relajarse y a superar el estrés.

Son muchos los beneficios que aporta para el cuidado de la salud mental y física. Entre ellos, favorece el aumento de la coordinación, flexibilidad, equilibrio, tonificación del cuerpo, capacidad respiratoria, agilidad.

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