Diario de León

Descubrimiento de una rosa

Es una de las pocas rosas antiguas que quedan en el mundo, una joya natural para la industria del perfume. Su intenso aroma, único, podría convertir su cultivo en una oportunidad para la España vacía. Quedan un puñado de rosales. Es el reto de una investigadora del Csic en el que participa también la Universidad de León. La historia de esta rosa arranca en un jardín abandonado de una calle de Bulgaria y una vieja casona de Narcea.

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El jardín de aquella calle de Sofía, en Bulgaria, estaba tan descuidado que parecía una selva en mitad de la ciudad pero a la avenida daba un rosal magnífico. Una mata de rosas antiguas que inundaba el paseo con su aroma. Por esa calle, en primavera, pasó Carmen Martínez, investigadora del Csic, camino de un congreso internacional sobre la vid y el vino. Fue el aroma el que la detuvo, en seco, en la calle. Dio marcha atrás y se acercó a una de esas rosas. Era el olor de su infancia, el de la casa familiar, siete generaciones en Carballo, una aldea del concejo de Cangas de Narcea.

Nadie recuerda ya quién empezó la tradición, pero con cada niño que llegaba a la familia se plantaba un rosal en el patio de la vieja casona. A veces, un esqueje de los que ya había. Y así fue cómo esa rosa se fue haciendo famosa en el pueblo, tanto que los críos se encaramaban a la tapia para llevarse un ramillete a casa.

Fue el olor. El aroma. Ni el color, ni la belleza de la rosa, ni el desorden de aquel jardín búlgaro descuidado. Fue el perfume de una rosa en el país en el que su cultivo es arte y su fragancia se encierra en frascos. Junto con Francia, la élite de la industria del perfume. Y aquella rosa era la misma que la de la infancia de Carmen.

Quizá no hubiera pasado de ahí, todo hubiera quedado en una anécdota, en un recuerdo, si a la casualidad no se hubiera unido la ciencia. El espíritu que late en cada científico. Sin esa curiosidad que hace avanzar el mundo. Por eso, Carmen Martínez retrocedió. Y por eso, al acabar la jornada en el congreso, regresó a la calle del rosal. Y ahí empezó todo.

El estudio del investigador de la Universidad de León Rafael Álavarez Nogal supone un aval al proyecto de extraer de estas rosas antiguas una rentabilidad económica, su conversión en una industria y su impacto en la España vacía

De vuelta a casa, a su laboratorio del Centro de Investigaciones Científicas, en la misión biológica con sede en Pontevedra, comenzó a darle vueltas a la posibilidad de aplicar la segunda parte de un proceso científico, que es la de dejar que la ciencia interfiera con la vida y convertir el conocimiento en uso, en práctica, en generador de vida y riqueza. Así que encargó al profesor e investigador de la Universidad de León Rafael Álvarez Nogal el análisis histológico de la rosa narcea, estudiar la anatomía microscópica de esta flor para desentrañar el misterio de su poderoso aroma. En su mente, extraer su esencia y convertir su cultivo, en Narcea y también en alguna zona limítrofe de León, en otra capital mundial del perfume. Como Grasse, en la ribera mediterránea francesa, en la Costa Azul, que ha hecho desde el siglo XVII un imperio del cultivo floral del jazmín, los nardos, naranjos, violetas, menta, verbenas y rosas centifolia, o en Bulgaria, en El Valle de las Rosas, en Kazanlak, con su rosa damascena, las rosas de Damasco, secreto de perfumistas, la ‘casa’ de Dior y Channel, y Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Como ellas, la rosa narcea es una rosa antigua. Milenaria. Su cultivo se pierde en la memoria. De antes de Roma. De mucho antes de que en 1867 entraran las rosas chinas de té e invadieran floristerías, casas y cultivos. Tiene explicación. No huelen pero son bellísimas, de colores brillantes, cautivan el sentido más desarrollado en los hombres, la vista, y dejan atrás el olfato, que conecta al recuerdo y los sentimientos.

En su laboratorio de la Universidad de León, Rafael Álvarez Nogal colocó en el microscopio los pétalos de las rosas de la casa de los tatarabuelos de Carmen Martínez para averiguar dónde estaba su misterio. En ese montón de hojas iba una tarea única, la descripción por primera vez de una rosa nunca antes descrita. Durante horas, analizó con el microscopio óptico de campo claro, el de polarización, el de epifluorescencia y con el microscopio electrónico de barrido las células en forma de pequeñas montañas llenas de estrías por las que se libera el olor. Y no sólo ahí. La cara de los pétalos que no se ve, la de abajo, tiene células planas pero también con estrías, por lo que también irradian aroma. Un truco para llamar la atención de los insectos.

El análisis del investigador de la Universidad de León, que lleva años trabajando con Carmen Martínez Rodríguez en sus investigaciones sobre la vid y el olivo, supone un aval al proyecto de extraer de estas rosas una rentabilidad económica, su conversión en una industria y su impacto en la España vacía.

«La aparición en el mundo de la perfumería, y de los aspectos económicos que pueda conllevar, de una nueva rosa , además española, es un hito absoluto», sostiene Álvarez Nogal.

En la misión biológica del Csic, Carmen Martínez y su equipo están ya destilando los pétalos, un proceso de extracción de la esencia y su valoración para uso en el mundo de la perfumería.

El objetivo final es convertir Narcea y las zonas limítrofes de León en un nuevo centro mundial del perfume a imagen de Grasse en Francia o ‘el Valle de las Rosas’ en Bulgaria

«Acabamos de recibir un caja de pétalos y ahora mismo estamos en esta fase crucial», describe Carmen Martínez.

En su trabajo, Martínez ha involucrado a algunos de los mejores equipos de investigadores de este país, entre ellos a los del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición, el Ictan, y del Instituto Pirenaico de Ecología, dependiente también del Csic.

Carmen Martínez cree en la viabilidad de esta rosa. Está acostumbrada a trabajar en proyectos complejos. No en vano es el alma científica de la vitivicultura heroica y experta en la variedad de vid albarín blanco, Y tiene una apuesta vital por las iniciativas científicas para el retorno de población a los pueblos.

La rosa narcea es una de esas oportunidades. La historia completa de cómo un viejo y abandonado rosal en una calle de Bulgaria acabó dando una oportunidad a la España vacía.

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