Diario de León

CANTO RODADO

El sur del sur

Llegué a Valderas tras atravesar un mar de espigas y encinas. La capital de las siete villas celebraba las ferias y fiestas de San Pedro y, sobre todo, el inicio de una nueva era política, social y cultural..

León

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Es el sur del sur. Una villa que fue capital de siete villas y foco principal de una intensa actividad comercial. Valderas. Municipio venido a menos que quiere ir a más. Con su patrimonio de siempre y con la ilusión de un grupo de personas comprometidas con el desarrollo rural, la cultura y la igualdad entre hombres y mujeres.

Cuando pensábamos que el sur de la provincia terminaba en Valencia de Don Juan, o en ese territorio indefinido que llaman Coyanza, el sur del sur emerge entre el mar de espigas, majuelos y encinas y nos recuerda la ficción de las fronteras. Valderas está en una esquina tan olvidada de la provincia que ya casi nadie se acordaba de que existía.

Sólo el bacalao y sus industrias de queso, vino y pirotecnia, entre otras, como la Fundación Fermín Carnero, no habían desertado de Valderas. La clase política se había rendido al desastre y nadie quería hacerse cargo de la secretaría provincial. La herencia de una mala gestión municipal había caído sobre una losa sobre este territorio que navega en medio de tres provincias como un buque un poco fantasma al que nadie quería dar abrigo en su puerto. Como les pasa a los barcos que rescatan a personas en el Mediterráneo. Hacía falta el coraje de una capitana, como Carola Rackete, para que la desobediencia civil se convirtiera, una vez más, en baluarte de los derechos humanos.

Y hacía falta, en Valderas, que la desidia diera paso a la acción. El soplo de viento necesario llegó desde Gordoncillo, pueblo vecino que en las últimas décadas se ha erigido en faro del desarrollo rural sostenible gracias a la buena gestión de sus recursos vitivinícolas y el patrimonio natural y cultural.

Tuvo que ser un ‘ahumao’ —así bautizaro a los de Gordoncillo en Valderas, que tienen tanta facilidad para bautizar como para quemarse— el que fuera a sacar las castañas del fuego a la ejecutiva provincial del PSOE para lograr hacer candidatura. Urbano Seco, al que su partido, una vez más, olvida injustamente para la Diputación provincial, no cejó en el empeño. Luego todo fue rodado. Tanto que el equipo que encabeza Agustín Lobato Ruano se propuso como primera obligación, sin tenerla, el hacer una lista cremallera —un hombre, una mujer— para concurrir a las elecciones municipales.

Se ha conformado en el sur de León un interesante eje que va desde Mansilla Mayor hasta Valderas, entre el Esla y el Cea, que por primera vez en muchos años cuenta con las mimbres para afrontar sacar brillo a la inmensa riqueza que atesoran, desde los fértiles regadíos a las imponentes dehesas. Gente que piensa globalmente y actúa localmente y bien conocedora de su historia, con visión de futuro sobre recursos tradicionales, como los corderos que se abren camino en mercados chinos y árabes y que ven en el patrimonio cultural un escenario propicio para atraer a la gente de la ciudad y otros confines, como hace en el monasterio de Sandoval, tanto tiempo abandonado e ignorado por su propietaria, la Junta.

Bien estaría que la nueva Diputación, si de verdad quiere cambiar algo, copie estos modelos. Lo primero que debe dejar de ser la institución es un reducto de ‘barones’ territoriales sin más mérito que estar situados en el aparato. Sería un error empezar una nueva etapa sin aprovechar a las personas que más y mejor pueden aportar. Municipios como Villagatón-Brañuelas y Luyego, en el partido de Astorga, o Gordoncillo y Murias de Paredes en el de León tienen mucho que aportar.

Sería bochornoso que la institución provincial vuelva a ser un mal ejemplo de cómo el machismo siga dominando la escena provincial sin rubor ni pudor. Mientras hay hombres que repiten en los sillones provinciales mandato tras mandato, las mujeres siempre son nuevas.

Las diputaciones están al margen de la Ley de Igualdad, pero no los partidos que llevan el feminismo como bandera.

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