Gardini, el factor italiano
El 23 de julio de 1993 Raúl Gardini se suicidó, acosado por las investigaciones sobre el pago de multimillonarias comisiones ilegales a partidos políticos por parte del holding empresarial que había creado, y que se desmoronaba por momentos asfixiado por las deudas. Fue el décimo de una larga serie de suicidios de financieros en aquel país, a consecuencia de la operación Manos Limpias. Gardini (Pomposa, 1933) se hizo como empresario a imagen de su suegro, Serafino Ferruzzi. Consiguió convertir el grupo familiar en el segundo más importante de Italia, después de Fiat. En León sus tentáculos se extendieron a Antibióticos, pero también a la compra de la aceitera local Elosúa (otro de los sectores que el Gobierno español consideraba estratégicos, pero que acabó en manos italianas en aquella convulsa época). Su enfrentamiento con el sector político y el control que llegó a tener, junto con las irregularidades de las que se le acusaba (precisamente la mayor parte de ellas, el pago a partidos políticos) acabaron por desarbolar uno de los grandes imperios empresariales de aquellos años.
Su relación con Mario Conde pasó del enfrentamiento a la amistad. Conde había negociado con Schimberni la venta de Antibióticos y su participación en Montedison. Justo entonces Gardini se hizo con un 40% de la multinacional, y denunció a la prensa italiana que Montedison pagaba un precio excesivo por Antibióticos, debido sobre todo al pago de comisiones tanto al Partido Socialista Italiano como al PSOE. Una cantidad que se calculó en 1.700 millones de pesetas, aunque nunca llegó a demostrarse.
La astucia del abogado español le llevó a apoyar a Gardini en su guerra particular contra Schimberni. Pero le implicó también en los escándalos de financiación ilegal de partidos y políticos, aunque nunca llegó a demostrarse. La compra de la aceitera leonesa Elosúa tampoco estuvo libre de estas acusaciones e investigaciones.
Puestos a hablar de comisiones y cobros irregulares, en la primavera de 1994 se publicó que Conde había cobrado como «comisión secreta» 1.350 millones de pesetas por la venta de Antibióticos. Gajes de la historia, aquella investigación fue ordenada por Luis Roldán a instancias de Narcís Serra.