Diario de León

IX centenario de la muerte de Alfonso VI (1109-2009)

A pesar de todos sus méritos, ha sido vilmente tratado por los cantares de gesta y las leyendas

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|||| Alfonso VI nació el año 1037. Era hijo de Doña Sancha y Fernando I, Reyes de León. La muerte de Fernando I significó un cambio total en las estructuras más profundas del Reino de León, debido a la división territorial entre sus hijos. Lo que antes era un único Reino, ahora son tres: León, Castilla y Galicia y tres Reyes diferentes. El cambio fue tan radical que ya nunca más volvió a existir un Reino único.

No quedó muy satisfechos Sancho con su suerte en la división del Reino porque no recibió, como primogénito que era, el símbolo y la máxima expresión del poder: el Imperio, que lo representaba León. Sin duda a Sancho se le privó de la parte más importante de la herencia a la que creía tener derecho. Sancho recibió la herencia patrimonial de su padre, el Condado de Castilla, elevado a la categoría de Reino. No podía aspirar a otra cosa, ya que el resto era patrimonio de su madre. Alfonso tampoco estaba satisfecho con el reparto de la herencia ya que le habían quitado una parte del Reino: Galicia, que la había recibido su hermano García. Se vivía una época que, conforme a la tradición visigoda, el poderoso no soportaba a nadie igual, ni el débil a nadie superior.

Las fronteras de Castilla eran todas muy problemáticas. Por el sur, estaban los musulmanes por la línea del río Duero. Por el oeste, la frontera con León estaba en el río Pisuerga, pero Sancho no estaba muy conforme con esta frontera, él quería las tierras comprendidas entre este río y el Cea, algo que su abuelo Sancho III el Mayor se había anexionado, pero que había perdido a manos de Bermudo III. Éste ha sido el eterno problema entre León y Castilla. Y por el este estaba la frontera más complicada en los límites con Navarra y Aragón.

Mientras vivió su madre, la reina Sancha, Sancho de Castilla no estuvo quieto. Quería arrebatar al rey Sancho de Navarra una parte de su territorio. El monarca navarro, que intuyó el peligro y las aspiraciones del castellano, había hecho un pacto con el rey Sancho Ramírez de Aragón. Cuando Sancho de Castilla atravesó el río Ebro para atacar a Navarra, se encontró con las tropas unidas de Navarra y Aragón, que derrotaron a las castellanas. Ramón Menéndez Pidal llamó a esta batalla la Guerra de los tres Sanchos porque los tres monarcas se llamaban Sancho, eran primos carnales, nietos de Sancho III el Mayor. Esta batalla sucedió entre agosto y septiembre del año 1067.

Batalla de Golpejar

Después del fracaso en la parte oriental, quiso resarcirse atacando a su hermano Alfonso en la parte occidental. Esperó, eso sí, a la muerte de su madre, la reina Sancha, a quien respetaba mucho, para comenzar los ataques. La reina Sancha murió el día 6 de noviembre del año 1067 según datos de Archivos Leoneses, habiendo sobrevivido dos años a su marido. Ya al año siguiente atacó Sancho a su hermano Alfonso. Según cuenta Modesto Lafuente, Sancho atacó tan rápido que Alfonso no tuvo tiempo de prepararse ni de recibir la ayuda de sus primos los reyes de Navarra y Aragón. El enfrentamiento tuvo lugar en Llantada, a orillas del río Pisuerga, el día 19 de julio del año 1068. La batalla terminó con la victoria de los castellanos y Alfonso se retiró a León. Sea porque Sancho estaba debilitado por las batallas contra sus primos los Sancho de Navarra y Aragón, sea por cuestiones tácticas, el caso es que Sancho no se atrevió a perseguir a las tropas leonesas. Pasaron tres años cuando Sancho volvió a la carga contra Alfonso, era el año 1071. El enfrentamiento esta vez fue en Golpejar, a orillas del río Carrión. Nuevamente el historiador Modesto Lafuente narra la batalla, afirmando que «había un pacto entre ambos hermanos de que aquel que ganara la batalla sería el único rey de León y de Castilla. Mucha confianza debía tener Sancho en sus hombres. Sin embargo, el duelo terminó con victoria de los leoneses, huyendo los castellanos, abandonando sus pertrechos. Alfonso, creyéndose ya rey de ambos reinos, no quiso perseguir a los castellanos derrotados para evitar derramamiento de sangre». Demasiada nobleza o ingenuidad ante tan ambicioso personaje.

Alfonso pagó caro su nobleza. El Cid Campeador, que había sido uno de los derrotados en el torneo, aconsejó a su Señor y amigo Sancho volver al campo de batalla, en la seguridad de encontrar a los vencedores confiados, celebrando la victoria. Al amanecer, cayeron los castellanos sobre los leoneses, que estaban dormidos y acuchillaron a unos cuantos, huyendo los demás. Entre los que huyeron estaba el Rey Alfonso que se refugió en la Iglesia de Santa María de Carrión. Sancho, sin respetar el recinto sagrado ni la ley, cogió prisionero a su hermano Alfonso y lo llevó a Burgos. Era el mes de julio del año 1071.

La hermana mayor, Doña Urraca, temiendo que su hermano Alfonso fuese asesinado, envió al conde Pedro Ansúrez a negociar la libertad de Alfonso. Accedió Sancho a poner en libertad a Alfonso con la condición de que éste le entregara el Reino de León y tomara el hábito monacal en el Monasterio de Sahagún, como así fue.

Poco tiempo estuvo Alfonso en el monasterio, ya que disfrazado, pudo huir y refugiarse en Toledo, siendo muy bien acogido por el rey Al-Mamún, que le recibió como a un hijo, según cuenta Rodrigo Jiménez de Rada. Alfonso fue acompañado en el destierro por los hermanos Ansúrez, su amigo Pedro, Gonzalo y Fernando.

Derrotado Alfonso VI, Sancho atacó a su hermano García, Rey de Galicia. Éste, que no gozaba de las simpatías del pueblo, casi no opuso resistencia, siendo derrotado en tierras portuguesas en las cercanías de Santarén.

No paró Sancho, quería unificar todo el reino de sus padres, Sancha y Fernando. Atacó a su hermana Doña Elvira, señora de Toro, que no opuso resistencia. A continuación fue Sancho a por el último obstáculo para cumplir su sueño: Zamora. Aquí reinaba la hermana mayor, Doña Urraca, que opuso una tenaz resistencia. Cuando la plaza estaba a punto de rendirse, ocurrió lo inesperado.

Sale de las murallas de Zamora un valiente soldado, llamado Bellido Dolfos, quien, con mucha astucia y sangre fría, consiguió convencer a Sancho para que le acompañase solo para enseñarle una entrada secreta a la ciudad. El soldado aprovechó un descuido de Sancho para atravesarle el pecho con una lanza. Acto seguido, corre a refugiarse dentro de las murallas, perseguido de cerca por el Cid, que desconfiaba de Bellido Dolfos, pero no logró alcanzarle. Sucedió esto el día 7 de octubre del año 1072.

Esta acción de Bellido Dolfos le ha acarreado el título de asesino por la inmensa mayoría de los historiadores. Una vez más, estos utilizan dos varas de medir, si es leonés es malo y si es castellano es bueno. Los historiadores no quieren ver o no quieren reconocer el tremendo valor del soldado zamorano.

Si la jugada le hubiera salido mal y lo difícil es que le saliera bien, le hubieran hecho picadillo y él debía saberlo. Sin embargo, en la batalla de Golpejar, el Cid y Sancho, hicieron una traición contra Alfonso, contra un pacto y, sin embargo, ningún historiador se ha atrevido a denunciarlo. Al fin y al cabo, no era más que un acto de traición de Castilla contra León, algo ya muy viejo.

Según cuenta el Silense, cronista coetáneo, Alfonso VI estuvo nueve meses desterrado. Comenzó el destierro a primeros del año 1072 y duró hasta la muerte de Sancho en las puertas de Zamora el 7 de octubre del mismo año.

La noticia de la muerte de Sancho fue comunicada rápidamente a Alfonso, quien, después de informar al Rey Al-Mamún, se dirigió a Zamora, siendo recibido con grandes muestras de júbilo. Aquí en Zamora fue coronado nuevamente Rey de León. La coronación de Alfonso VI como Rey de Castilla tiene una leyenda muy castellana, que dice «a pesar de ser aceptado por los castellanos, tuvo que pasar por la humillación de jurar ante la Biblia no haber tomado participación en la muerte de su hermano-¦. fue el Cid, ante todo el público, en la Iglesia de Santa Gadea, quien pidió por tres veces juramento a Alfonso y tres veces tuvo que jurar Alfonso. Acabado el juramento, los castellanos vitorearon al Rey Alfonso».

Las leyendas, los cronistas y los juglares escribían desde Castilla durante los siglos XI al XIII con una clara hostilidad antileonesa, rodeando los acontecimientos con un halo de épica y belleza, que sin duda propiciaron a oscurecer y exagerar la verdad de los hechos. Además de la leyenda del juramento de Santa Gadea, tenemos otras muchas leyendas, especialmente referentes al Cid, como aquella que dice que el valiente y legendario Cid Campeador se enfrentó el solito en las murallas de Zamora a quince zamoranos, venciéndoles a todos. Algo similar ocurrió en las épocas de Fernán González y Alfonso VIII.

Lo peor es que la mayor parte de todas estas leyendas han sido incorporadas a la historia como auténticas. Empezó el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, Alfonso X el Sabio y las continuó Ambrosio de Morales y posteriormente Modesto Lafuente Desde entonces, las leyendas han sido parte importante de la historia «auténtica» admitida por la mayor parte de los historiadores, especialmente los modernos. Sería muy conveniente hacer una depuración de las leyendas y buscar la verdad por encima de todas las cosas.

La secesión del Condado de Castilla la había hecho Fernando I con el acuerdo de formar un reino asociado al Imperio de León a través de la Monarquía Leonesa. Años después, en tiempos de su hijo Alfonso VI, Castilla seguía asociada al Reino de León. Lo atestiguan tanto el Tudense como el Silense al afirmar que Castilla en tiempos de Fernando I y de Alfonso VI era una provincia del Reino de León

Si grande fue Fernando I, no menos importante fue su hijo Alfonso VI. Hay historiadores que no han dudado en afirmar que éste pudo haber terminado la Reconquista de España si no hubiera sucedido la invasión de los almorávides. Incluso afirman que también pudo haberla terminado sin las luchas intestinas, provocadas por su hermano Sancho II el Fuerte, Rey de Castilla, que inundaron de sangre las tierras cristianas. Dicen que era muy posible, porque los almorávides no hubieran llegado a tiempo de evitarlo.

Cuenta la Crónica Silense, que Alfonso VI, siguiendo el consejo de su hermana Doña Urraca, cogió prisionero a su hermano García I, Rey de Galicia, con el fin de evitar una posible nueva partición del Reino, como el ocurrido con el otro hermano Sancho, y lo encerró en el Castillo de Luna. García recibió todo tipo de honores regios, excepto la facultad de reinar.

Por éste y otros motivos, a Doña Urraca se le han dedicado falsas acusaciones. Algunos han llegado a decir que Doña Urraca tuvo relaciones incestuosas con su hermano Alfonso, pero ninguno ha aportado prueba alguna de tal afirmación. Rodrigo Jiménez de Rada trata a Urraca de Reina, con ese título figura en el epitafio de su tumba en San Isidoro de León, y asegura que era una mujer muy juiciosa y entregada a obras piadosas. Algo similar cuenta la Crónica Silense al afirmar que Doña Urraca observaba en su interior la vida monacal, unida a Cristo como su único esposo.

Conquista de Toledo

Siguiendo la estela de su padre, Alfonso VI estaba dispuesto a terminar la Reconquista. Puso en primer lugar los ojos en la ciudad imperial de Toledo. Muerto el Rey Al-Mamún el año 1077, le había sucedido su hijo Al-Kadir. Pero éste había sido expulsado por sus propios hombres y entregado el Reino al Rey de Badajoz, Mota Wakil, refugiándose en León. Pidió ayuda al monarca leonés para recuperar su Corona, accediendo Alfonso VI a cambio de mucho dinero. Logró Alfonso echar al Rey intruso y colocar a Al-Kadir en el Trono de Toledo. Pero la gran cantidad de dinero que tenía que pagar al Rey leonés acabó siendo una carga imposible de cumplir por lo que los toledanos, incapaces de soportar tantos tributos, acabaron emigrando, especialmente a Zaragoza. El Rey Al-Kadir, al verse sin recursos, ofreció a Alfonso VI un acuerdo por el que le entregaba las llaves de Toledo, permitiendo la salida de los habitantes con sus pertenencias. Aceptó la oferta el Monarca leonés y así pudo entrar en la ciudad el día 25 de mayo del año 1085. Toledo, la capital imperial de los visigodos, había estado 364 años en poder de los musulmanes. A partir de esta fecha, León tuvo que compartir la capitalidad del Imperio con Toledo.

El avance de las tropas de Alfonso VI en las tierras musulmanas es espectacular. Las fronteras llegan al río Tajo Alfonso hace nuevas incursiones por territorio musulmán, llegando hasta los Reinos de Almería y Granada. Entonces ocurrió lo que nunca debió ocurrir: Motamid, Rey de Sevilla, ante el serio peligro de perder su Trono, pidió ayuda a Yusuf, jefe de los almorávides africanos. Éste entró rápido en la península por Algeciras desde Ceuta con un gran ejército. Viendo Alfonso VI lo que se le avecinaba, pidió ayuda al Rey Sancho de Aragón y a algunos caballeros franceses. Los dos ejércitos se encontraron en Sagradas, cerca de Badajoz, con derrota de los cristianos. El año 1090 enfermó de gravedad Don García, Rey de Galicia, hermano de Alfonso VI. Éste ordenó traer a su hermano a León con el ánimo de curarle, pero murió en el camino, siendo enterrado en San Isidoro. En el entierro estaban presentes Doña Urraca y Doña Elvira, hermanas del difunto, el arzobispo de Toledo Don Bernardo y la casi totalidad de obispos y abades del Reino.

Alfonso VI, emperador de España

La primera vez que es atribuída a Alfonso VI la dignidad imperial, aparece en un documento privado, fechado el día 18 de diciembre del año 1071 que dice: Regnum et Imperium Adefonsi nobilísime principis en Legione Pero según cuenta el Silense es a partir del año 1076, cuando Alfonso VI comenzó a titularse «Totius Hispaniae Rex» e «Imperator totius Hispaniae» Desde el año 1087, la Corte Imperial Leonesa comenzó a utilizar la fórmula «Constitutus Imperator super omnes Hispaniae naciones» Esto demuestra muy claramente la dignidad imperial que tenía Alfonso VI, una dignidad vinculada al Trono de León, una dignidad a la que nunca quiso renunciar.

La teoría del uso del título imperial por los Reyes de León corresponde con la idea del neogoticismo. Era una forma de manifestar la preeminencia de los soberanos leoneses sobre el resto de los Reyes cristianos peninsulares, por sentirse los legítimos sucesores de la monarquía visigoda. La palabra Imperator tenía entonces el concepto equivalente al de un monarca de superior categoría. La reconquista de Toledo por leoneses era el símbolo de la Hispania visigoda y significaba la restauración de su monarquía.

El Cid

Durante el reinado de Alfonso VI, ocurrieron las «gestas» del Cid Campeador. Las leyendas y los cantares de gesta lo convirtieron en un mito histórico, pero, ni fue un dechado de virtudes, ni tampoco estuvo exento de defectos. Según el famoso historiador holandés Dozy, «en las biografías de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, ni está toda la verdad, ni todo es verdad. No puede negarse que fue un gran guerrero, ni puede afirmarse que fuera un modelo de caballero En sus relaciones con el Rey Alfonso fue siempre un poco rebelde, un poco díscolo, al estilo de Fernán González. La historia no reconoce los hechos que la leyenda le adjudica al Cid».

Según Pérez de Urbel, tanto Fernán González como el Cid Campeador, son la honra del pasado del pueblo castellano. Los hechos demostrados en la historia escrita demuestran que fueron dos grandes equivocados.

Cuando leemos lo que se ha escrito del Cid Campeador, encontramos materia para todos los gustos. Así el historiador portugués Joaquim Oliveira Martins (siglo XIX), en su Historia de la Civilización Ibérica dijo «el famoso Cid es el tipo, no de la caballería poética, fiel a Dios y a su dama, sino de esos aventureros audaces, sin ley y sin fe, que alquilaba el valor de su brazo a quien mejor lo pagase. Pasó la mitad de su vida al servicio de los sarracenos como soldado y la otra mitad combatiéndolos». Un cronista musulmán le llamó «el can de Galicia, bandido sin honor, infiel a los juramentos y traidor a las capitulaciones»

Después de la reconquista de Toledo, Alfonso VI comenzó a publicar nuevas leyes de gran utilidad para cortar los abusos que padecían los ciudadanos del Reino y muy especialmente los peregrinos que hacían el recorrido del Camino de Santiago por las tierras del Imperio. Además el Monarca leonés, según el obispo Pelayo de Oviedo, mandó construir puentes y hospitales por todo el Camino Jacobeo entre Logroño y Santiago de Compostela para ayuda de los peregrinos. Una de sus obras más famosa fue la construcción del Hospicio de León, al lado de la Catedral, para socorro de los enfermos, de los pobres y de los peregrinos. Este Hospicio fue fundado por Don Pelayo, obispo de León.

Hasta la llegada de Alfonso VI al Trono de León, los peregrinos que hacían el Camino de Santiago tenían que pagar un portazgo. Con frecuencia eran molestados y en muchas ocasiones robados. Las quejas de los peregrinos eran continuas. Por estos motivos, Alfonso VI publicó una nueva ley por la que el Camino de Santiago se declaraba libre de impuestos para todos los peregrinos, incluso para los que llevasen mercancías. El documento lleva la fecha del día 15 de diciembre del año 1090. Lo firma el Rey de España, Alfonso VI y su hermana, Doña Urraca.

Muchos fueron los cambios en el reinado de Alfonso. Sin duda, uno muy peculiar fue el cambio litúrgico del mozárabe al latino. Desde los tiempos apostólicos, en el inicio del cristianismo, se observaba en España la liturgia gótica, que desde la invasión musulmana, se llamada mozárabe. El enviado del Papa, Hugo Cándido, fue quien más empeño puso en el cambio. Los obispos españoles no estaban de acuerdo con el cambio y decidieron enviar una delegación al Papa, Alejandro II, a quien entregaron los textos: el Liber Ordinum, el Antifonario y el misal. El Papa tuvo la gentileza de examinar y leer los tres libros detenidamente durante diez y nueve días y no solamente fueron aprobados, sino incluso alabados.

A pesar de todo se hizo el cambio. Después de la conquista de Toledo, Doña Constanza, que era francesa y Don Bernardo, también francés, abad del Monasterio de Sahagún y posteriormente arzobispo de Toledo, aconsejaron al Rey el cambio de rito. Alfonso decidió el cambio a pesar de la oposición de los obispos, que querían y les gustaba más el rito antiguo. El día 22 de marzo del año 1085 se cantó en rito latino por primera vez en el Monasterio de San Juan de la Peña. El cambio ya se había hecho anteriormente en Navarra y en Aragón.

Alfonso VI proclamó a su hijo ilegítimo Sancho como heredero absoluto al Trono de León el año 1106. Sancho era hijo de la mora Zaida, que se bautizó y cambió de nombre, pasando a llamarse Isabel, requisito indispensable para ser heredero legítimo. Posteriormente, a primeros de mayo de 1107, la Curia de León proclamó oficialmente heredero al infante Sancho.

El año 1108 hubo un enfrentamiento entre el ejército cristiano y los almorávides en Uclés en la provincia de Cuenca, con derrota de los cristianos. Por desgracia, en esta batalla murió el único hijo varón de Alfonso VI, el infante Sancho, dejando sin heredero varón a la Monarquía Leonesa. Sancho, que ya había sido armado caballero, sólo tenía once años.

En la batalla de Uclés murieron tres mil soldados cristianos y, según cronistas musulmanes, les fueron cortadas las cabezas y con ellas hicieron allí mismo un montón.

La muerte del infante Sancho fue un mazazo muy duro para el Monarca leonés y le causó tal dolor que le ocasionó la muerte. Alfonso VI falleció un año después de la muerte de su hijo. Era el día 1 de julio del año 1109. Tenía 72 años de edad y 43 años de reinado. Alfonso fue enterrado en Sahagún en la Iglesia de los Santos Facundo y Primitivo con la asistencia de todos los obispos y arzobispos del Reino el 12 de agosto, donde habían sido enterradas algunas de sus esposas.

Con el fin de proteger la frontera del río Duero, el Rey Alfonso envió a su fiel amigo Pedro Ansúrez, que fundó la ciudad de Valladolid. El año 1095 se consagró con toda solemnidad la Iglesia de Santa María con la presencia del Rey y de varios obispos

Alfonso VI ha sido uno de los más grandes Reyes leoneses por sus virtudes, por sus gloriosas hazañas y por sus importantes conquistas.

Alfonso tuvo una visión política de amplios horizontes al buscar relaciones con Europa como lo demuestra que estuviera casado con dos mujeres europeas Sin embargo, a pesar de todos sus méritos honrosamente ganados, Alfonso VI ha sido vilmente tratado por los cantares de gesta y las leyendas castellanas, dedicadas por los juglares a Sancho II el Fuerte y al Cid campeador.

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