Diario de León

Jefe de guerrillas en León durante la ocupación napoleónica

Porlier, «El Marquesito» | Este joven Mariscal de Campo soñó con una España esclarecida y libre, luchó denodadamente por restablecer la corona real en las sienes de don Fernando VII y este cruel monarca se lo agradeció colgándole «a soga», en l

DÍEZ ALONSO

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MATÍAS DÍEZ ALONSO | texto
León

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El 26 de julio de 1808 entraron los gabachos en León y la vanguardia se estableció en el barrio de la Vega, entre los campos trigales, donde hoy se emplaza la parroquia de La Anunciada. El general Bonet y sus oficiales se alojaron en Trobajo del Camino. Robaron gallinas, huevos y tocino y compraron otras viandas. Más tarde se destinaron a San Andrés del Rabanedo y Villabalter dos regimientos españoles de caballería y los oficiales mayores se alojaron en casa del cura de San Andrés, don Juan Antonio Posse; luego fueron hacia Salamanca y vino otro regimiento a San Andrés, los llamados Voluntarios de Navarra . El ejército francés, compuesto por 18.000 hombres, salió de León para Galicia el 1 de enero de 1809, y pasó como un torrente que se lleva todo a su paso: las gallinas y los pavos casi desaparecieron totalmente por algunos años. El 8 de diciembre de 1809 fueron a San Andrés unos cuantos dragones y obligaron al cura a remitir oficios a trece pueblos del Bernesga y a Cimanes del Tejar para que pagaran 18.000 reales. De ellos, 12.000 reales eran la imposición , o sea, 4.700 reales para los españoles de León que seguían a los franceses, al cura Posse le dieron 2.000 reales por los gastos de alojamiento y comidas. El 7 de junio de 1810 el mariscal Besiéres mandó que el obispo obligase a los párrocos a reconocer y jurar acatamiento al Rey José, el Pepe Botella ; el cura de San Andrés se opuso con su propio razonamiento. A comienzos de julio vino a San Andrés un regimiento de franceses y obligó al alcalde a proporcionar carros para trasladarse luego a Asturias con los demás que había en León. Quien era Porlier, El Marquesito Fue un famosísimo guerrillero que trajo en jaque a todo el ejército francés por el Norte de España. Tan pronto atacaba en Asturias como en León, Santander, Vizcaya, Galicia, en todos los frentes. La provincia de León fue un buen teatro de sus hazañas. Nació en 1788 en Cartagena de Indias, Colombia, y murió en 1815, ahorcado en La Coruña por mandato real de don Fernando VII, uno de los reyes más crueles de nuestra historia. Participó activamente en la batalla de Trafalgar, era un marino experto, capitán de corbeta que llegó a ser general o mariscal en los ejércitos de tierra. Muy joven se le nombró Mariscal de Campo. Tenía como comandante ayudante a Vallejo, de Cuadros, pueblo cercano a la capital leonesa, distinto a otro Vallejo que era juez en León y resultó ser un traidor para el cura don Juan Antonio Posse, a quien encarceló. Porlier fue un gran defensor de la Constitución de 1812. Nada más entrar en España, don Fernando VII abolió la Constitución y Porlier defendió el restablecimiento de ella, por lo que fue condenado a cuatro años de prisión en el castillo de San Antón de La Coruña. Se le concedió un permiso especial para tomar baños salutíferos en Arteixo, muy cerca de La Coruña. Se preparó un pronunciamiento que quería restablecer la Constitución, pero se trató en realidad de una encerrona preparada contra Porlier, quizá por los canónigos compostelanos, porque el guerrillero se había pronunciado en contra del Voto a Santiago, un impuesto de tres celemines de centeno que abonaban todos los labradores de las provincias que tenían que ver con la Ruta Jacobea, y que ya venía desde la monarquía asturiana. La Constitución de 1812 abolió este impuesto. A Porlier se le quiso facilitar la huída a Inglaterra, pero fracasó el intento; sin embargo, sí pudo huir su cuñado, el Conde de Toreno, gran historiador de la Guerra de la Independencia. Porlier, traicionado, fue condenado a muerte. Él pidió ser arcabuceado, por ser militar, pero ni eso le concedieron; fue ahorcado , a soga, en el Campo de la Leña. No quiso que el verdugo le pusiera la soga, se la puso él mismo porque quería mandar en su muerte. Tenía 27 años. Se había casado con la asturiana hermana del Conde de Toreno, y le acompañó en la prisión cuanto tiempo estuvo encerrado en aquella mazmorra húmeda y fría. Porlier luchó denodadamente por traer la corona a las sienes de Don Fernando VII, pero este cruel rey así se lo agradeció, por ser monárquico constitucionalista. En el año 1820, el pronunciamiento de Cádiz confirmó el Liberalismo y se restableció la Constitución de 1812. El pueblo de La Coruña ha erigido a Porlier una estatua en la Plaza de la Leña, hoy Plaza de España, muy cerca de la estatua del general Millán Astray. En el pedestal hay una cartela esculpida en piedra que dice así: Este monumento al general Porlier Fue inaugurado por el Vicepresidente de la nación El excmº sr. D. Alfonso Guerra González El día 16-12-1986 siendo Alcalde de La Coruña El excmº sr. D. Francisco Vázquez y Vázquez «El pastor ha de dar la vida por sus ovejas» Porlier había sufrido una derrota en Gamonal (Burgos), pero organizó nuevamente la guerrilla. Sufrió otra derrota en Palencia y una gran sorpresa en Saldaña, de donde pudo escapar y se reorganizó con los mozos de la tierra riañesa, atacando el depósito de prisioneros que tenían los franceses en Sahagún de Campos, en el invierno de 1808- 1809; los liberó y los condujo a Pedrosa del Rey, pueblo cercano a Riaño, hoy inundado bajo las aguas del pantano, y trajo presa a la guarnición gabacha. Luego rindió la guarnición de Guardo y los llevó a Pedrosa del Rey y a Boca de Huérgano, donde él tenía uno de sus cuarteles generales; otro lo tenía en Potes. El coronel francés Ders, que había llevado detenido al cura de Besande, don Juan Viana, trató de sorprender al Marquesito . El cura se enteró durante el almuerzo, ya que le habían invitado, aunque prisionero, porque hablaba muy bien la lengua francesa y cuando lo liberaron aquella tarde fue a uña de caballo a Pedrosa a avisar a Porlier. No hallándole, le dejó un billete de aviso. El coronel francés vino a Pedrosa con dos fracciones de ejército, escuadrón de caballería por el puerto de Picones y compañía de infantes por Monte Viejo, dos caminos distintos que podían ser los itinerarios de fuga. Los franchutes habían pernoctado el día 3 de abril en Besande y al amanecer el día 4 ya estaban en Pedrosa. Juan Díaz Porlier no sólo se les escapó del asedio, sino que cayó por sorpresa sobre ellos y les causó muchas bajas, siguiendo su táctica de guerrilla. Los franceses encontraron el billete de aviso del cura, que Porlier no había destruido por descuido. En represalia, fusilaron al capellán de Pedrosa junto al puente, don Manuel Rodríguez, profanaron la iglesia para cuadra, quemaron la villa con el párroco en casa, y así también en Boca de Huérgano. Sin embargo, el párroco, don Pedro Francisco del Pozo, salió por el bocarón del pajar hacia el aguaducho de un prado cercano y salvó la vida; no así el cura de Besande, don Juan Viana, que fueron por él. Se hallaba confesando en Caminayo, y le instaron a entregarse o, en caso contrario, quemarían los pueblos y violarían a las mujeres, como hicieran en Medina de Rioseco. En cura pronunció la frase evangélica: El pastor ha de dar la vida por sus ovejas . Tornó a Besande y se entregó cautivo a los gabachos. En un viaje que hice a Caminayo, cuando andaba pisando aquellas tierras para escribir el libro Las Cabeceras del Cea , me relataron que allí se mantiene viva una tradición milagrosa: a don Juan Viana quisieron ejecutarle pisoteándole con los caballos, pero ningún caballo del escuadrón francés, por permisión divina, puso sus patas sobre el sacerdote y al fin le fusilaron en una campa a las afueras del pueblo que llaman La Varga. Las gentes de Besande tenían plantada una cruz de madera en aquella campa, conmemorativa de la heroicidad de su párroco don Juan Viana, y hasta allí iban en procesión para la bendición primaveral de los campos, y se rezaba un responso por el alma del párroco don Juan Viana. Las hazañas de Porlier en tierras leonesas ocuparían páginas en abundancia para su relato. En Gradefes se apostó de noche, junto al Esla, y cayó por sorpresa ante el escuadrón quitándoles cien carros de trigo y toda la orfebrería que habían expoliado en el convento de San Zoilo de Carrión de los Condes. Pero es interesante la visita que hizo este mariscal a San Andrés del Rabanedo para entrevistarse con el párroco don Juan Antonio Posse. Porlier en San Andrés del Rabanedo A fines de julio de 1810, un gran contingente de tropas francesas se acantonó en La Virgen del Camino, Trobajo del Camino, Oteruelo de La Valdoncina, Ribaseca y Valverde de la Virgen. El 23 de agosto tomaron prisionero al cura de San Andrés, don Juan Antonio Posse, por pocos días pero con presidio muy oprobioso. El 30 de noviembre de 1812 este párroco dio el discurso de la Constitución a sus feligreses en San Andrés. Ese día, Porlier, El Marquesito y su ayudante Vallejo venían a León desde Asturias y pararon en Cuadros para visitar al padre de Vallejo. Luego vinieron a San Andrés a visitar al párroco, que era muy famoso y celebrado en medios ilustrados por su encendido entusiasmo en favor de la Constitución. Merendaron en su casa un chocolate espeso y sabroso. Porlier le dijo al párroco que las campañas militares no le dejaban sosiego para estudiar a fondo el texto cocnstitucional, y le pidió al cura que le destacara las virtudes de la Constitución. El sacerdote le explicó que la más importante virtud era la de enterrar para siempre la larga edad del feudalismo en España. Le hizo notar la esclavitud sostenida por duques, monasterios, mitras y abades, y todo por entregarse a los vicios a costa del sudor de los pecheros y foreros. Le destacaba a Porlier, como cuñado del Conde de Toreno y dueño de señoríos, sin embargo, clamaba a las Cortes por su abolición, porque nunca los reyes debieron regalar pueblos como si fueran caballos. Vallejo, el ayudante de Porlier, le argumentaba al párroco Posse que si no creía él en el papel moderador de la corona. El cura aseguraba que el Rey permitía el despotismo eclesiástico, favorecía una justicia de magistrados pervertidos, que violentan la equidad, y la esencia de la monarquía estaba en hacer lo que le diera la gana. Seguía argumentando que la Iglesia no aplicaba al socorro de los pobres las rentas sobrantes del culto. Posse continuaba diciendo que nos habíamos tragado la idea de que la soberanía era una dádiva de Dios al Rey, cuando lo real es que la soberanía reside en todos, reside en la nación y no en el Rey. El lugarteniente de Porlier, Vallejo, el de Cuadros, le discutía al cura que, de ser ciertos tales conceptos, no había que defender la figura del Rey, y el cura le contestó: Ya había dicho Solón a los atenienses: Las leyes que os doy no son las mejores, pero son las que os convienen. La cárcel para el reverendo Posse Por este encuentro de Posse y Porlier en San Andrés del Rabanedo tuvo que sufrir el cura seis años de prisión en León, Valladolid y Madrid hasta 1820, año en el que se volvió a restaurar la Constitución y se liberaron los presos políticos. Primeramente fue condenado a los calabozos del convento de los franciscanos. Se defendió bravamente, incluso con la escopeta, y recibió dos cuchilladas. Le robaron todos sus enseres por valor de 12.000 reales. Cuando fue liberado, tras seis años de encierro, se declaró que no era delito lo que no lo había sido. Luego se trató de hacerle canónigo de La Coruña, con prebendas de hasta catorce mil reales al año, se le ofreció el obispado de Tortosa, pero rehusó todos los cargos y prefirió seguir en su curato de San Andrés del Rabanedo hasta su muerte. En su parroquia fue un autodidacta, perfeccionó el francés y el italiano para poder leer a Rousseau, Fenelón y los jansenistas. Las ideas de Cornelio Jansen le embargaban. Yo creí que había participado de esta doctrina herética holandesa del siglo XVII, que exageraba la doctrina de San Agustín acerca de la influencia de la gracia divina para obrar el bien, con mengua de la libertad humana. Pero cuando encontré su testamento en el Archivo Histórico Provincial, otorgado ante el escribano don Félix de las Vallinas, el día 31 de enero de 1854, en dos folios, sello 4º, nº 6 del Protocolo, papel de 40 maravedíes de póliza, recogido en el Archivo de Protocolos, caja nº 1.138, aprecié que se declara católico ferviente y declara no haber pertenecido a ninguna otra religión que la Católica de la Iglesia Romana, y en todo cuanto ha escrito, si se halla alguna cosa contraria a la religión de esta Santa Iglesia declara no ser suyo ni conforme a su voluntad. Es un modelo de piedad este testamento. La celda de Porlier Visité la celda-mazmorra de Porlier, con su techo abovedado, toda de piedra, en el castillo de San Antón de La Coruña, que parece este castillo un barco varado en el mar. Es una fortaleza del siglo XVI. Allí encontré en un fanal de cristal el Expediente formado en virtud de Orden del Excmº Señor Gobernador y Capitán General de este Reino y su ejercicio, sobre secuestro y depósito de las alhajas, ropas y demás enseres pertenecientes al difunto Excmº Mariscal de Campo Don Juan Díaz Porlier, muerto en la plaza de La Coruña por infidelidad a la Soberanía Real. Este castillo es hoy un museo etnográfico, y el director de la institución tuvo conmigo un comportamiento extraordinario. Al solicitarle permiso para obtener alguna fotografía del castillo, mazmorra y legajo alusivo a Porlier, no sólo me facilitó la aquiescencia sino que me regaló una copia del expediente sobre Porlier que se halla tras el fanal de cristal. Visité Arteixo, donde fue Porlier a baños en sus aguas salutíferas, visité la antigua plaza de la Leña, donde hoy se levanta la estatua a Porlier como testimonio de homenaje que le tributó el pueblo de La Coruña a este gran patriota que vino a León a combatir por la libertad y se llegó a San Andrés del Rabanedo para beber en prístina fuente los limpios sentimientos e ideas constitucionales que emanaban del gran sacerdote don Juan Antonio Posse. En 1989 publiqué la Historia del municipio de San Andrés del Rabanedo, y ocho años más tarde, 1997, he vuelto a ahondar la investigación histórica y publicar, por encargo del ayuntamiento, como la vez anterior, con una obra bastante voluminosa, de 300 páginas sobre El municipio de San Andrés del Rabanedo y su entorno, y en ambas obras expuse con amplitud las vivencias de este sacerdote tan destacado, don Juan Antonio Posse, cuya figura dormía ya en el umbral del olvido. Me congratula que la Corporación Municipal no sólo ha puesto nombre a una calle en homenaje a este docto y patriótico párroco, sino que hasta la Casa de Cultura de la cabeza municipal lleva también su nombre. Juan Díaz Porlier camina hacia su holocausto Condenado a muerte, no hubo apelación, porque el mismo condenado se negó a pedir clemencia a quien disfrutaba de una corona, colocada en sus inmerecidas sienes por tanto sacrificio y sangre de muchos españoles. Entró en capilla el día 2 de octubre de 1815. Dos franciscanos le recomendaron la reconciliación divina, el general los despachó porque le trataron con mucho desembarazo y pidió confesión con el padre Sánchez, agustino, recibiendo la sagrada Eucaristía con gran fervor. Redactó su testamento, que entregó al escribano don Juan Antonio Romero y firmaron como testigos sus fieles Miranda y Federico Castañón, el párroco, el coadjutor de la iglesia de Santiago y el propio carcelero. Entregó también unas letras para su esposa, donde le decía que el Todopoderoso se había dignado llamarle a Sí, para darle en la vida eterna la tranquilidad y sosiego que no había gozado en este mundo. La comitiva se dirigió a la plaza de la Leña, que tiempo atrás se denominaba plaza da Forca. Sonaron los tambores lentamente, y el mismo Porlier recomendó que aligeraran el redoble, porque el mal camino debe andarse rápido y se prestó muy entero a la muerte. No obstante, se agitó en leves sollozos cuando le arrancaban los galardones y tantas condecoraciones de su uniforme. No quiso que le vendaran los ojos. La muchedumbre prorrumpió en llantos, cuando cayó sobre la trampilla, pendiente de la soga. Aquella fue su muerte, muerte de vencido, escarnecido y humillado, incluso negado por alguno de sus amigos, como Cristo negado por el apóstol Pedro. Así murió Porlier, El Marquesito , el bastardo por nacimiento, intrépido por defender en los campos de batalla la paz y el honor, y rebelde contra la figura que tenía que ser la imagen de su veneración. Así murió Porlier, pero ojalá viva en el recuerdo como un héroe más de nuestros Cantares de Gesta.

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