Diario de León

León, 1803: La ciudad pionera en vacunarse

El León que se vacunó primero

Para cuando el 30 de noviembre de 1803 la enfermera Isabel Zendal había partido de La Coruña a América en un navío con 22 niños para salvar millones de vidas, en León ya se habían vacunado muchos de sus vecinos de la viruela. Fue posible gracias a un alcalde, Orencio-Antonio de Santolaria, cuya generosidad era tan grande como su ego, que pagó de su bolsillo todo lo necesario para que el médico-cirujano de la ciudad, Antonio José Fernández, inmunizara a leoneses de la urbe y hasta de los pueblos. Para que fueran a los centros de vacunación, o casa a casa, pidió ayuda al obispo, que llegó a calificar de «homicidas» a los padres que se negaran a inocular la vacuna. Lo cuenta todo en sus bandos, que milagrosamente se conservan

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Julio César Santoyo Mediavilla
León

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Para la historia de una ciudad como León los carteles, bandos, hojas volanderas, etc. pueden llegar a ser tan valiosos como muchos libros, a veces incluso más. Bien es cierto que se trata siempre de impresos más perecederos que los libros, por lo que también la memoria que ellos guardan es más frágil.

Viene ello a cuento de lo que en esta provincia estaba ocurriendo allá por el año 1803, tan sólo —y es de subrayar: tan sólo— siete años después de que en mayo de 1796 el médico Edward Jenner llevara a cabo en Inglaterra la primera vacunación contra la viruela, en un niño de ocho años, hijo de su jardinero. Fue ese mismo año de 1803 cuando el 30 de noviembre partió de La Coruña el navío que llevaba a América a los 22 niños de la ‘operación vacuna’, al cuidado de Isabel Zendal y del médico Francisco Javier Balmis: una inédita iniciativa sanitaria que salvó miles de vidas, si no millones, y que ha quedado inscrita con letras de oro en los anales de la Medicina. Obligado es reconocerlo, como ya lo hizo el propio Edward Jenner: «No puedo imaginar que en los anales de la Historia se dé un ejemplo de filantropía más noble y amplio que este».

Sin embargo, pocos saben, o recuerdan, que para esa fecha del 30 de noviembre de 1803 en León ya se habían vacunado muchos de sus vecinos: tanto se ha hablado últimamente del covid-19 y de la expedición filantrópica de Balmis y Zendal que han quedado en la sombra otras actuaciones pioneras contemporáneas, anteriores incluso, entre ellas las que hubo en esta ciudad y provincia.

Es el caso que durante ese mismo año 1803 era corregidor (léase: alcalde) de la ciudad de León Orencio-Antonio de Santolaria, un joven de treinta y seis años, natural de Huesca. Entre sus defectos estaba sin duda la vanidad: si enviaba a la imprenta un escrito oficial o daba un bando a los leoneses, casi la mitad del texto lo ocupaba la relación pomposa de sus títulos, honores y condecoraciones varias. Pero ese defecto quedaba compensado por una de sus virtudes: la de su generosidad, interés y preocupación por la salud y el bienestar de la gente. Sobre todo por la salud.

Ejemplar del periódico ‘El Regañón General’ en el que se recoge el bando del alcalde de León en 1803, Orencio-Antonio de Santolaria, informando de por su cuenta había comenzado la vacunación contra la viruela en la ciudad de León, una iniciativa pionera en el país. La Real Cédula para constituir los ‘vacunódromos’ de la época. Y la ‘carta pastoral’ del obispo de León.

El caso es, como decía, que el entonces corregidor y el médico-cirujano titular de la ciudad, Antonio José Fernández, habían iniciado por su cuenta, ese año de 1803, una pionera campaña de vacunación de la viruela que alcanzó a 283 vecinos de León. Luego (cedo la palabra a Santolaria, que habla de sí mismo en tercera persona):

—«Noticioso de que en la villa de Villanueva del Campo [provincia de Zamora] se estaban vacunando algunas gentes, para que verificada la vacunacion de brazo á brazo fuese más eficaz y segura, tomó la determinacion de enviar a dicho pueblo dos niños” [del hospicio de la ciudad]… Los dos niños vacunados en Villanueva del Campo han proporcionado pus para propagarlo, vacunando, como se ha hecho por el mencionado don Antonio Josef Fernandez, a ciento y quince personas hasta el día, y se continúa executando en quantos se presentan á la operación».

Todo eso durante 1803, hasta mediados del mes de diciembre, cuando el corregidor decidió dar cuenta de lo hasta entonces llevado a cabo, y lo hizo con fecha del 14 de ese mes mediante un bando que mandó imprimir y publicar, animando además a vacunarse «a todo el que quiera».

— «En inteligencia —dice el bando— de que el referido Cirujano se presta á la operacion en su casa, en la de su Señoría, y de qualquiera persona que le llame, sin que los que se vacunen tengan que contribuir con gasto alguno, ni tampoco haya de costarles nada por ningun motivo…”.

Se imprimió, pues, el bando de Santolaria en la única imprenta que entonces había en la ciudad, la de Santos Rivero, y se distribuyó como solía hacerse, pregonado por las plazas «con clarín y tambor» y pegado o clavado en postes y portones.

Si ahí hubiera acabado el caso, lo más probable es que el bando de Santolaria se hubiera perdido (como otros muchos de la época), y que de él no quedara ni siquiera el recuerdo, o como mucho una copia amarillenta en algún archivo local. De hecho, no tengo noticia de que haya sobrevivido un solo ejemplar impreso. De haber sido así, hoy desconoceríamos los datos de esa pionera vacunación leonesa que el bando nos detalla.

Hubo suerte: sin que sepamos cómo, UNA copia de ese bando llegó a manos de la redacción del periódico ‘El Regañón General’, donde consideraron que era «digno de la atención pública y de ser imitado

Pero hubo suerte: sin que sepamos cómo, algunas copias de ese bando aparecieron tiempo después en Madrid, y una de ellas llegó a manos de la redacción del periódico ‘El Regañón General’*, donde consideraron que el bando era «digno de la atención pública, y de ser imitado». Y como era digno de lo uno y de lo otro, el sábado 19 de mayo de 1804 ‘El Regañón’ lo reprodujo íntegro en las páginas 313-315 de su nº 40 (con lo que lo salvaron para la posteridad), acompañado de una nota, amplia y muy elogiosa, en la que se añadían nuevos detalles a los ya dados por el bando.

Tampoco terminó ahí la historia, porque el bando de Santolaria volvieron a publicarlo, completo, en otro periódico de Madrid, ‘Efemérides de España’, el viernes 23 de noviembre de ese mismo año 1804 (nº 306, pp. 1341-1345). Semanas antes, el 31 de octubre, Santolaria había remitido a ese periódico una carta que incluía el bando citado y la correspondencia sobre el tema que había mantenido con el Ministro de Estado Pedro de Ceballos: remitía todo ello para que el periódico lo publicara en sus páginas, «con el objeto de que sirva de estímulo á la propagacion de un bien tan útil al Estado, qual es el de la vacuna».

En la carta añade Santolaria un nuevo dato: para esa fecha, octubre de 1804, ya había visitado junto con el cirujano Fernández varios pueblos de la provincia, además de la capital, habiendo vacunado en ese tiempo «con el mas feliz éxito 522 personas desde la edad de tres meses hasta la de setenta años».

Y añade: «Todo graciosamente, pues inclusas las vendas, cabezales, tafetán inglés y demás necesario, lo he costeado, y costearé de mi propio bolsillo».

Pasaron los meses y a finales de abril de 1805 se hizo pública en Madrid una Real Cédula, en la que se mandaba «que en todos los Hospitales de las Capitales de España se destine una Sala para conservar el fluido vacuno» contra la viruela y, se pedía directamente a los obispos, párrocos y demás eclesiásticos que «se esmeraran en persuadir à sus feligreses à que admitan la benéfica práctica de la vacunación». La Real Cédula se reimprimió en todas las capitales de provincia, como era habitual, y en León se hizo con fecha del 26 de mayo (AHPL, caja 11.515).

Era por entonces obispo de León don Pedro Luis Blanco, extremeño, que antes había sido en Madrid bibliotecario mayor de la Biblioteca Real. Respondiendo a las directrices recibidas, el prelado se sumó el 14 de julio de 1805 a la campaña pro-vacunación contra la viruela e hizo imprimir una circular en la que, como de paso, calificaba de homicidas a los padres que se negaran a vacunar a sus hijos.

Manda también en ella a los párrocos y a todo el clero de León que «con un verdadero eficaz zelo exhorten á los padres de familia á que presenten sus hijos á dicha operación», y añadía que «deseando facilitar su uso en la extensión de nuestra Diócesis…, mandamos que en los Hospitales de las Cabezas de Partido, que están sujetos á nuestra Santa Visita y gobierno, se establezca Sala de vacunacion, adquiriendo el fluido vacuno de los parages en que ya se suministra, como es en esta Ciudad, Saldaña y Villalon, procurando los respectivos facultativos instruirse de otros prácticos en el modo de hacer con acierto la inoculación…».

El 9 de diciembre de 1979 los diecinueve miembros de la Comisión Mundial para la certificación de la erradicación de la viruela confirmaron que esa enfermedad había sido erradicada en todo el mundo; en mayo de 1980 la 33ª Asamblea Mundial de la Salud aceptó oficialmente esa certificación.

En estos días de pandemia y vacunación general no está de más recordar tiempos pasados en los que la viruela diezmaba poblaciones enteras, ni está de más traer también a la memoria a aquellos que aquí se afanaron por aliviar dolencias y evitar tantas muertes como esa enfermedad producía; y ello a pesar de que sus nombres, Orencio Antonio de Santolaria, Antonio José Fernández, Pedro Luis Blanco, apenas hayan dejado más recuerdo que un bando impreso en esta ciudad hace ahora doscientos dieciocho años y una posterior circular del obispado de León.

(Mi agradecimiento a José Antonio Gil, amigo y catedrático de Microbiología de la Univ. de León, por sus indicaciones y comentarios)

*[‘El Regañón General’, o Tribunal Catoniano de Literatura, Educación y Costumbres, fue un periódico que tuvo amplia difusión (llegó a venderse en América y Filipinas), y ello a pesar de que sólo publicó 129 números, entre el 1 de junio de 1803 y el 22 de agosto de 1804].

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