La ley de los ‘cabos de vara’

Responsables del orden y la disciplina en el campo de concentración eran unos siniestros personajes que se hacían llamar los ‘cabos de la vara’. Tal y como cuenta Ignacio Yarza, eran seis individuos, «vara en mano», a los que había que pedir permiso para todo, especialmente de noche si se tenía alguna necesidad, cuando los presos no podían moverse del lugar que ocupaban. «Debíamos obedecerles y respetarles como si del mismo alférez se tratara», escribe. Unos tíos «mala leche» de los que explica su procedencia: «Resulta que los prisioneros que, en un tiempo prudencial, no reciben los avales, son destinados a Batallones de Trabajadores. Entre estos, no avalados, siempre hay unos cuantos pelotas que, rastreramente, hacen méritos suficientes para quedarse». Así conseguían la vara de mando «que manejan sin contemplaciones» y con «todas las bendiciones» de las autoridades del campo.