Diario de León

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Un mar de desafíos en la capital india

cien años después de ser designada centro neurálgico recupera su antigua pujanza, pero afronta grandes desafíos

Varias instantáneas de la vida cotidiana en Nueva Delhi, como los atascos, algunos de los monumentos más representativos o costumbres religiosas como el rezo.

Varias instantáneas de la vida cotidiana en Nueva Delhi, como los atascos, algunos de los monumentos más representativos o costumbres religiosas como el rezo.

Publicado por
Igor G. Barbero
León

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Han pasado cien añosdesde que los británicos la convirtiesen en la capital de la India. Ahora, Delhi crece vertiginosamente pero afronta grandes desafíos estructurales en un siglo crucial para el gigante asiático.

Habitada desde hace milenios por dinastías hindúes, luego conquistada por regímenes islámicos como los mogoles, que en sucesivas ocasiones la convirtieron en el epicentro de su poder, Delhi fue eventualmente relegada a un plano menor en el siglo XVIII. El Imperio Británico potenció, por intereses comerciales, ciudades portuarias como Bombay, Madrás (Chennai) y Calcuta. Pero la aparición del movimiento nacionalista indio y la voluntad de zanjar una potencial competencia entre diferentes polos urbanos llevaron a los británicos a devolver protagonismo a Delhi.

En diciembre de 1911, el rey Jorge V anunció el traslado de la capitalidad desde la oriental Calcuta, y los arquitectos Edwin Lutyens y Herbert Baker comenzaron el diseño del distrito gubernamental de Nueva Delhi.

Las más importantes referencias urbanísticas, como la avenida de Rajpath que nace de la Puerta de la India y concluye en el majestuoso Palacio de Presidencia, o la circular plaza comercial de Connaught, se crearon en las dos décadas posteriores a esa decisión.

Más fuera que dentro

Hoy Nueva Delhi es un cuidado corazón administrativo de bajísima densidad demográfica a cuyo alrededor se ha desarrollado una gigantesca metrópoli de 16,7 millones de habitantes en un espacio en el que hace un siglo residían 150.000.

De hecho, si se suman las ciudades dormitorio, Delhi podría ser según algunas estimaciones la segunda mancha urbana más grande del mundo tras Tokio, con más de una veintena de millones de habitantes.

El territorio capitalino es un vergel de fauna y flora (el 25 % es área verde) y, sin duda, tiene un poso de historia: alberga 1.500 monumentos, desde enormes mausoleos a una de las mezquitas más grandes de Asia. Sin embargo, estas virtudes no le libran de críticas por la insalubridad, el caos y subdesarrollo que imperan en gran parte de la ciudad en sintonía con el resto de la potencia emergente india.

Lo refrendan datos como la media de cinco fallecidos diarios en accidentes de tráfico; la urbe ha multiplicado por diez su parque de vehículos en 30 años a pesar de contar con un metro iniciado desde el 2002 al que se suben dos millones de viajeros cada jornada.

Los dardos de los críticos también encuentran justificación en los 1,8 millones de personas que viven en arrabales —solo le supera Bombay— o en el lamentable estado del Yamuna, un menguado río que escupe espuma blanca y desprende hedor a su paso.

La capital tiene un clima difícil —calor húmedo, lluvias monzónicas o niebla cerrada en distintas estaciones— y aunque es la atalaya política del país carece de un sistema formal de recogida de basuras, de buen alcantarillado o aceras peatonales.

«Delhi se ha convertido en una gran aglomeración urbana. Eso supone una enorme presión de tráfico, polución o necesidad de infraestructuras físicas y agua», admitió el comisario de Planificación de la Autoridad Municipal de Desarrollo, S.P. Bansal.

La población

El crecimiento demográfico fue lento inicialmente pero se disparó tras la partición del subcontinente e independencia de la India del Imperio Británico, en 1947.

Olas de hindúes y sijs llegaron entonces procedentes de Pakistán primero y, luego, se unieron a ellos hordas de emigrantes de regiones depauperadas, sobre todo rurales, en busca de mejor suerte.

«Delhi tiene aún esa etiqueta de ciudad de refugiados y emigrantes», subrayó a Efe el historiador indio Vinay Lal.

Según Lal, Delhi «ha cambiado radicalmente» tras la partición, de ser «una ciudad retrasada y adormecida» ha evolucionado a «un centro intelectual» —por sus universidades— y es «la representación más fiel» del popurrí sociocultural y religioso indio.

«Delhi ha pasado de ser la Washington a la Nueva York de la India», amplió otro historiador, el británico William Dalrymple. Dalrymple destacó la aparición de nuevas industrias editoriales, entretenimiento o medios de comunicación, y recordó que Delhi sigue siendo el punto en que «las influencias de Asia Central y de Oriente Medio se topan con las sánscritas de la India».

«Delhi se ha convertido en una ciudad más estable, sostenible y consistente. Es un nombre global y conocido en el mundo», se jactó Arun Kumar, quien no escatimó comentarios positivos sobre su urbe, como la mayoría de los ciudadanos consultados.Pese a las muestras generalizadas de orgullo, las autoridades han dado al centenario de la capitalidad, que se ha celebrado esta misma semana que viene, un perfil muy bajo y no llevarán a cabo actos pomposos. «Delhi fue construida para proyectar poder imperial. Por este motivo hay cierta ambigüedad, sería como celebrar el periodo británico», zanjó el historiador Lal.

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