Diario de León

EL EJEMPLO DE LUGO

El pálpito de una ciudad histórica

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León

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|||| «En el espacio delimitado por los algo más de dos kilómetros de perímetro de la muralla lucense palpita una ciudad histórica, pequeña y hermosa, que ha integrado al monumento como elemento fundamental del paisaje y la estructura urbana. La muralla ha condicionado el desarrollo de Lugo, y ha sufrido también el crecimiento de la ciudad, pero después de 17 siglos se mantiene grandiosa, imponente y, sobre todo, viva, radicalmente viva...». Una encendida defensa con la que el Ayuntamiento de Lugo presenta lo que para la ciudad representa su muralla. El de Lugo es un ejemplo a seguir por León, porque en muchos puntos la recuperación de la muralla para la ciudad puede ser similar. Los lucenses bautizaron como «Operación muralla limpia» el renacimiento de los muros que rodean su casco antiguo. Una aventura que comenzó a mediados del siglo XX. Desde el siglo XVIII los huecos existentes entre los cubos de la construcción sirvieron de refugio para la construcción de casas y negocios para personas con escasos recursos. Las distintas guerras fueron, a la vez, acabando con parte de estas edificaciones, que volvían a ser reconstruidas una vez que acababan los ataques. En 1921 la muralla fue declarada Monumento Nacional; pero no fue hasta 1953 cuando el Ayuntamiento y la Dirección General de Bellas Artes iniciaron una política de eliminación de edificios, a base de expropiaciones, mientras se llevaban a cabo sucesivas restauraciones. Cuando empezó este proceso, la muralla lucense tenía adosados 130 edificios y 1.429 cobertizos. Fue en 1971 cuando se aprobó el decreto que declaraba de utilidad pública la demolición de las edificaciones que quedaban aún adheridas a la muralla romana, que impedían «su contemplación y conservación» a lo largo de las calles que la rodeaban. Fue entonces cuando comenzó la gran restauración, con la demolición de los edificios y la rehabilitación. En catorce meses se construyeron catorce cubos, se restauraron y consolidaron otros; se retocaron 7.500 metros cuadrados de paramentos y otros 8.114, ocupados anteriormente por las edificaciones, también hubieron de ser restaurados. En 1973 se llevó a cabo la eliminación de la vegetación, y poco después la iluminación. El resultado fue que todo el exterior del monumento quedó al descubierto, pero las obras han seguido a lo largo de los años. La muralla es hoy algo vivo dentro de la ciudad, y como tal sufre deterioros. En 1985 y 1990 se produjeron varios derrumbes que levantaron de nuevo la voz de alarma, lo que determinó la elaboración de un plan director para la restauración, junto con la elaboración de estudios arqueológicos, que en palabras del ayuntamiento «marcan una nueva etapa de ilusión y reconocimiento, que se espera culminar con la inscripción de la muralla en el Registro de Bienes Patrimonio de la Humanidad». Un plan director que lleva años aplicándose, y que deja en evidencia el hecho de que las labores de conservación de estas murallas centenarias requieren unas líneas de actuación claras a seguir, pero sobre todo una dotación económica que se vaya prolongando en el tiempo. Porque las obras de recuperación son una tarea permanente.

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