Diario de León

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Aquella peletería de Fermín y Ernestina

La Monsita es una de las peleterías más antiguas de España, de aquellas que proliferaban en León hace unas décadas, cuando tener un abrigo de visón era una señal de distinción. Aquellos tiempos pasaron, pero este negocio familiar ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos

Javier Lastra, actual dueño de la tienda

Javier Lastra, actual dueño de la tienda

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A. GIL | LEÓN
León

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La historia de La Monsita es la historia de Fermín y Ernestina. Él vendió todo lo que tenía en su pueblo, casa incluida, para empezar un negocio en León. Había oído que el asunto de las pieles tenía futuro y no se lo pensó. Se hizo con un local en la calle La Rúa, en el número 33 —que entonces era el polo comercial de la ciudad— y se convirtió en emprendedor. Desde entonces han pasado casi 80 años, un tiempo en el que este comercio tradicional se ha empeñado en adaptarse a los nuevos tiempos sin dejar de lado la esencia de antaño.

Ahora las riendas del negocio las lleva Javier Lastra, el nieto de Fermín y de Ernestina, quien ha capitaneado los cambios a los que se ha sometido La Monsita en los últimos años, tras recoger el testigo de sus padres. Fundamentales han sido las redes sociales y el negocio on-line en la transformación de una trayectoria que le ha llevado a recibir un accésit honorífico en los últimos premios nacionales del Ministerio de Industria que reconoce al comercio tradicional de España. Y no sólo a su buen hacer, sino también a la trayectoria de sus antecesores, que ha llevado a La Monsita a ser una de las peleterías más antiguas del país.

Otra forma de vender

Aquella tienda de la calle La Rúa fue pasto de las llamas en un incendio en el año 75. Fue un contratiempo importante, pero por suerte el cambio de ubicación ya estaba pensado y un nuevo local en la calle Padre Isla estaba esperando para ubicar las nuevas instalaciones de esta peletería con historia. Y aquí siguen. Dice Javier Lastra que la esencia es la misma que entonces, pero la forma de vender ha cambiado.

Ahora este antiguo comercio ha dado un giro buscando el beneplácito de los clientes y las pieles de antes han dejado un amplio espacio a los complementos. Paraguas, collares, pañuelos, bolsos, cinturones o bufandas han sido la clave de la subsistencia. Y también el arreglo de aquellos abrigos. Antes los abrigos de piel eran señal de poderío económico, un bien preciado que llevó a estas tiendas a crecer por la ciudad y a muchas mujeres de León a hacerse con uno. «No hay familia en León en la que no haya un abrigo de piel o incluso varios», explica. Abrigos que las nuevas generaciones conservan guardados en algún armario, porque son prendas que ahora no gustan como antes pero de gran valor económico. Por eso muchas peleterías han echado el cierre en los últimos años. Sin embargo el arreglo es un filón. «Ya nos gustaría vender como arreglamos», recalca.

Las pieles, como se vendían hace años, ya no encuentran hueco en los gustos de los nuevos compradores. Ahora se busca otra cosa, algo más moderno donde prima el diseño diferente y el color, aunque aquellos abrigos se siguen arreglando. «Tenemos un taller de reparación y arreglos que es una buena apuesta para mantener a los clientes de toda la vida».

Imagen del interior de la tienda, en la calle Padre isla. FERNANDO OTERO PERANDONES

Él comenzó en este negocio hace 25 años. Siguiendo la estela de sus abuelos aprendió de sus padres y durante este tiempo ha sido testigo del cambio que ha experimentado el comercio en la ciudad. «El tendero quiere que la gente se adapte al comercio y es justamente al revés», explica Lastra. Él lo tiene claro. No entiende que un negocio vinculado a la moda no tenga redes sociales y eso fue lo que le llevó, hace cuatro años, a enrolarse al mundo on-line. «Internet nos ha salvado, ha sido nuestra mayor apuesta estratégica», asegura. Sin embargo, no ha querido perder el ‘tú a tú’ que caracteriza al comercio local. «Intentamos buscar el punto justo entre tradición y modernidad».

Conoce de cerca la presión de los animalistas. «En los años 90 nos pintaban el escaparate pero ya no es para tanto. Ahora lo que más nos afecta son los ciclos económicos. Vendimos muchísimo con el ‘ladrillo’», apunta Lastra. El negocio se sigue transformando y ahí reside su secreto. Sus padres pusieron en marcha una fábrica de guantes de piel en los años 70 y vendieron gorros con orejeras y cuellos de piel para grandes firmas de moda. Y es que la innovación es también la clave para no pasarse de moda.

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