Diario de León

De princesa rebelde a ‘Lady’

La ‘reina del escándalo’ ha dejado de serlo. Ahora es una mujer discreta, centrada

León

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Durante años, no había escándalo del cuore en el que no estuviera. A su impresionante belleza se unía su rebeldía. No es que no quisiera ser princesa, o renunciar, claro, a los privilegios de los royal, es que quería vivir con ello pero haciendo lo que le daba la gana. Saltándose, cuando le parecía, los protocolos políticamente correctos reservados a la monarquía, un código de conducta no escrito que, durante siglos, había regido los designios de los miembros de las casa reales.

Ella fue de escándalo en escándalo. Rompiendo la norma de la discreción. El primero —tan sonado en su época aunque ahora parecería una pataleta de niños—, su boda, con la oposición de sus padres, con un maduro play boy. Porque Carolina de Mónaco apenas tenía 21 años y Philippe Junot, 17 más.

Cuentan que tras la ceremonia religiosa, el príncipe Rainiero le comentó a Tessa de Baviera: «No me felicites, mejor dame el pésame». Pero su hija se casaba radiante y muy enamorada. Había protagonizado unas tórridas fotografías con Junot en un barco por el Mediterráneo que habían puesto al descubierto un romance inadecuado. Aunque la joven royal sabía ya mucho de escándalos de papel, pues era una hábil negociadora de posados robados con los que se pagaba, dicen, sus caprichos. Casi todos de alto estánding.

Los augurios de su familia no tardaron en convertirse en realidad. Llegó el segundo escándalo: el divorcio.

Carolina no ha tenido mucha suerte en el amor, pero no ha dejado de intentarlo. Y su vida, como buena Grimaldi, no ha estado exenta de tragedias. La que más le marcó —quizá después de la muerte de su madre, la princesa Gracia, en accidente de coche— fue la de su segundo marido, Stefano Casiraghi, un joven italiano de buena familia con quien tuvo un matrimonio de amor y tres hijos que han seguido su estela en la prensa del corazón, una historia de amor que acabó con el accidente mortal que sufrió él al ahogarse en una carrera de velocidad en el mar cuando volcó su lancha.

Luego llegó Alberto de Hannover, sus noches y días de alcohol, una hija más y su ‘no divorcio’. Su reconciliación con su hermana, Estefanía de Mónaco, y su mala relación con su cuñada, Charlene, la esposa del príncipe Alberto y primera dama de Mónaco. Carolina sigue siendo la reina, pero la princesa rebelde es ahora una lady, discreta y serena, que ha cumplido 63 años.

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