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La procesión de los amortajados en Quintana de Fuseros

Amortajadas en la última procesión que se hizo en Quintana de Fuseros. Fue el 3 de mayo de 2019, antes de la pandemia del covid-19. Por eso se pudo celebrar y por eso, en la foto van sin mascarillas. La Procesión de los Amortajados o de las Mortajas se ha suspendido desde 1902 sólo dos años, los de la pandemia por el coronavirus.

Amortajadas en la última procesión que se hizo en Quintana de Fuseros. Fue el 3 de mayo de 2019, antes de la pandemia del covid-19. Por eso se pudo celebrar y por eso, en la foto van sin mascarillas. La Procesión de los Amortajados o de las Mortajas se ha suspendido desde 1902 sólo dos años, los de la pandemia por el coronavirus.

Publicado por
David Gustavo López
León

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Quintana de Fuseros se halla asentado sobre las laderas que ascienden hacia la Sierra de Gistredo, en El Bierzo Alto, en un lugar donde abundan los vestigios de antiguas explotaciones auríferas romanas y en cuyo entorno existen numerosos castros en los que pudiera haberse establecido la población minera o, incluso, los nativos astures que precedieron a la dominación romana: Las Estorcas o Castro Rubio, en cuya ladera está ubicado el pueblo, Los Castros, Los Tagarros, El Chano Mayor, etc. Pero la historia de Quintana de Fuseros se inicia realmente en el año 1045, cuando es mencionado documentalmente por primera vez.

La Cofradía de las Ánimas

En Quintana de Fuseros todavía se perciben las secuelas dejadas por un aislamiento de siglos, manteniendo por ello tradiciones que en otros lugares ya desaparecieron hace muchos años.

La Procesión de los Amortajados o de las Mortaja», celebrada el día de la Cruz de Mayo, tal vez pueda calificarse como la más insólita de la provincia de León. Los actos son organizados por la Cofradía de las Ánimas del Cristo de la Cabaña, cuya antigüedad se desconoce, aunque es mencionada en el ‘Catastro del Marqués de la Ensenada’ en 1752. Sí se sabe, en cambio, que la cofradía se extinguió en algún momento del siglo XIX, siendo recuperada nuevamente en 1902 por quien iba a ser su mayordomo, Manuel Arias, con el asentimiento del párroco, Manuel Rodríguez, según recoge el ‘Libro de Cuentas del Santo Cristo de la Cabaña’, cuyos resúmenes anuales dejan claro que tanto la Cofradía como la Procesión de los Amortajados y Fiesta de la Cruz de Mayo (3 de mayo) se han venido celebrando ininterrumpidamente desde que en 1902 se iniciaron los registros en el citado libro. En la actualidad, es el mayordomo, Manuel Durández, con veintiocho años de «servicio», quien prosigue luchando por mantener la tradición, con apoyo del presidente de la Junta Vecinal y algunos vecinos y vecinas.

La procesión de los Amortajados, insólita y única en la provincia de León

Los actos comienzan a primera hora de la mañana, cuando los devotos acuden a la iglesia parroquial para juntarse con los ofrecidos, hombres y mujeres que cumplen su promesa de asistir, vestidos con la que hubiera sido su mortaja, a los actos en honor del Cristo de la Cabaña, que es quien ellos creen que los salvó del peligro al que estuvieron expuestos o de la grave enfermedad que padecían: uno que salió adelante tras caer de un tejado, otra que sanó de un cáncer, otro que resultó ileso en un accidente de automóvil… Recuerdan, incluso, la leyenda de un zagal que fue atacado por los lobos mientras cuidaba las ovejas y, tras invocar al Cristo de la Cabaña, vio cómo estos desaparecían en medio de un resplandor. Puede que el ofrecimiento de los devotos sea sólo para un año, pero también los hay que lo alargan a cinco, a diez o a toda la vida.

Cuando salen de la iglesia, portando una extraña y revestida Virgen del Rosario, el ambiente estremece. Los hombres caminan delante, junto a los amortajados, que visten túnicas blancas y moradas y portan velas encendidas; detrás, las mujeres se agrupan con las amortajadas, cuyas vestimentas, similares a las de los hombres, se diferencian en el color de sus túnicas, rosas, azules y estampadas, y en las pañoletas que cubren sus cabezas.

En la ermita del Cristo de la Cabaña, edificación del siglo XVIII (no existen documentos, pero el mayordomo asegura que fue construida en 1718) adyacente al cementerio, oyen misa y, a continuación, regresan a la iglesia parroquial de San Claudio. Si estremecía la venida, más estremece la seriedad en los rostros que se observa en el retorno, ahora llevando a hombros la imagen del Crucificado, con el sudario y crespones morados pendiendo de sus brazos y cintura.

Concluido el acto de los ofrecidos, el pueblo vuelve a la normalidad de la fiesta en honor de la Cofradía de Ánimas con el programa lúdico de rigor, incluidos música y baile. Para San Isidro, el Cristo de la Cabaña, que desde el 3 de mayo ha permanecido en la iglesia, será sacado en procesión para bendecir los campos y regresará a su ermita.

La persecución del Conde de Aranda

Las fundaciones de cofradías de ánimas como la de Quintana de Fuseros se inició en el siglo XV o en el XVI, alcanzando auge en el XVII y XVIII. Tenían como funciones principales las de auxiliar a los enfermos de gravedad, especialmente si carecían de recursos, procurando la asistencia de sus cofrades a los funerales de los hermanos fallecidos. Incluso, se asistía económicamente a las familias de aquellos difuntos que quedasen en situación de suma pobreza. Sin embargo, a finales del siglo XVIII y, principalmente, en el XIX, las cofradías de ánimas decaen estrepitosamente a causa de distintas disposiciones, iniciadas en 1772 por recomendación del Conde de Aranda, hombre ilustrado y presidente del Consejo de Castilla, que las consideraba herencia de etapas bastante oscuras. En León, tales disposiciones fueron aplicadas por el intendente Juan Núñez del Nero, que elaboró un listado y consideró conveniente «la extinzión y abolizión de la mayor parte de cofradías, hermandades y congregaciones» recogidas en él.

Estas disposiciones consiguieron acabar con gran número de cofradías, incluidas las de ánimas. En la ciudad de León, por ejemplo, de las dieciséis entonces existentes, sólo quedaron tres. Y es de suponer que esto ocurrió también con la de Quintana de Fuseros, aunque mantuviera su espíritu y resurgiera de nuevo en 1902.

La procesión de las Mortajas se va quedando sola

La procesión de los Amortajados no era la única en la provincia de León. De mediados del siglo XX se recuerdan otras similares, pero, poco a poco, han ido desapareciendo; tales eran los casos del santuario de Nuestra Señora de La Garandilla (Valdesamario), la Virgen de La Carballeda (Val de San Lorenzo), La Trinidad (La Cuesta) y la ermita de Santa Elena (Felechares de la Valdería). Todas en las fechas de sus respectivas fiestas.

Algo parecido ocurre si ascendemos al ámbito de toda España, donde solo perduran las gallegas de «las Mortajas», en Puebla del Caramiñal (La Coruña), y la de «los Ataúdes», en Santa Marta de Ribarteme (Pontevedra). No obstante, nada tiene que ver el intimismo de los actos de Quintana de Fuseros con los de estas otras, objeto de bulliciosas romerías, más propias de mercantilizadas concentraciones turísticas que de expresiones religiosas. Alguna similitud tiene también la procesión del Santo Entierro que el Viernes Santo se celebra en Bercianos de Aliste (Zamora), si bien los hábitos blancos que aquí visten los cofrades y cuyo nombre tradicional es «la vestimenta», a finales del siglo pasado comenzaron a llamarse mortajas, aunque no atienden a ningún ofrecimiento del cofrade sino que es el hábito de la cofradía y, probablemente, lo utilice el día de su entierro.

Distinciones merecidas

El carácter único que la Procesión de los Amortajados tiene en la provincia de León y su pureza etnográfica le han valido a la Cofradía del Cristo de la Cabaña algunas distinciones en los últimos años: En junio de 2017, el Museo Etnográfico Provincial seleccionó sus hábitos como «pieza del mes» y, en ese mismo año, la Diputación Provincial la declaró ‘Manifestación Popular de Interés Provincial’.

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