Diario de León

Un retiro activo y reivindicativo

Julio Ruiz ha encontrado una pasión para ejercitar su memoria, perseguir el rastro de Julio del Campo Julio Ruiz Miranda, viajante durante 40 años, ocupa su tiempo en rescatar datos de Julio del Campo para reclamar que se conserve su legado. Se

Casa de la calle Ordoño promovida por Julio del Campo.

Casa de la calle Ordoño promovida por Julio del Campo.

León

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Nacido en 1935 en Villaseca de Laciana, Julio Ruiz Miranda pasó su infancia entre Boñar y un colegio antes de asentarse en León, donde ha mantenido una intensa actividad relacionada con la pintura y la escritura, aprovechando el tiempo que le permitía su trabajo de viajante, en el que estuvo empleado durante más de 40 años y en el que siempre encontró un hueco para la lectura. Ahora, ya retirado, su casa del barrio de Eras de Renueva se ha convertido en el cuartel general de una cruzada para intentar devolver a la figura de Julio del Campo la relevancia que tuvo para la historia de la ciudad de León.

Recuerda Julio Ruiz que siempre le llamó la atención la fachada del edificio de las antiguas Escuelas de Julio del Campo, ubicadas en el número 9 de la calle que lleva su nombre. Y también asegura que no pasaba desaperbicida para él la conservación de un edificio que ha ido ensombreciéndose con una fachada cada vez más sucia. Y ahí, desde su pesar por la situación de este inmueble para que el que reclama una puesta en valor, surgió la idea de empezar a recopilar datos sobre la personalidad de Julio del Campo, «un hombre hecho a sí mismo, que fue un autodidacta como cantero y que precisamente por sus limitaciones al tener que trabajar casi desde niño tuvo una sensibilidad muy especial hacia la enseñanza y se empleó en conseguir impulsarla en la ciudad».

Precisamente durante sus rastreos de este personaje, en los que asegura que ha recibido todo el apoyo necesario en el Archivo Provincial, en el Ayuntamiento o en las bibliotecas Azcárate o Fierro, su interés fue creciendo al descubrir que hay más rastros en la ciudad de la figura de Julio del Campo, «un leonés de adopción que fue concejal, vicealcalde, fundador de la Asociación de Caridad, en una vida incansable para la promoción de la educación y las obras sociales».

Según los datos recopilados por Julio Ruiz, Julio del Campo nació el 31 de enero de 1864 en la localidad palentina de Perales. Con unos 20 años llegó a León y se casó con Antolina Luna Aparicio, con la que tuvo dos hijas. Como cantero su obra aún está presente en varios rincones de la ciudad como en la placa ubicada en el edificio número 1 de la calle que lleva su nombre -Julio del Campo- y que está adornada con herramientas, o en la placa de la calle Juan Madrazo -restaurador de la Catedral de León- y en la que incluyó «su admirador Julio del Campo. 1932» y la firma. La ciudad cuenta con una tercera plaza en la avenida de Palencia, donde incluyó unos pergaminos con los escudos de Palencia -su tierra natal- y de León.

También realizó relieves como el ubicado en la confluencia de la calle Colón con la salida al paseo de la condesa o la lápida de 1934 en honor a Juan del Enzina en la calle Ancha. En 1916 esculpió para la localidad de Tolibia de Abajo un monumento al maestro Pedro García de Robles.

En su faceta como constructor, Julio del Campo fue el promotor de los edificios ubicados en los número impares de la calle que lleva su nombre, pero también de una casa en la calle Astorga, hoy desaparecida, y de otra en Ordoño II, que aún permanece en el número 25 y que fue edificada en 1897. A espaldas de ésta tuvo Julio del Campo su propia casa y su taller que hoy no existen.

Pero la obra más emblemática y también más conocida de Julio del Campo fue la fachada del edificio que albergó las escuelas que promovió y donó a la ciudad en 1917. En el propio edificio, cargado de símbolos e inscripciones se puede aún leer: «por la instrucción pública Julio del Campo Portas y su mujer Antolina Luna Aparicio donan este edificio a la ciudad de León. 1917».

Ruiz, que ha empleado muchas horas en analizar la fachada al detalle con unos prismáticos para transcribir todos sus textos, destaca que está cargada de símbolos relativos a la educación. Y precisamente ese fue el primer fin del edificio tras su cesión al Ayuntamiento, que ubicó dos aulas en la parte baja y la vivienda del director del grupo escolar Guzmán el Bueno en la parte alta, ya que estas unidades se integraron en este centro escolar.

Pero todo apunta a que los problemas del edificio no tardaron en llegar. En la década de los años 20, el escritor Luis Bello, que realizaba crónicas en El Sol sobre sus viajes por España cita las escuelas de Julio del Campo en su artículo Llegada a León, la provincia modelo . Bello destaca que los niños escolarizados alcanzan entonces el 93% en León frente al 23% existente en provincias como Cádiz, pero también asegura sobre Julio del Campo y su edificio: «Éste, un cantero, un trabajador llegado a mejor fortuna, que tuvo la feliz idea de construir unas escuelas...», «si entramos en la escuela vemos que el municipio leonés no corresponde al rasgo del donante...», «el esfuerzo de un cantero, hombre del pueblo, merecía ser continuado; pero la ciudad no pensó en ello. Tiene otras cosas actuales vivas, que le interesan más».

En 1926 la ciudad sí se acordó de Julio del Campo y le otorgó la Cruz de la Beneficencia. En 1932 quedó viudo y fue atendido por una sobrina hasta que falleció el 8 de enero de 1937. Está enterrado en el cementerio de León en una llamativa tumba ubicada cerca de la capilla y que fue obra de Manuel Gutiérrez. En ella está labrada la inscripción «con mi fe, mis herramientas y mis libros» y la talla sostiene una maza en su mano derecha, un crucifijo sobre su cuerpo y sus libros: Vitrubio, Don Quijote de la Mancha y Juan de Arfe .

«Julio del Campo fue un hombre autodidacta, un cantero con una gran sensibilidad por la enseñanza, que no tuvo acceso a la cultura de joven, pero al pasar de la pobreza a la fortuna hizo de la cultura el centro de su vida», destaca Julio Ruiz, a quien le llama mucho la atención la «preciosa letra» que tenía.

«En la calle Julio del Campo está el que yo llamo el gratifi más bello del mundo, una fachada con más de 600 palabras escritas donde se recorre el mundo de la cultura», destaca Julio Ruiz, que lamenta el estado de conservación en el que se encuentran las tallas del edificio.

Precisamente la fachada es lo único que se conserva del edificio original ya que en 1971 fue reformado todo su interior.

En su rastreo de datos sobre Del Campo, Julio Ruiz ha tenido la ocasión de conversar con una señora que vive en la calle Ordoño y que aún le recuerda. Es doña Esperanza Flecha, según explica Ruiz, que nació cuando el escultor tenía cerca de 60 años. «Le recuerda como un hombre hablador y cordial, que jugaba con los niños cuando pasaban con sus botijos a recoger agua en la fuente con surtidor que estaba tras la casa». De su esposa, Antolina Luna, recuerda que «era una mujer amable y poco habladora».

Para Ruiz, una gran incógnita es saber si Julio del Campo era masón. En la casa que aún existe en Ordoño II figuran los emblemas sobre la puerta -el triángulo, la pomada y el laurel-. «Sigo trabajando y buscando datos y recientemente tuve la ocasión de poder ver una placa suya que se conserva en el IES Sánchez Albornoz, antigua Escuela Normal, y donde una vez más expresa su tremenda pasión por la educación», asegura Ruiz, quien recientemente encontró a un pariente lejano de Julio del Campo a través de un reportaje publicado por la prensa de Valladolid. Rubén Vázquez, un argentino, envió una carta al Día de Valladolid explicando que su madre Dorita, de 91 años, quiere conocer si tiene aún parientes en España. Y dice que su tío-abuelo llamado Julio del Campo Portas donó un edificio para abrir un instituto, aunque según Dorita fue en Valladolid.

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