Diario de León

Suecia se pone en plan machista

La neuróloga sueca Annica Dahlström resume los seculares estudios sobre el desarrollo cerebral con un plumero y una mopa: «Las mujeres limpian la casa mejor que los hombres», asegura. Demasiado tiempo malgastado por la ciencia para conocer los

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KIKO NOVOA | texto EDGARDO CAROSÍA | ilustración
León

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Todo estaba ya inventado por el gracejo machista, que descorcha la botella ante la última gran frase de la investigadora escandinava: «Las mujeres limpian mejor la casa que los hombres». Lo dice su nuevo libro El sexo está en el cerebro -coincide con Woody Allen-, que ha levantado tanto estupor como debate en una sociedad que se esfuerza en desterrar la desigualdad entre hombres y mujeres. Incluso el defensor del pueblo sueco ha reaccionado con dureza. Dahlström asegura que la testosterona dirige el desarrollo del feto del niño, y el estrógeno, el de la niña. Por eso los cerebros del hombre y la mujer son distintos. De lo contrario, la madre se expondría a un fuerte estrés. «Las mujeres se encargan mejor de la descendencia, tienen mayor imaginación y prevén los peligros con más acierto. Ellas pueden hacer lo mismo que los hombres y además pueden dar a luz», dice la escritora en el diario sueco Aftonbladet. «El bebé reconoce el olor, el sabor y el tono de voz de la madre. Y las caricias son muy importantes, porque liberan serotonina [la hormona del placer] en el cerebro del niño, que ayuda a estimular el desarrollo de los receptores», expone. Artes femeninas Pero la argumentación se enturbia cuando Dahlström entra a evaluar determinados comportamientos, como, por ejemplo, al explicar los motivos por los cuales la sociedad sueca penaliza el comercio sexual: «Evidentemente, las mujeres no toleran la competencia de las prostitutas, ya que ésta conocen bien su oficio». Entre las artes femeninas, la investigadora sueca destaca su capacidad para la limpieza y la pulcritud, el cuidado de los niños y ancianos, y la comunicación verbal; mientras que, a su decir, los hombres son unos genios en los automóviles, tienen un gran instinto competitivo y una mayor resistencia del dolor. La semana pasada, Dahlström coincidió con el defensor del pueblo sueco, Claes Borgström, en un programa de televisión. Borgström es conocido por su vehemencia al atacar cualquier comportamiento sexista, hasta el extremo de haber solicitado a la selección sueca de fútbol que no participase en el Mundial de Alemania como protesta contra las leyes germanas, que permiten el ejercicio de la prostitución. Por eso, el debate entre los dos polos fue intenso en la TV4. «La tesis que tú defiendes es absolutamente desagradable», dijo el defensor del pueblo. La neuróloga insiste en que las mujeres son más hábiles en el cuidado de los niños, pero también poseen más empatía que los hombres. «Hay estudios que así lo demuestran», señaló. «¡Tonterías!», le espetó Borgström. Si partimos de la base de que las palabrotas (y tonterías para un sueco lo es de largo) no son habituales ni siquiera en la calle, será más fácil entender que el debate televisivo incrementó la tensión desde ese momento. «Mire -desafió Dahlström-, la evolución del cerebro se ha mantenido durante miles de años e incluso en la actualidad. ¡Estos comportamientos no se pueden cambiar de un día para otro!». El responsable del Estado para la igualdad volvió a acusar a la investigadora de exponer argumentos desagradables y le echó en cara que su libro muestre diferencias entre mujeres y hombres mayores de las que indican otros analistas: «¿Cómo se puede entender eso? ¿Acaso debemos organizar nuestra sociedad en base a aspectos neuronales?». Las polémicas teorías de Dals­- tröm sobre las desigualdades entre sexos vienen de lejos. Hace dos años, la directora de la oficina para la igualdad de la provincia sueca de Norrboten ordenó retirar un artículo de la investigadora que iba a ser publicado en un libro promovido por la Administración. Muchas de esas frases se situaban entre la provocación y la ambigüedad: «Un chico puede fecundar a miles de mujeres distintas y crear miles de niños, pero una mujer sólo puede dar a luz un niño a la vez». «Fotocopias» de los hombres Todas las apariciones de la escritora en los últimos años han supuesto un rechazo frontal a cualquier posibilidad de que las mujeres se conviertan en fotocopias de los hombres, por eso recomienda a los padres que eduquen a sus hijos en la diferencia desde pequeños: «Si los niños y las niñas entienden desde el primer momento que somos distintos, las actitudes de los hombres y los niños hacia las mujeres y las niñas no apuntarían a pensar que éstas son unas malas copias de los hombres». Por las calles suecas no se habla de otra cosa. El debate va más allá de una refriega televisiva. Los ciudadanos se preguntan ahora si es necesario igualar las condiciones de la mujer y del hombre más allá de los derechos que postula la ley. La sociedad nórdica ha predicado la igualdad de sexos y se ha enorgullecido de llevarla a la práctica. Pero ahora la polémica recorre incluso las bitácoras de Internet. «El populista -se refiere al defensor del pueblo- dice, como siempre, que estas cosas son tonterías. Primero quiso retirar a nuestra selección del Mundial y pronto nos pedirá a nosotros, los hombres, que hagamos el esfuerzo de quedarnos embarazados. ¿Por qué es tan impolíticamente correcto decir lo que es cierto? ¿Por qué es una tontería pensar que las mujeres y los hombres no nos parecemos en nada?», se pregunta Stefan. Más retórica es Nina con este comentario en su página web: «¿Las ratas de cloaca que hay bajo mi sofá indican que soy un hombre?».

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