Diario de León

Al otro lado del mar

UN nuevo león

Según algunas investigaciones, en el siglo XVI, antiguos judíos leoneses decidieron dejar atrás un entorno de persecución y de sospecha fundando el Nuevo Reino de León. Sin embargo, su empresa se vio truncada en aquella tierra donde habían depositado sus esperanzas

El Horizonte

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Publicado por
Alberto Flecha pérez
León

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En la pasada entrega de la Llariega adelantamos el que fue el más antiguo territorio americano bautizado con el nombre de León: la gobernación de Nueva León, en la Patagonia. En esta entrega nos centraremos en un lugar mucho más conocido cuyo topónimo también refleja, al otro lado del Atlántico, el nombre del antiguo reino: Nuevo León. Al noreste de la nación azteca, uno de los treinta y un estados que la conforman todavía hoy recibe esta denominación.

Este territorio, al igual que la gobernación patagónica, fue fundada por un portugués; Luis Carvajal y de la Cueva. Un hombre que, a pesar de haber nacido en Mogadouro, muy próximo a la frontera con el Reino de León, mantenía vínculos y orígenes familiares con las actuales provincias de Zamora y de León. Los orígenes judíos de su familia les habían llevado a escapar, como otros 30.000 judíos de los reinos de León y de Castilla durante los progromos de finales del siglo XIV. Esta gente se instaló al otro lado de la frontera o bien en sus inmediaciones, en señoríos (como el del condado de Benavente) que no dependían directamente de aquel poder real que más directamente los perseguía. Numerosas familias se vieron repartidas a ambos lados de la frontera, yendo y viniendo de un lado al otro durante años, hasta que la expulsión definitiva un siglo después les obligó a convertirse al cristianismo.

Una de esas familias de judeoconversos que todavía se movían de un lado al otro de la frontera fue la de Carvajal. Él mismo, con ocho años, se transladó junto a sus padres a Sahagún y posteriormente a Benavente donde residían todavía muchas de estas familias. A la muerte de sus padres, Carvajal decide trasladarse, al servicio de la Corona portuguesa, junto a un tío suyo a Cabo Verde para dedicarse al comercio de esclavos.

Después de que Felipe II se convirtiera en rey de Portugal, Carvajal aparece en Sevilla a su servicio. Comienza, como comerciante, una expedición a Nueva España donde, por los servicios que termina prestando a la Corona, acaba como alcalde de Tampico, ciudad estratégica de la costa de Nueva España por su interés comercial. Poco a poco, Carvajal comenzará a destacarse en sus servicios: repelerá ataques de piratas a la ciudad y llevará a cabo expediciones hacia el interior hasta el Río Grande en Texas. Sin embargo, parece que seguirá con sus oscuros negocios de trata de esclavos, por lo que se verá obligado a regresar a la Península a rendir cuentas.

Será en 1579 cuando Carvajal emprenda un segundo y definitivo viaje a Nueva España. Había decidido colonizar el interior mejicano «de mar a mar», pero su condición de judeoconverso le pone en una difícil situación: estas misiones estaban reservadas a cristianos viejos que estuvieran en disposición de demostrar que, al menos en tres generaciones, procedían de familias cristianas. Sin embargo, la dificultad de aquellos territorios, hace que la Corona haga la vista gorda. Al final, Carvajal emprenderá un viaje en la nave Santa Catalina con cien familias de esos judeoconversos de los que el mismo procedía: la mayoría provenientes de aquellos territorios fronterizos del Reino de León: Benavente, Valderas, Sayago... Y así, desde Tampico, se adentraron hacia el interior del continente para formar el Nuevo Reino de León. Fundaron Monterrey, cambiaron el nombre de la localidad de Santa Lucía por el de Nuevo León, consiguieron dotar de prosperidad a aquellas nuevas fundaciones por lo que, durante diez años, la misión fue un éxito. Diez años nada más. Al cabo de esos diez años, la Inquisición, en sus sospechas contra las conversiones de los judeoconversos, cayó sobre la familia de Carvajal. Muchos de ellos murieron a partir de estos procesos. El propio Carvajal, lo hizo en prisión, como consecuencia de las torturas recibidas. Acababa así su aventura y su vida, un proyecto que quizás fue una vía de escape de aquellos antiguos judíos que decidieron dejar atrás un entorno cada vez más complicado para ellos en Europa. Baste mencionar que, como recuerda el historiador Eugenio del Hoyo, en 1933, durante el nazismo, en México se abrió el debate sobre si la empresa de aquellos antiguos judíos leoneses «había sido un ensayo de colonización judía huyendo de la intransigencia europea para practicar la religión hebrea anticipándose cuarenta años a los peregrinos del Mayflower».

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