Diario de León

Una huella en Montrondo

Un vídeo llevando el pan a todos los vecinos de este rincón de Omaña en la ‘nevadona’ de 2015 llevó su historia a la televisión nacional. Pero Javier Sánchez Bardón nunca ha dejado de ayudar a los vecinos del pueblo en el que se ha criado desde que nació y donde ha hecho la vida un poco más fácil a los demás

Sobre estas líneas, Sánchez Bardón con los esquís de travesía con los que se desplaza cuando hay nieve en el pueblo. En las otras imágenes, en otros momentos de su día a día en Montrondo

Sobre estas líneas, Sánchez Bardón con los esquís de travesía con los que se desplaza cuando hay nieve en el pueblo. En las otras imágenes, en otros momentos de su día a día en Montrondo

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En Montrondo viven 13 personas en invierno. En este rincón de Omaña esta época del año es más dura que en la ciudad, sobre todo tras las últimas nevadas, pero quienes viven en la montaña leonesa saben bien que este 2018 no está siendo nada excepcional. «Es más bien normal, tirando a flojo. Ahora mismo tengo la nieve por los tobillos, pero cuando era pequeño me llegaba hasta la cintura y podíamos pasar quince días sin ir al colegio porque era imposible desplazarse». Quien lo cuenta es Javier Sánchez Bardón. Tiene 39 años y podría llamarse ‘el héroe de Montrondo’. Un video suyo repartiendo el pan que había ido a comprar esquiando para sus vecinos, incomunicados en la ‘nevadona’ de 2015, se hizo viral y su historia salió en la televisión nacional.

De aquello hace ya tres años, pero ese espíritu solidario que le caracterizó entonces no le ha abandonado, «aunque este invierno ya no está haciendo tanta falta», explica mientras espala entre los 15 centímetros de nieve con los que amaneció hace una semana.

Este buen hacer le ha llevado a ser un apoyo casi fundamental en el día a día de Montrondo, donde los vecinos tienen entre 50 y 70 años. «Lo importante para mi que la gente esté unida y eso no es fácil», explica. Sin embargo, él sigue al servicio de los demás de forma altruista y ha convertido su pueblo en un lugar un poco mejor. «A mi me gusta estar activo y ahora en invierno tengo que buscarme algo que hacer». Así, ha ido arreglando el puente que cruza el río, la fuente que se estaba cayendo y, mientras tanto, se está construyendo una casa. «Estos meses la vida aquí es muy tranquila, pero yo siempre busco algo que hacer. En primavera voy a por leña y en verano organizo, con otros amigos, la fiesta del pueblo».

Aquí es donde quiere estar. «Éste es mi sitio», asegura. No en vano, aquí se crió hasta los 18 años y, salvo un paréntesis de dos o tres años en los que vivió en la ciudad, su vida ha transcurrido en su pueblo. Prácticamente fue el quien cerró el colegio de Murias de Paredes cuando acabaron sus años escolares, pues la despoblación que asola al medio rural también llegó aquí hace tiempo. En Montrondo no hay niños y los que hay en los pueblos de alrededor se desplazan hasta Riello, a una veintena de kilómetros.

La vida en un pueblo como Montrondo, a una hora en coche de la ciudad, discurre a otro ritmo. Más lento. Aquí los vecinos saben que en invierno hay que reducir la marcha. La nieve llega y los días son cortos. «Toda la gente tiene sus todoterrenos para desplazarse y comida en casa por lo que pueda pasar», explica Javier. Aún así, él ayuda a sus vecinos en todo lo que puede, desde hacerles la compra hasta llevarles aceite para el coche.

Una huella en la nieve

Tres días a la semana tiene que bajar a León por motivos médicos y aprovecha para hacer algún recado para él o para sus vecinos. «Les hago un poco de huella cuando hay nieve para que puedan salir de casa y, si necesitan algo, me lo piden y yo se lo llevo encantado», asegura.

Se nota, además, que su medio ideal es la montaña y eso le lleva a organizar, a través del club fundado hace dos años, salidas todos los fines de semana para quien quiera apuntarse por alguna de las zonas cercanas que conoce como la palma de su mano. Aquí hay mucho que ver, como el enorme abedulario que cubre los valles, uno de los más grandes e importantes de Europa y aquí hay rincones que bien merecen una vista como el Tambarón, conocido como ‘las tetas de Omaña’. Por sus caminos se adentra como pez en el agua y, si hace falta, carga sus esquís de travesía al hombro y las raquetas que lleva casi siempre en su coche durante los meses de invierno.

Hace tres años, cuando la nieve hizo historia en la provincia, salió en la televisión nacional dando de comer a unos corzos hambrientos que, ante el manto blanco que lo cubría todo, no tenían acceso a la comida. Tampoco han faltado los rescates en el monte en plena noche.

«La verdad es que ahora mismo no estamos teniendo mayores problemas este año, pues a las ocho de la mañana la pala nos abre el paso y entonces podemos desplazarnos y ahora mismo acaba de llegar al panadero», comentaba hace unos días. Tira del pueblo todo lo que puede. «Recupero puentes, hago monolitos y cuando llega el buen tiempo me pongo a limpiar el pueblo y hasta organizo las fiestas». A la salida del mismo ha acomodado un luchar para el calecho, esas charlas ente la gente del pueblo que dan para mucho. Su oficio es el de ebanista y trabajando la madera es como ha adecentado un lugar en el que ya solían reunirse los mayores de la localidad para charlar y que se conoce como la moncloa porque «aquí arreglaban el país». Allí mismo, un monolito homenajea a los antepasados y muy cerca de ese lugar, un poste de madera recuerda a lugareños y forasteros las distancias de algunos pueblos próximos y otro no tanto, que también llevan la firma de Sánchez Bardón. Y entre labor y labor, entretiene a los del pueblo que viven en la provincia y les tiene al tanto de lo que acontece a través de las redes sociales.

Algunos le agradecen su labor y todos se sorprenden del empuje y ganas de un joven de 39 años en un entorno que dominan los más mayores.

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